La desaparición del libro de autor
En
los últimos años se ha hecho notoria, al menos en Colombia, la disminución
hasta casi ausencia del libro de autor. Cada vez hay menos libros de autor en
las ferias del libro y eso quiere decir, en lo que concierne al ámbito de las
ciencias humanas y sociales, que hay una disminución de investigaciones sólidas que
lleguen al punto culminante de un libro firmado por un autor individual. Al
ritmo de esa disminución han ido en aumento los libros colectivos. Y eso puede
señalar otras cosas: intento de formación de comunidades temáticas, evasión de
la responsabilidad de escribir obras de envergadura, renuncia a las exigencias
cada vez más hostiles de las revistas especializadas.
¿Por
qué esa inclinación por el libro colectivo? No quiero arruinar el entusiasmo de
muchas y muchos colegas míos por el libro colectivo. Casi siempre, el libro
colectivo es el resultado de un enjundioso esfuerzo que ha implicado un evento
internacional que reúne a oficiantes de determinadas variantes disciplinares,
luego viene la escritura profusa de ponencias de desigual nivel y más tarde el
ingrato trabajo de edición que muchas veces incluye conseguir una especie de
mecenazgo, corregir y hasta perfeccionar los ensayos, someterlos a evaluación
de pares y, por fin, presentar ante el mundo académico un libro que ha tomado por
lo menos un par de años de trabajo. Lo curioso de tanto esfuerzo, si no lo han
notado mis colegas, es que de esa colección de ensayos que componen un libro
colectivo apenas si queda el recuerdo de dos o tres y, peor aún, muchas veces el
único reconocimiento se inclina por el brioso editor, coordinador o compilador
del libro. En definitiva, el libro colectivo no tiene la repercusión deseada
por sus promotores y, de adehala, un artículo publicado allí tendrá un pírrico valor en los comités de credenciales de las universidades públicas colombianas.
A mi
modo de ver, el libro colectivo ha devenido una escapatoria del cada vez más
decepcionante universo de las revistas científicas. Las revistas de las
ciencias humanas y sociales en Colombia afrontan, por lo menos en los dos
últimos decenios, una adversa competencia con pautas de medición que las han
ido condenando al ostracismo. Revistas que habían nacido como la expresión más
o menos auto-controlada de comunidades científicas localizadas en universidades
y zonas precisas del país conocieron, primero, la crisis de la abundancia y de
la competencia entre ellas mismas que plasmaba, irónicamente, el florecimiento
de unidades académicas, institutos, programas de pre-grado y posgrado. Luego
tuvieron que afrontar las exigencias de la competencia divulgativa
internacional, adherirse a mediciones y tratar de sobrevivir en determinadas
bases de datos bibliográficas.
En
esa lucha perdida de los artículos en revistas especializadas y en libros
colectivos, la investigación y el libro individuales han perdido trascendencia.
¿Dónde están los autores de investigaciones en nuestras unidades de ciencias
humanas y sociales en Colombia? ¿Nos estamos refugiando en el libro colectivo? ¿Dónde
están prefiriendo escribir nuestros colegas ante la adversa situación de las
revistas nacionales? ¿Hay un éxodo masivo para escribir y publicar en revistas
extranjeras? En suma, ¿qué tragedia cultural estamos viviendo en nuestras
disciplinas con el auspicio vergonzante de nuestro Ministerio de Ciencia y Tecnología
y de nuestras direcciones universitarias?
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