La Universidad Nacional
de Colombia
Los
escándalos en la llamada Fundación Universitaria San Martín no tienen que ver,
solamente, con el hecho de que una familia en particular se haya enriquecido
ofreciendo educación universitaria de mala calidad. Eso viene sucediendo en
Colombia hace mucho rato y en muchas otras instituciones universitarias que son
negocios familiares o de comunidades religiosas o de grupos de empresarios.
Este lío reciente desnuda, una vez más, las flaquezas del sistema de educación
superior colombiano que no ha sido lo suficientemente selectivo de la calidad
de las instituciones que deben componerlo.
Si
tuviésemos grandes universidades públicas, bien financiadas, bien distribuidas
en sedes por todo el país, con una planta de profesores amplia y bien
remunerada, los padres de familia y sus hijos no tendrían que recurrir a las
que llamamos “universidades de garaje”. Es la debilidad del sistema de
universidades públicas, su escasez de cupos para la creciente población
juvenil, su disminuido presupuesto para mantenimiento de edificios,
laboratorios y bibliotecas lo que ha hecho que la gente mire como alternativa
cualquier cosa que ponga por delante el mote de universidad sin serlo.
A
mis amigos y a mis parientes les aconsejo, siempre, que piensen en la
Universidad Nacional de Colombia como el mejor lugar para una formación
universitaria rigurosa, para llevar una vida genuina de estudiante. Un joven a
los dieciséis o diecisiete años puede comenzar a comprender que los seres
humanos tenemos preocupaciones estéticas, artísticas, arquitectónicas, médicas,
biológicas, jurídicas, históricas, matemáticas cuando asiste a una universidad
en cuyo campus se encuentran distribuidas todas esas formas de saber producidas
por los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Las verdaderas universidades
permiten a quienes las habitan –porque en las verdaderas universidades se vive-
comprender que el ser humano tiene relación consigo mismo, tiene relación con
los demás seres humanos, con la naturaleza y con cualquier idea de
trascendencia. Todas esas relaciones están reunidas para entenderlas y
discutirlas en las verdaderas universidades.
En
las verdaderas universidades hay tradiciones de conocimiento que se transmiten
en la conversación cotidiana, en la clase magistral, en las sesiones de una tertulia,
de una mesa redonda, en las revistas especializadas, en los centros de
documentación que guardan centenarias tesis de antiguos estudiantes. Las
verdaderas universidades han vivido épocas florecientes y tiempos decadentes,
han sobrevivido a guerras, a malos gobiernos, pero siguen acumulando tradición
que se plasma en libros, en obras de arte, en invenciones, en profesionales
idóneos que salen a recorrer el mundo.
En
Colombia hay pocas verdaderas universidades que tengan un legado que atraviese
siglos. Colombia ha sido un país de una muy pequeña tradición universitaria y
la única institución que se parece a una gran universidad es la Universidad
Nacional. Cada vez que se difunde un escándalo de negociantes que se han
lucrado con las expectativas de educación de la juventud colombiana, se vuelve
apremiante fortalecer la universidad pública, expandirla por todo el territorio
y tomarla como el emblema de lo que debe ser una educación universitaria de
alta calidad.
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