¿Y las mujeres?
Como
nuestras universidades públicas no son autónomas, nosotros no elegimos a
nuestros rectores. Mientras se discute una posible
reforma a la Ley 30 de educación superior, la Universidad del Valle conoce un
listado de siete candidatos a la rectoría que pretenden reemplazar la gestión desastrosa del profesor Edgar Varela. Como suele suceder, un organismo denominado
el Consejo Superior -cuya composición ya es un atentado a cualquier ejercicio
de autonomía- designará a uno de esos respetables señores que se postularon sin
importarle lo que podamos opinar los miembros de la comunidad universitaria.
Para
la Facultad de Humanidades será muy importante que el nuevo rector mire hacia
este lado del campus universitario. El rector que se despide incumplió, por
motivos que ignoramos, un plan de reestructuración física de nuestra Facultad.
En 2017 nos visitaron funcionarios de la Oficina de Planeación y nos hablaron
de transformaciones muy atractivas; la reubicación del taller de imprenta, la
construcción de unas aulas propias, la recuperación de algunos lugares para que
fuesen oficinas de profesores. Nada de eso sucedió y seguimos pasando donde el
vecino centro comercial para asearnos y atender estudiantes. Muchos de los
profesores seguimos – y sospecho que seguiremos- deambulando sin salones dignos para impartir clases, sin oficinas y sin
espacios para colocar nuestros libros.
Lo
único nuevo y bueno de esta campaña electoral por la rectoría es que no hay
atisbos de reelección, aunque tampoco me ilusiona el cambio de rector. Eso sí,
advierto un mal síntoma en la ausencia de mujeres colegas en ese listado de
siete candidatos masculinos. Por eso me pregunto: qué pasó con las mujeres,
dónde están las mujeres, dónde están las colegas que enseñan, investigan y
administran en la Universidad del Valle. Yo creo que un listado exclusivo de
señores profesores no es indicio de buena salud colectiva. Aún más, creo que
estas elecciones están transcurriendo en un clima muy adverso para la vida en
común en la Universidad del Valle. Yo conozco profesoras muy brillantes, muy
trabajadoras, muy conocedoras de las virtudes y de los defectos de
funcionamiento de nuestra universidad. Las considero tan capaces como
cualquiera de los actuales candidatos, entonces me atrevo a reclamarles por qué
ni siquiera postularon sus nombres para la contienda.
El
debate de ideas quizás sea lo único interesante de una campaña a la rectoría,
mucho más en el momento en que el gobierno de Gustavo Petro pretende reformar
la educación superior. En ese debate han debido estar dos o tres candidatas diciéndonos
qué idea de universidad quisieran poner en marcha. La ausencia de una o varias
postulaciones femeninas no corresponde con el liderazgo que muchas colegas han venido
teniendo en muchos aspectos de nuestra universidad y de la vida pública en el
país. Tenemos muy cerca ejemplos de mujeres dirigiendo las principales
universidades públicas y privadas de Colombia, así sucede con la rectoría de la
Universidad Nacional y con la de la Universidad de los Andes, entonces me
pregunto por qué no podemos vislumbrar algo semejante para la Universidad del
Valle.
Claro,
no creo que en las condiciones actuales del Consejo Superior una candidatura
femenina sea la más probable; tampoco creo que las mujeres lo hagan mejor o
peor que los colegas masculinos. Simplemente creo que la perspectiva docta
femenina no puede estar ausente de un debate acerca de lo que puede o debe ser
nuestra universidad. Cuando en una universidad falta la perspectiva femenina,
estamos ante una falta total de perspectiva. Y ante esa falta total de
perspectiva quedamos obligados –y, por supuesto, obligadas- al auto-análisis.
¿Por qué no hay en nuestra universidad profesoras que se atrevan a hablar como
candidatas a la rectoría? No creo que la tarea fundamental de mis colegas
femeninas sea esperar cuándo los señores doctores machos nos equivocamos y
dejamos resbalar nuestros bajos instintos para que nos señalen con el dedo acusador.
Me resisto a pensar que su función sea simplemente reactiva.
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