Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

viernes, 17 de agosto de 2018

Fragmento 13-meditación reciente


Vuelve a colaborarnos el joven escritor mitad francés, mitad ecuatoriano, Jean-Pierre Velasco.

París se ha vuelto oscuro y húmedo; quizás siempre ha sido así, pero ahora es más fácil verlo así. En el invierno se vuelve aún más sombrío y despiadado. Los inmigrantes sucios y hambrientos sobre los andenes, estorbando, pidiendo algo, entumecidos por el frío, con los ojos llorosos. En la televisión, el presidente Macron tratando de adornar con tecnicismo su metódica destrucción de lo que alguna vez hicieron el socialismo y las gentes que lucharon hace cincuenta o sesenta años por un Estado benefactor. Queda algo de caridad cristiana, de paciencia religiosa para ver el cuadro lamentable de la basura acumulada en las calles, los parques invadidos por gentes de otras nacionalidades.
París se volvió lúgubre. En diciembre, las ventiscas y las lluvias obligan al encierro, a quedarse en la casa llenando crucigramas, tomando vino y, si hay suerte en el amor, fornicando hasta la irritación. Afuera hay muy poco que ver, turistas ingenuos que van en busca de los promontorios humanos para tomarse fotografías y enviarlas a muchas partes del mundo. Ellos alcanzan a ver muy poco, a no ser que sean víctimas de un robo y una paliza en una callejuela solitaria; entonces sí tendrán algo para contar.
Los vagones apretujados del metro aseguran saliva ajena en nuestros rostros; roces de mugre, caídas en las escaleras eléctricas, maletas rotas, pisotones. Ya no se puede leer un libro mientras se viaja. Las miradas se volvieron desconfiadas; a veces un sonido fuerte, casi un estallido asusta y hace correr en sentidos diversos. No siempre es una bomba o un atentado, es un simple crujido de alguna máquina. París dejó de vivir tranquila; los ladrones, los asesinos, los terroristas, los inmigrantes, los policías, los políticos asustan por todas partes.    
Los franceses casi no sonríen porque tienen una mezcla de miedo y rabia. Miedo, porque ya han sentido la muerte cerca, han sentido de nuevo la ruina humana, la pobreza que se agolpa en las puertas de sus casas. Rabia porque tienen impotencia, nada pueden hacer, nada saben hacer sus políticos cada vez más mediocres. Entonces toman las mejores decisiones que pueden entre el miedo y la rabia, irse de Paris, alejarse de eso que les produce miedo o asco o rabia. Tratan de dejar lejos eso que los sobrecoge y para lo cual no tienen soluciones. Los parisinos se van yendo y dejando sus casas para quienes saben vivir entre el miedo y las sombras.
Sólo queda un poco de terapia musical para sobrevivir o para preparar el suicidio; llegar a la casa y escuchar de Erik Satie aquella breve pieza para piano: Once Upon a Time in Paris.

Pintado en la Pared No. 181

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