Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

viernes, 4 de agosto de 2023

Pintado en la Pared No. 295

 

Malcolm Deas (1941-2023)

 

Tengo buenos recuerdos del historiador británico Malcolm Deas. Varias veces compartí con él en eventos y espacios de opinión. Lo recuerdo como un señor jovial, amable, muy dispuesto a la conversación. Era conocedor de la minucia erudita de nuestro pasado, podía moverse, historiográficamente hablando, en los siglos XIX y XX. Eso sí, nunca pudo hablar un fluido español y a veces sus intervenciones se tornaban incomprensibles.

Dejó un legado, sin duda. Escribió algunas cosas muy institucionales, muy condescendientes con el establecimiento político colombiano y quizás por eso nuestra dirigencia política lo adoraba y nuestro periodismo analfabeto le encantaba entrevistarlo. Su visión del país se movía entre la ingenuidad candorosa y la de una especie de funcionario de Estado. No hay que olvidar que fue muy cercano al gobierno de César Gaviria. Su conocimiento de la historia de Colombia y de otros países del sur de América fue resultado tanto de su formación como historiador en Gran Bretaña como por su rápida familiaridad con los archivos privados y oficiales colombianos; eso le permitió alimentar una formidable erudición plasmada en hallazgos, anécdotas que sirvieron para darle un tinte heterodoxo a la comprensión de nuestro pasado. Pero nunca logró escribir una obra de la densidad de un Frank Safford o de un David Bushnell. Por eso sus juicios desplegados en entrevistas o en breves ensayos son socarrones, simpáticos, intuitivos.

Su otro legado importante fue como maestro tanto en Oxford como en América latina, en ambos lados del mundo ayudó a formar a muchos historiadores, como director de tesis doctorales, como jurado de otras, como jurado en concursos y como evaluador de proyectos de libros. Para nuestra historiografía su mejor contribución quedó guardada, quizás, en los dos tomos dedicados a la vida y opiniones de William Wills, obra publicada por el Banco de la República en 1997. William Wills fue, como lo dijo el propio Deas, “un raro inglés” que decidió radicarse en Colombia desde 1825. Su otra contribución es un panorámico ensayo, casi de manual, acerca de la formación de la república de la Gran Colombia que aparece en uno de los tomos de la Historia de América latina dirigida por Leslie Bethell.

Su mejor libro, a mi modo de ver, es la colección de ensayos titulada Del poder y la gramática. Publicado en 1993 y varias veces reditado, allí está compendiada la brillantez interpretativa del historiador británico. Cualquier estudio sobre la historia política o la hoy tan popularizada historia intelectual tiene que revisar obligatoriamente esa tanda de ensayos. Para mi gusto, el ensayo titulado “La presencia de la política nacional en la vida provinciana, pueblerina y rural” es el más interesante. Creo que allí es donde aparece por primera vez, para nuestra historiografía, la alusión muy pertinente de la obra clásica –y al tiempo todavía desconocida en nuestro medio- de Maurice Agulhon, La République au village. Allí, Deas desplegó dos destrezas que él supo administrar; su conocimiento profundo de los archivos del siglo XIX colombiano y su familiaridad con la historiografía que hasta entonces se había producido tanto en Colombia como en Europa relacionada con el problema de la formación de la nación.

Con su muerte se va yendo una generación de estudiosos extranjeros de nuestro país; mientras asoma una nueva con otras perspectivas y otros acumulados en sus trayectorias. Y nosotros, aquí, viendo cómo nos estudian señoras y señores que no nacieron aquí.

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