Bogotá es una
porquería. Bogotá, la capital de Colombia, es quizás una de las ciudades
capitales más feas del mundo. Pero Bogotá no es solamente fea, es sucia y
peligrosa. No se trata de endilgarle a un alcalde o a un partido político en
particular todos los males que posee, porque precisamente Bogotá es un
acumulado de errores, omisiones, incurias; Bogotá revela todas las
incapacidades, excesos, descuidos de la dirigencia política colombiana. La
capital de Colombia es el acumulado histórico de todos los errores posibles. Lo
que es hoy es el resultado de lo que no se hizo o no se quiso hacer desde hace
ochenta, setenta, cincuenta años. Al verla y sufrirla todos los días, entiende
uno por qué Colombia es un país atiborrado de conflictos sin resolver y bien
acostumbrado a vivir con todos los males posibles encima. La sociedad
colombiana se ha vuelto impasible ante todo lo que la agobia, tiene una gran
capacidad de adaptación a situaciones invivibles y por eso se revuelca
fácilmente en la violencia, la miseria, el desorden, la arbitrariedad, la
inseguridad.
Los bogotanos en
particular y los colombianos en general somos, al tiempo, seres admirables e
incomprensibles; cómo podemos soportar una ciudad que pone obstáculos para las
rutinas más elementales; donde no es fácil ir y venir de los puestos de
trabajo; donde las calles están llenas de cráteres; donde las principales
avenidas son lugares desapacibles y malolientes; donde no hay ningún hito
arquitectónico; donde no hay un sistema de transporte masivo cómodo y fluido;
donde se puede ser víctima de una banda de delincuentes en cualquier parte. Con
razón hemos convivido y sobrevivido con uno de los conflictos armados más
antiguos del mundo, si tenemos la costumbre de arrastrarnos en la inmundicia y
adaptarnos al peligro.
Propongo un ejercicio
elemental para los incrédulos, si acaso es posible. Recorran la ciudad a partir
de cada una de las entradas principales. Cada una está en los respectivos
puntos cardinales y en todas no se sabe bien dónde termina la calle y comienza
la acera; en todas hay destrozos en el asfalto; todos los separadores de unas
supuestas autopistas son montículos adornados con basura. Aún más, creo que
coincidiremos en destacar que por cualquier lugar que se llegue a la capital de
Colombia, y si se va hacia el centro histórico, no hallaremos un monumento o
una edificación que constituya un hito arquitectónico. Es la fealdad suprema,
es un acumulado intimidante de espacios mal mantenidos, mal administrados.
Bogotá es algo así como
el diploma que certifica que Colombia es una sociedad muy desorganizada que no
ha podido aprender cosas básicas propias de la vida en común y que su clase
dirigente es aviesa. Si en Bogotá no se han impuesto los moldes
racionalizadores de un Estado moderno, podremos presentir cómo han crecido las
ciudades intermedias colombianas. Es una ciudad con once millones de habitantes
y sin una línea de metro, ni de tranvía ni de tren de cercanías. Viendo esta
deformidad enorme, nos preguntamos si Bogotá es el resultado de un país pobre
que no tiene recursos suficientes para modernizarse o si su clase política es
tan corrupta y tan inepta que no ha podido tener un liderazgo y una capacidad
de gestión para realizar obras sustanciales que ayuden a la vida colectiva.
Bogotá, la capital colombiana, es de todos modos el corolario de fracasos
compartidos de políticos de todos los pelambres, de ingenieros, economistas, urbanistas
arquitectos, abogados. Es el monumento solemne al fracaso de la vida en común
en un país donde es fácil matar y destruir.
Totalmente de acuerdo!
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