Una Facultad de Humanidades en tiempos de "Pericles"
(Un ejemplo de la relacion entre poder y universidad en nuestro tiempo)
En la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle (en Colombia, cerca del océano Pacifico, sur de América) ha sucedido algo que no puede pasar inadvertido. En la reciente elección de decano de esa Facultad hubo una movilización poco acostumbrada de profesoras y profesores que produjo unos resultados muy significativos: 40 votos estuvieron a favor de la continuidad en el cargo del profesor Darío Henao, quien lleva nueve años (tres periodos) como decano y que, según estos resultados, iniciará un cuarto periodo para llegar a la larga cifra de doce años en ese cargo. Mientras tanto, 38 votos estuvieron a favor de un cambio, de elegir como decano al profesor Adolfo Álvarez; y 11 votos fueron en blanco. Es decir, se movilizó casi un centenar de profesoras y profesores para producir una elección reñida y masiva –fenómenos poco frecuentes en la cultura política de esta Facultad- que expresa una situación digna de ser examinada.
La elección no estuvo precedida de un debate concienzudo y parecía un evento rutinario y hasta expeditivo de reelección de alguien demasiado acostumbrado a no encontrar al frente oposición alguna. Aun así, alcanzó a expresarse en torno al profesor Adolfo Álvarez un deseo de cambio, aunque el candidato no hubiese enunciado un programa precedido de una lenta y minuciosa elaboración en equipo. Mientras tanto, el decano Henao parecía contar con la ventaja de nueve años de gestión, con el inocultable deseo de prolongar su permanencia en ese cargo directivo y con el apoyo definido de aquellos que lo han acompañado y apoyado durante casi una década.
Un balance inmediato de los estrechos resultados nos informa que hay una Facultad dividida en dos percepciones masivas y opuestas acerca de si el profesor Henao debía continuar o no ocupando ese cargo; dos percepciones encontradas que desnudan, en buena medida, lo bueno y lo malo que hemos acumulado en una década. Quienes lo apoyaron deben tener razones muy poderosas que les permiten afirmar que el profesor Henao es, ha sido y será la única persona capacitada en la Facultad de Humanidades para dirigirla. Y que, además, es propio de la vida universitaria que estos cargos sean ocupados por mucho tiempo por figuras individuales. Alguien, un colega muy entusiasta y de lengua rápida, comparó el largo régimen del profesor Henao con el esplendor de los tiempos de Pericles. Y es seguro, si le seguimos la pista a la sesuda reflexión de ese colega, que por ahí deben andar sueltos, en esta renovada versión de Atenas, un Fidias, un Herodoto o un Sófocles surgidos de las grandiosas reformas culturales que hemos vivido entre el 2001 y el 2010. Es probable que muchos de los votantes tengan esta fina percepción de lo que ha sucedido en la Facultad durante nueve años y consideren que el profesor Henao debía ser premiado con la reelección por un cuarto periodo.
Quienes apoyamos la candidatura del profesor Álvarez pensamos que, así hayamos tenido el privilegio de vivir, sin saberlo, en las bondades de tiempos semejantes a los de Pericles, no es ni democrático, ni ético, ni estético, ni funcional que un profesor universitario ocupe un cargo académico-administrativo por tanto tiempo. Que administraciones tan prolongadas deberían producir informes pormenorizados y públicos acerca del manejo de importantes recursos financieros que han sido el sustento de eventos de trascendencia. Que la reglamentación universitaria, aquí y en cualquier parte, debería contemplar periodos muy definidos para ocupar estos cargos de modo que se garantice la necesaria y democrática alternancia en la dirección de una institución. Que el país mismo estuvo sometido a una discusión muy fuerte acerca de la prolongación o no de la presencia en el poder del presidente Álvaro Uribe Vélez, entonces por qué esa misma discusión no merecería darse en las pequeñas pero significativas circunstancias de una Facultad de Humanidades. Que los cargos académico-administrativos no pueden ser vitalicios ni concentrarse exclusivamente en pocos individuos, y menos en uno solo. Que los proyectos académicos de cualquier Facultad de cualquier Universidad no pueden terminar cristalizados en pretendidos sucesores de Pericles, sino que deben ser el resultado de discusiones, acuerdos, motivaciones y sueños colectivos. Que en nueve años no se ha construido siquiera los cimientos del básico respeto entre colegas y que el decano Henao ni siquiera ha servido de árbitro ecuánime en circunstancias específicas de algunas unidades académicas. Que no ha habido una política seria ni de investigaciones ni de publicaciones, a pesar de las tentativas de búsqueda de prioridades con el actual vice-decano, profesor William González. Que era preferible votar por el profesor Álvarez porque ha dado pruebas de una fundamentada crítica a la gestión del actual rector de esta universidad, una garantía de independencia ante el Consejo Académico de la Universidad del Valle. Que la gestión del profesor Henao ha dado pruebas de mezclar clientelismo con autoritarismo, una especie de versión universitaria del uribismo, lo cual es simplemente detestable en una Facultad reconocida en muchas partes por su tradición crítica. Y, por último, que esa presunta tradición crítica, forjada en el tiempo y mediante una tesonera producción intelectual, no puede ser traicionada por aquellos que confunden sus intereses privados con las prioridades públicas.
La ambición del profesor Henao ha logrado dividir en dos mitades casi exactas a la Facultad de Humanidades. El apretadísimo resultado abre las puertas de un necesario debate. Es muy probable que comencemos a vivir tres años muy intensos que exigirán de nosotros suspicacia y perspicacia. Suspicacia para descifrar por qué tanto deseo de prolongarse en el poder o, en sentido inverso, por qué tanto temor de abandonarlo; perspicacia para darle fundamento a los argumentos a favor o en contra de tan larga administración. Perspicacia, sobre todo, para construir una alternativa colectiva en la dirección de esta Facultad y para darle una merecida despedida a nuestro prolongado decano. La historia dice que en tiempos de Pericles los ciudadanos eran muy activos.
(Un ejemplo de la relacion entre poder y universidad en nuestro tiempo)
En la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle (en Colombia, cerca del océano Pacifico, sur de América) ha sucedido algo que no puede pasar inadvertido. En la reciente elección de decano de esa Facultad hubo una movilización poco acostumbrada de profesoras y profesores que produjo unos resultados muy significativos: 40 votos estuvieron a favor de la continuidad en el cargo del profesor Darío Henao, quien lleva nueve años (tres periodos) como decano y que, según estos resultados, iniciará un cuarto periodo para llegar a la larga cifra de doce años en ese cargo. Mientras tanto, 38 votos estuvieron a favor de un cambio, de elegir como decano al profesor Adolfo Álvarez; y 11 votos fueron en blanco. Es decir, se movilizó casi un centenar de profesoras y profesores para producir una elección reñida y masiva –fenómenos poco frecuentes en la cultura política de esta Facultad- que expresa una situación digna de ser examinada.
La elección no estuvo precedida de un debate concienzudo y parecía un evento rutinario y hasta expeditivo de reelección de alguien demasiado acostumbrado a no encontrar al frente oposición alguna. Aun así, alcanzó a expresarse en torno al profesor Adolfo Álvarez un deseo de cambio, aunque el candidato no hubiese enunciado un programa precedido de una lenta y minuciosa elaboración en equipo. Mientras tanto, el decano Henao parecía contar con la ventaja de nueve años de gestión, con el inocultable deseo de prolongar su permanencia en ese cargo directivo y con el apoyo definido de aquellos que lo han acompañado y apoyado durante casi una década.
Un balance inmediato de los estrechos resultados nos informa que hay una Facultad dividida en dos percepciones masivas y opuestas acerca de si el profesor Henao debía continuar o no ocupando ese cargo; dos percepciones encontradas que desnudan, en buena medida, lo bueno y lo malo que hemos acumulado en una década. Quienes lo apoyaron deben tener razones muy poderosas que les permiten afirmar que el profesor Henao es, ha sido y será la única persona capacitada en la Facultad de Humanidades para dirigirla. Y que, además, es propio de la vida universitaria que estos cargos sean ocupados por mucho tiempo por figuras individuales. Alguien, un colega muy entusiasta y de lengua rápida, comparó el largo régimen del profesor Henao con el esplendor de los tiempos de Pericles. Y es seguro, si le seguimos la pista a la sesuda reflexión de ese colega, que por ahí deben andar sueltos, en esta renovada versión de Atenas, un Fidias, un Herodoto o un Sófocles surgidos de las grandiosas reformas culturales que hemos vivido entre el 2001 y el 2010. Es probable que muchos de los votantes tengan esta fina percepción de lo que ha sucedido en la Facultad durante nueve años y consideren que el profesor Henao debía ser premiado con la reelección por un cuarto periodo.
Quienes apoyamos la candidatura del profesor Álvarez pensamos que, así hayamos tenido el privilegio de vivir, sin saberlo, en las bondades de tiempos semejantes a los de Pericles, no es ni democrático, ni ético, ni estético, ni funcional que un profesor universitario ocupe un cargo académico-administrativo por tanto tiempo. Que administraciones tan prolongadas deberían producir informes pormenorizados y públicos acerca del manejo de importantes recursos financieros que han sido el sustento de eventos de trascendencia. Que la reglamentación universitaria, aquí y en cualquier parte, debería contemplar periodos muy definidos para ocupar estos cargos de modo que se garantice la necesaria y democrática alternancia en la dirección de una institución. Que el país mismo estuvo sometido a una discusión muy fuerte acerca de la prolongación o no de la presencia en el poder del presidente Álvaro Uribe Vélez, entonces por qué esa misma discusión no merecería darse en las pequeñas pero significativas circunstancias de una Facultad de Humanidades. Que los cargos académico-administrativos no pueden ser vitalicios ni concentrarse exclusivamente en pocos individuos, y menos en uno solo. Que los proyectos académicos de cualquier Facultad de cualquier Universidad no pueden terminar cristalizados en pretendidos sucesores de Pericles, sino que deben ser el resultado de discusiones, acuerdos, motivaciones y sueños colectivos. Que en nueve años no se ha construido siquiera los cimientos del básico respeto entre colegas y que el decano Henao ni siquiera ha servido de árbitro ecuánime en circunstancias específicas de algunas unidades académicas. Que no ha habido una política seria ni de investigaciones ni de publicaciones, a pesar de las tentativas de búsqueda de prioridades con el actual vice-decano, profesor William González. Que era preferible votar por el profesor Álvarez porque ha dado pruebas de una fundamentada crítica a la gestión del actual rector de esta universidad, una garantía de independencia ante el Consejo Académico de la Universidad del Valle. Que la gestión del profesor Henao ha dado pruebas de mezclar clientelismo con autoritarismo, una especie de versión universitaria del uribismo, lo cual es simplemente detestable en una Facultad reconocida en muchas partes por su tradición crítica. Y, por último, que esa presunta tradición crítica, forjada en el tiempo y mediante una tesonera producción intelectual, no puede ser traicionada por aquellos que confunden sus intereses privados con las prioridades públicas.
La ambición del profesor Henao ha logrado dividir en dos mitades casi exactas a la Facultad de Humanidades. El apretadísimo resultado abre las puertas de un necesario debate. Es muy probable que comencemos a vivir tres años muy intensos que exigirán de nosotros suspicacia y perspicacia. Suspicacia para descifrar por qué tanto deseo de prolongarse en el poder o, en sentido inverso, por qué tanto temor de abandonarlo; perspicacia para darle fundamento a los argumentos a favor o en contra de tan larga administración. Perspicacia, sobre todo, para construir una alternativa colectiva en la dirección de esta Facultad y para darle una merecida despedida a nuestro prolongado decano. La historia dice que en tiempos de Pericles los ciudadanos eran muy activos.