Colombia
decide entre derechas
Luego de los
resultados de la primera vuelta de las elecciones por la presidencia, ha
quedado evidente que la sociedad colombiana se ha ido alinderando, en los
últimos doce años, en una matizada pero muy vigorosa expresión de posiciones
políticas de derecha que, en lo fundamental, pregonan por soluciones militares
al longevo conflicto armado, por un modelo económico neoliberal, por la
intolerancia exacerbada en la comunicación política cotidiana y por el
aniquilamiento de cualquier forma de disidencia al unanimismo moral e ideológico
que esas derechas promueven. El irresistible ascenso de una especie de
delincuencia políticamente organizada ha tenido mucho que ver con la emergencia
y consolidación del modus vivendi de
expresiones mafiosas cotidianas y del vínculo vergonzante de la clase política
con las formas de economía basadas en el liberalismo extremo y que caminan por
la cornisa de lo ilegal y criminal. El uribismo ha sido el producto más genuino
y sincero del desenfreno derechista de buena parte de la sociedad colombiana
que considera como situación ideal las soluciones cruentas. La sintonía entre
el discurso beligerante y desapacible del personal político de esa tendencia y
la sociedad colombiana, es aún buena materia de análisis para los
investigadores de la historia política reciente de Colombia.
La masa votante, que
es poca en un país con el histórico recurso de la abstención (el promedio
abstencionista en los últimos 16 años es del 60 %), se basa en una población
avejentada y disciplinada en los ritmos de aceptación de las soluciones para-estatales
y violentas mezcladas con un alto grado de permisividad de los comportamientos
corruptos de la clase política que ha tenido en los últimos decenios el control
del Estado. Mientras tanto, la juventud sigue siendo un enigma como expresión
electoral, su presencia en las urnas es volátil y ni el Estado ni los partidos
políticos han sabido proporcionarle a esta franja poblacional una presencia
decisoria permanente en la vida pública. Aun así, es llamativo que en el
episodio insondable del hacker, en el movimiento político hoy triunfante, se
revelara un retazo de discurso neofascista de uno de los jóvenes protagonistas
del escándalo que, entre otras cosas, hizo parte del condimento sensacionalista
de los últimos días de agitación pre-electoral.
El gobierno del
presidente Juan Manuel Santos, descendiente de una familia política muy
tradicional en Colombia y vinculado hasta los tuétanos con los dos gobiernos anteriores
de Álvaro Uribe Vélez, decidió deslindarse de su antecesor y tutor con la apuesta
por un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc; ese deslinde pacifista ha
tenido para el uribismo un sabor a traición. A eso se ha agregado su muy
mediocre desempeño como presidente en otros temas neurálgicos, tales como las
necesarias reformas a la justicia, a la salud y a la educación. Las vacilaciones
en esos asuntos opacaron sus avances en la negociación con la guerrilla, su
política de reparación a las víctimas del conflicto armado y de restitución de
tierras a los campesinos que habían sido desplazados por los agentes armados. También
se agrega sus impopulares y hasta erráticas acciones ante los paros del
movimiento campesino y su ortodoxia económica neoliberal que muy poco
contribuye a solucionar los problemas de desigualdad social, aspecto en que
Colombia ocupa los peores lugares a nivel mundial.
Colombia decide entre
derechas. Tres de los cinco candidatos presidenciales hicieron parte de los
gabinetes ministeriales en uno o dos de los periodos presidenciales de Álvaro
Uribe Vélez, el dirigente político más influyente de la última década. Los dos restantes
alcanzaron a delinear, a pesar de todo, las posibilidades electorales de la
izquierda colombiana. Hoy, su caudal electoral podría ser determinante en las
necesarias alianzas de conveniencia de la segunda vuelta prevista para el 15 de
junio. Los dos candidatos con la mejor votación se asemejan, como sucedió hace
algunos años en Francia, al dilema de escoger entre la centro-derecha reunida
alrededor de Jacques Chirac y la ultraderecha expresada en la figura de
Jean-Marie Le Pen. Sí, los colombianos decidimos hoy entre derechas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario