Preguntas y respuestas sobre Historia Intelectual (parte 2)
Pregunta 2:
¿Qué papel ha jugado la interdisciplinariedad en la
constitución epistemológica de la HI, y en qué aspectos han sido relevantes
estas relaciones con la historiografía nacional?
Respuesta:
Otra
vez, aunque no lo pida la pregunta, es necesario recurrir a la experiencia
personal, porque no podría responder haciendo una generalización que puede
irrespetar otras experiencias. En lo que a mi concierne, la HI es forzosamente
interdisciplinaria y su interdisciplinariedad está fuertemente determinada por
los aportes de la lingüística y los estudios literarios. Yo soy en muy buena
medida el producto de las discusiones que hubo en la década de 1980 acerca del
análisis de textos. Por fortuna o por desgracia mi formación inicial en la
universidad transcurrió entre la lingüística y la literatura, en una permanente
discusión sobre los métodos de análisis de los textos, y de textos no solamente
literarios.
Uno
de los debates más sostenidos tuvo que ver con el grado de autonomía del texto
literario, si era suficiente el estudio inmanente de una obra; si el verdadero
significado de una obra era el resultado de un análisis estrictamente
morfo-sintáctico del texto. Entonces establecíamos vínculos entre la
lingüística que nos proporcionaba una estructura general de la lengua, nos
dotaba de unas categorías de análisis que nos llevaba a una poética que era el
estudio de estructuras o realizaciones particulares de esa lengua. En esos
análisis era posible, por no decir que obligatorio, olvidar al autor, al
lector, a la historia literaria y cualquier información biográfica acerca del
autor. Era la autosuficiencia objetiva del texto enfrentada a un sistema de
análisis lingüístico que nos producía un significado, el significado del texto.
Ese estructuralismo formal fue aleccionador, creó un rigor en el análisis, nos
familiarizó con una terminología que tuvo trascendencia en las ciencias
humanas; por ejemplo, se volvió habitual hablar de enunciados, sintagmas y
paradigmas; de estructuras superficiales y profundas; de diferencias entre la
diacronía y la sincronía. Un semestre universitario podría transcurrir leyendo
un poema, descomponiendo sus partes, identificando la rima, el ritmo y la métrica; hallando aliteraciones, explicando el significado de una analogía, una
metáfora, un encabalgamiento. Escasamente sabíamos el nombre propio del autor y
el año de creación de la obra.
Pero
ese estudio inmanente de un texto tuvo al frente otra alternativa; a la poética
estructuralista le apareció una poética socio-histórica, una perspectiva
ambiciosa de poner en conjunción texto, autor y época o ver el texto literario
como una realización muy particular del sistema de lengua. Y esa realización
particular solamente podía explicarse según el hablante (o autor) y su
situación al momento de enunciar. Así apareció la obra de Mijail Bajtin que nos
hizo ver el texto como algo finito, relativo y entonces el ejercicio de
interpretación no se limitó al análisis lingüístico del texto y tuvo que
ampliarse a una dimensión dialógica, de modo que era necesario reconstituir la
conversación de la época que hizo posible crear ese texto con esos rasgos
formales.
Esa
tendencia socio-histórica tuvo cierto perfeccionamiento en la propuesta de
Lucien Goldmann con su clásico libro Le
Dieu caché. A mi juicio, el autor de origen rumano proponía una solución
sintética que reunía los aportes del análisis estructuralista y la dimensión
socio-histórica en la interpretación de cualquier creación intelectual. Él
propuso un método basado en la comprensión y la explicación; la comprensión era
la descripción precisa del texto, eso implicaba un proceso de análisis de su
morfología y su sintaxis hasta dar cuenta de todas sus partes y relaciones,
siempre en busca de una significación de esa estructura. Luego venía la
explicación que era la inserción de la obra en una totalidad, en el universo de
su socio-génesis. Por tanto, había un momento inmanente de análisis y otro
momento socio-histórico con el fin de llegar a una interpretación plausible de
cualquier obra.
A
mi juicio, Bajtin y Goldmann contribuyeron a poner en relación la lingüística
con la ciencia histórica. Hicieron posible pensar que todo texto remite a una
realidad extra-textual, socio-histórica y, también, que toda investigación
histórica remite a un sistema de lengua, a unos lenguajes y a unas formas
discursivas. Esa conversación entre lingüística, poética, estudios literarios e
historia ha sido muy productiva en las ciencias humanas por lo menos en las
últimas cuatro décadas y considero que allí se fraguó mucho de aquello -o todo-
que hemos querido llamar Historia Intelectual. Y, otra vez, según mi experiencia,
esa conversación interdisciplinaria es la que mejor se ajusta a lo que he
podido ser y hacer hasta hoy.
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