Las ciencias humanas y sociales en Colombia conocen un
trayecto serio de consolidación institucional en las universidades colombianas;
constituyen una comunidad crítica de muy diversa formación con muy diversas y
muy interesantes perspectivas de investigación y producción intelectual. Se
expresa de modo rutinario mediante una muy buena variedad y calidad de revistas
cuyo mayor defecto es que son herméticas, hiper-especializadas; pero, en ellas,
cada ensayo y cada reseña están sometidos a una juiciosa y hasta dispendiosa
evaluación entre pares académicos. Los científicos sociales y humanistas
promovemos cotidianamente eventos nacionales e internacionales de difusión de
novedades; discutimos y proponemos soluciones para las circunstancias actuales
de la sociedad colombiana; también examinamos el pasado para que el país sepa
recordar y entender los procesos que hemos vivido como comunidad humana específica
y, por supuesto, intentamos imaginar responsablemente las condiciones futuras
de convivencia y conflicto inherentes a un país que no ha sabido resolver
problemas desde su génesis como Estado-nación.
Esa riqueza acumulada merece, de nuestra parte, un
balance crítico y colectivo, un ejercicio de introspección y retrospección que
nos permita saber qué hemos venido siendo como sociólogos, como antropólogos,
como filósofos, como historiadores, en fin, como estudiosos del ser humano en
múltiples dimensiones; necesitamos examinar qué hemos producido, qué hemos
dejado de hacer, cuáles pueden ser los objetos, los métodos y las prácticas que
nos han ido distinguiendo, qué nos falta por aprender y entender. Y, sobre
todo, nos hace falta captar la condición en que estamos, qué lugar estamos
ocupando en las prioridades de las burocracias universitarias, de la educación
y de la cultura en Colombia.
Ese auto-examen necesita, sin duda, un respaldo
institucional que, es forzoso constatarlo, las ciencias humanas y sociales en
Colombia han dejado de tener. ¿Desde cuándo Colciencias no convoca estímulos y
financiación para proyectos de investigación en áreas específicas de las
ciencias humanas? ¿Desde cuándo no le interesa convocar investigaciones sobre
asuntos de la Lingüística o de la Filosofía o de la Literatura o de la
Psicología o de la Historia o de la Sociología? ¿Desde cuándo Colciencias se ha
dedicado a crear un cerco para la producción intelectual de los científicos
sociales, a denigrar sus revistas, a colocar como modelos de escritura a lo que
se produce en las ciencias exactas o “duras”? ¿Desde cuándo Colciencias ni los
ministerios de Educación y Cultura no instituyen premios nacionales que
estimulen y reconozcan la investigación y la escritura en nuestras ciencias en
diferentes niveles de formación? A ese desprecio se agrega lo que algunas
vicerrectorías de investigación hacen o dejan de hacer en algunas o muchas
universidades colombianas, donde creen que las humanidades o las ciencias
humanas son simple ornato de cultura general para los estudiantes o un conjunto
de incómodas prácticas de investigación que no caben en los formatos de
seguimiento, evaluación y financiación. Quizás haya que decir, para ir apurando
algo del balance, que mucho de lo bueno e interesante que se ha producido
en las ciencias humanas en Colombia se ha producido por fuera de la estrechez y
hasta hostilidad de nuestras universidades.
En resumen, es indispensable un balance
colectivo de nuestras historias disciplinares; exigir o inventarse un ambiente
institucional de promoción de la investigación, de la publicación y difusión de
obras; exigir o inventarse premios nacionales que valoren lo que mejor hacemos
en la creación e investigación humanística en Colombia. Pero para eso hay que empezar por conversar entre nosotros y ponernos de acuerdo.
Pintado en la Pared No. 203.
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