Una izquierda errática
Se
acerca el primer año de gobierno del presidente Gustavo Petro en Colombia; un
gobierno que generó expectativas, ilusiones y aprensiones por ser el primer triunfo
de un dirigente de izquierda en ese país. Es cierto que ha tenido al frente una
oposición feroz, pero también es cierto que su gestión ha sido errática y
adobada por escándalos que circundan al palacio presidencial y a la familia del
presidente. Rodeado por la difusa o confusa izquierda colombiana, Petro inicio
su gobierno con una coalición porque, como él mismo lo advirtió, no podía
gobernar solo. Su primer gabinete ministerial parecía ser el resultado de una repartición
bien meditada, con varios ministros de lujo que podían garantizarle el feliz
tránsito de sus proyectos de reforma en el Congreso. Pero, ante las primeras
disonancias de algunos de sus ministros, pulverizó tempranamente esa coalición
y sus proyectos de reforma quedaron al garete. Ese ha sido quizás su primer y
gran error político; la soberbia o la ira del momento lo empujó a quedarse con
aquellos ministros que le fuesen fieles peones y las alianzas iniciales se
convirtieron fácilmente en oposición política con la resurrección incluida de
dirigentes que parecían en retirada.
La
apuesta por la fidelidad a ultranza duró también muy poco. Su ministra de salud
era portadora de la reforma que era uno de los estandartes de su gobierno; pero
la ministra no supo ni tramitar ni transmitir las supuestas bondades de un
proyecto que pretendía acabar con el andamiaje neoliberal de la atención médica
en Colombia. Ella también fue retirada de su cartera y hoy ese proyecto es un
adefesio que, de aprobarse, va a exprimir el presupuesto del Estado para dejar
satisfechos los muy diversos intereses que rodean al servicio de salud. Hace pocos días, su pedante ministra de Minas tuvo que renunciar acusada de utilizar su cargo para favorecer asuntos familiares. En resumen,
en menos de un año el presidente Petro ha cambiado a 11 de sus 18 ministros, lo
cual es un indicio claro de inestabilidad.
Es
cierto que Colombia es un país difícil, agudamente conservador con una sociedad
acostumbrada al mal vivir; de modo que cualquier intento de cambio que entrañe el
fortalecimiento del Estado y el desafío a un individualismo hirsuto estará
agobiado por las dificultades. Aun así, el plan de reformas del gobierno de
Petro ha sido entre errático e inconsecuente. Sus ministros tardaron en
presentar los proyectos de reforma en salud, en pensiones y en lo laboral. Y
luego de presentarlos fueron notables algunos desaciertos o vacíos en su
concepción; se supone que, por ejemplo, la izquierda colombiana lleva por lo
menos 30 años pensando formulas alternativas al pésimo sistema de salud
colombiano, pero lo que la ministra Corcho presentó al Congreso no contenía la
madurez de esa larga reflexión. En su proyecto no hubo claridad acerca de cómo
aplicar la reforma, en cómo debía hacerse la transición, en cómo iba a
garantizar el Estado la existencia de un sistema de salud en los sitios más
apartados y conflictivos del territorio e, incluso, olvidaba temas tan vitales
como la investigación y el cuidado de enfermedades huérfanas.
Mientras
tanto, la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, una reconocida dirigente
sindical, presentó un proyecto de reforma pensional completamente lesivo para
la clase media y en especial funesto para los empleados públicos y profesores
universitarios. Curioso que los profesores de la Universidad Nacional hayan
tenido que escribir una carta abierta advirtiéndole a una ministra, veterana
dirigente comunista y docente, que su propuesta de reforma pensional era inequitativa,
disminuía la mesada pensional de los profesores universitarios y beneficiaba a
los fondos privados. Los profesores de esa universidad criticaban el cambio
abrupto de las reglas de juego para aquellos que estaban cerca de las 1000
semanas de cotización, les obligaba a aportar más y a recibir menos al momento
de su jubilación, además hacía desparecer la edad de retiro forzoso. Un
gobierno que ha agitado la bandera de la equidad presentó un proyecto que
mimaba los regímenes especiales y de excepción (eso incluye a presidentes de la
república, congresistas, militares, etc.). En definitiva, la reforma pensional
en su origen era por lo menos inconsecuente con un gobierno que se reclama de
izquierda.
Los
ministerios de Ciencia y Tecnología, de Cultura y de Educación son un verdadero
misterio. ¿El gobierno de Petro tiene un plan de reformas para estos sectores?
Va a cumplirse un año sin que se modifiquen los criterios de medición de las
publicaciones académicas, sin novedad alguna en la promoción y en la
financiación de la investigación en ciencias (y mucho menos en las ciencias
humanas). Desde febrero no ha sido designado un ministro o una ministra de
Cultura, a la acefalía de ese ministerio se suma la renuncia del viceministro
que, al parecer, falsificó su hoja de vida. En el Ministerio de Educación
apenas asoma un proyecto de reforma de la ley de financiamiento de la educación
superior; pero nada dice aún acerca de cambios en los procesos de elección o
designación de rectores de las universidades públicas ni en las implicaciones
que puede tener la aplicación de la teoría del decrecimiento en la valoración
del conocimiento científico y en el vínculo de las universidades con la
sociedad y los sectores productivos. El sistema nacional de acreditación es un
enredijo sin resolver y muchos programas académicos están hoy en el limbo.