Un día contra
un sistema
El 15M español
en la crisis de los mercados
Parte II
Alfonso Rubio
Con media España celebrando los
acontecimientos y la otra media alarmada por ellos, los comicios municipales y
autonómicos del 22 de mayo se celebraron y el ascenso del voto nulo, depositado
esta vez con toques irónicos o sarcásticos, se achacó a un 15M que todavía se
mantenía en tiendas de campaña callejeras. La suma general de abstenciones,
votos en blanco y votos nulos fue muy superior a la de otras elecciones. La
mayoría de los votos nulos traían poesías dedicadas a dirigentes políticos;
frases como “estamos hartos”, “¿cuándo nos vais a sacar de esta crisis?”;
papeletas con imágenes tomadas de internet alusivas al 15M y eslóganes que ya
se habían hecho populares como “mucho chorizo para poco pan”, “me sobra mes a
final de sueldo”. Fueron en realidad votos nulos, pero cargados de mensaje
contra una clase política, así decían las proclamas, que “no nos representa”.
Mientras esto ocurría, recordemos, los
estudiantes de Chile demandaban en las calles una educación pública y más
igualitaria. En el mes de julio, en Israel cientos de ciudadanos se
manifestaron por la justicia social, sobre todo contra la carestía de la
vivienda; y en agosto Inglaterra ocupaba las titulares de la prensa por los
disturbios sociales de Tottenham (barrio londinense particularmente castigado
por la crisis, el desempleo y la falta de oportunidades) que se expandieron por
el Gran Londres y que aumentaron la presión policial. Los recortes sociales de
la coalición conservadora-liberal inglesa que ahora gobierna han dejado mostrar
el trasfondo de la situación actual: una juventud que no ve, ni a corto ni a
largo plazo, una favorable coyuntura de futuro y que, como la del 15M español,
ahora mismo enmarcada en una mayor crisis, permite ver altas tasas de abandono
escolar, de desempleo, precios todavía exorbitantes de la vivienda, aumento de
los ni-nis y aumento de la pobreza para la cual Cruz roja ya ha dado la voz de
alarma.
Pero, en contra de los disturbios
violentos londinenses, los “indignados” del 15M optaron desde el comienzo y con
claridad por la no violencia. Creen en la convivencia democrática para
regenerar la política y el funcionamiento de los poderes bancarios y
financieros (los mercados) que se han impuesto al poder político. Es la “no
violencia” proclamada por Stéphane Hessel a sus 93 años en ¡Indignaos! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la
insurrección pacífica. “¡Indignaos!” es un breve panfleto escrito en el
2010 llamando a la juventud francesa a la rebelión pacífica contra los abusos
del poder económico. El libro, prologado por el conocido escritor español José
Luis Sampedro, fue editado en España en febrero de 2011, poco antes de ver en acción
a los manifestantes del 15M que adoptaron para sí mismos el apelativo de
“indignados”. “Indignaos” grita Hessel a los jóvenes “porque de la indignación
nace la voluntad de compromiso con la historia”. Teniendo en cuenta el mensaje
sartreano de que la responsabilidad del hombre no puede encomendarse ni a un
poder ni a un dios, pues somos “responsables en tanto que individuos”, Hessel
recuerda los logros conseguidos después de la Segunda Guerra Mundial en el
campo de los derechos humanos, la implantación de la Seguridad Social y los
avances del Estado del Bienestar, al mismo tiempo que señala o advierte de los
actuales retrocesos que estamos sufriendo en ellos y del peligro que implica no
distinguir entre opinión pública y opinión mediática, pues los medios de
comunicación, dice, “están en manos de la gente pudiente”.
Bajo el imperativo “Indignaos”, al que
más tarde le acompañaría el Comprometeos
(Destino, 2011), el movimiento español exportó su protesta y el 15 de octubre
los cánticos contra la banca y los políticos se unieron en medio mundo: en las
principales ciudades europeas y en ciudades como Tokio, Sidney, Seúl, Auckland,
Kuala Lumpur, Buenos Aires, Santiago de Chile, Sao Paulo, Los Ángeles y Nueva
York. Los indignados neoyorkinos (Occupy
Wall Street) lograron enorme repercusión desde su manifestación del 17 de
septiembre, recibiendo el apoyo de la izquierda y de los sindicatos, y Obama
demostró con sus declaraciones estar en la misma encrucijada económico-social
que algunos Gobiernos europeos, viendo con preocupación que la crítica hacia el
sistema de democracia representativa derivara hacia una crítica del sistema
mismo.
Pero realmente, el 15M español, pocas
semanas después de los comicios del 22 de mayo, perdió parte de su visibilidad
social, aunque ahora, después de un año, sigue activo a través de grupos y
comunidades en redes sociales (Juventud Sin Futuro, Democracia Real Ya) y a
través de iniciativas en asambleas de barrios, de cooperativas, de movimientos
vecinales que se habían anquilosado en España y que el 15M ha revitalizado
entre los sectores sociales más marginados y empobrecidos por la crisis
económica. El movimiento se ha diluido al trasladarse a los barrios y aunque se
oigan voces diciendo que el espíritu del 15M está más vivo que nunca, por ahora
el único impacto que ha producido en el Congreso de los Diputados ha sido la
admisión a trámite de la iniciativa popular a favor de la dación en pago para
los afectados por el impago de las hipotecas inmobiliarias.
Después de un año, la celebración de su
aniversario ha dejado ver que el Estado ha recuperado un papel predominante no
para atender las críticas y las propuestas del 15M e incorporarlas al debate
político, sino para apoyar al capital. La posición cómoda del PP y un
sentimiento de autoconfianza de quien ganó legítimamente sin ni siquiera
ofrecer propuestas, aumentó el control policial y restringió la visibilidad en
las celebraciones de este aniversario. En un año transcurrido los recortes
sociales que comenzaron con Zapatero se han ido sucediendo hasta alcanzar las
mayores cotas justamente, como dijimos al comienzo, ahora, en un 17 de mayo de
este 2012.
Si la socialdemocracia española o
europea ha perdido identidad y ha visto quebrarse la idea de progreso ante esta
crisis, frente a Nicolas Sarkozy, la reciente
victoria del socialdemócrata François Hollande en Francia (nuevo presidente desde el 15 de mayo) y el
descenso de intención de voto para los partidos de derecha o el centro-derecha
que gobiernan en los países europeos, son hechos que vienen a ratificar que la
crisis económica está golpeando a todos los partidos gobernantes, sean del
color que sean. Ni unos ni otros, siempre de la mano de la Alemania de Angela
Merkel, encuentran el camino, y ante la
mala o difícil gestión de la crisis, del mercado de trabajo y de la
inmigración, se incrementa el voto de la extrema derecha.
Ya desde el 2008, con la quiebra de Lehman Brothers, una compañía global de servicios financieros de Estados
Unidos, pero con mayor intensidad durante los años de
2011-2012, en la prensa escrita, en los noticieros de la radio y la televisión,
en las casas, en los bares y en las calles españolas, no se habla de otra cosa
sino de crisis y ésta se traduce en un sinnúmero de hechos que cotidianamente
nos rozan: cierre de establecimientos y de pequeñas empresas, despidos masivos
con o sin ERE (Expedientes de Regulación de Empleo), familias numerosas donde
no hay ni una sola entrada salarial, obreros que después de más de veinte años
trabajando pierden su empleo con más de cincuenta de edad, interinos de la
educación y de la sanidad que no volverán a su puesto de trabajo, falta de
ofertas de empleo, retorno de emigrantes, emigración fuera del país de recién
licenciados españoles en busca de salidas laborales, recortes salariales entre
el funcionariado y las empresas privadas, disminución de pensiones y, por
supuesto, falta de crédito. Este es el tono diario, no producto del pesimismo
europeo, de miles y miles de páginas que hablan sobre la “crisis” y, junto con
ella, de la obediencia que debemos profesar a otro concepto, el de “austeridad”,
o sea, la mortificación de los sentidos y de las
pasiones en el gasto público.
Junto a la palabra “crisis”, en los sectores
laborales y en el marco de la Reforma Laboral emprendida por el Gobierno
español, se oye decir con frecuencia otra palabra: “flexibilidad”. El discurso
conservador dirige sus intereses hacia la mercantilización del trabajo bajo el
concepto de flexibilidad que reduce las opciones a un empleo estable y
duradero, aumenta la inseguridad de poder establecer proyectos de futuro y,
como está ocurriendo, si los trabajadores antes eran unas “explotados”, ahora
se consideran unos “privilegiados”, por muy modestas que sean las ganancias. “-Al menos
tienes trabajo” es
una frase frecuente de escuchar cuando en una ya típica conversación sobre la
crisis, en un momento dado, un desempleado se dirige a un trabajador en activo.
Posiblemente, no es fácil comprobarlo, el tema de la crisis haya desbancado al
tema del fútbol en las conversaciones de cafetería hasta el hartazgo, de ahí
que, con simpatía, en algunos de estos establecimientos, sus dueños hayan
colgado el cartel de Prohibido hablar de la cosa.
El neorrealismo ha vuelto, aumentan los robos de
todo tipo y cuantía y los ladrones de un banco italiano justifican su acción
ante una “dramática crisis”. La política se muestra impotente, hay un acelerado
ritmo de destrucción de las clases medias, enormes urbanizaciones sin
compradores, escuelas sin maestros, hospitales sin médicos, aeropuertos sin
vuelos, arrogantes bancos o cajas de ahorro que ahora piden limosna al
empobrecido Estado; escombros, ruinas que hacen volver la mirada a esa
construcción de bienestar social que Europa supo forjar en una larga posguerra.
El crecimiento del capitalismo europeo a partir de la segunda mitad del
siglo XX junto al crecimiento del Estado del Bienestar proporcionaban
protección en caso de enfermedad, de desempleo o jubilación, y nosotros,
generaciones que nacimos a partir de los años 60, hemos crecido, no sin el
trabajo de muchos y el fin de la dictadura franquista, con una mejora de vida sustancial
que no tuvieron nuestros padres, con acceso general a la educación y a la
sanidad y con un funcionamiento más o menos estable de la Administración
Pública. Es traumático, por impensable primero, por sus consecuencias después,
ver ahora que en pocos años muchos de los logros sociales conseguidos entonces
vienen retrocediendo a pasos gigantescos y Unicef alerta por
estos días de que los niños son por primera vez el colectivo más pobre en
España. El 26% de ellos (2,2 millones) vive en hogares por debajo del umbral de
la pobreza.
Reivindicaciones sindicales necesarias canalizaban
o conseguían objetivos de mejora sociolaboral y hoy en día parecen
desacreditadas por la ineficacia de sus huelgas o propuestas, una evidencia que
hace cierto el declive de la clase trabajadora y de los sindicatos en la era
que algunos llaman posindustrial. Ahora, los nuevos movimientos sociales como
el 15M tienen difícil cauce de representación institucional y ante desórdenes
sociales, los Gobiernos están aplicando acciones de mayor control policial
(Sarkozy ya en los disturbios franceses de Saint-Denis en el 2005, cuando era
ministro del interior, proclamó aquello de “tolerancia cero”) en aras de
mejorar (si ahora está fallando) el capitalismo financiero y especulativo.
Hoy en día, cualquier suramericano que desembarque
en la antigua metrópoli percibirá enseguida que las cuentas del imperio
ciertamente ya están muy amarillas. Escuchará gritos extraños: hay emergentes atractivos, pero pendientes del riesgo global; la
asociación internacional de derivados bendice el acuerdo de pérdidas
voluntarias, la recesión es un coste necesario para poder crecer más rápido en
el futuro, pero la austeridad sin estímulos está destruyendo a las clases
medias; el Fondo Monetario Internacional dio a conocer sus perspectivas de
invierno y el espectro de la pobreza y el desempleo lo sobrevuela; la
reestructuración de la eurozona será un desafío y la austeridad no es la única
estrategia; la mesa de discusión Las
semillas de la distopía se centró en cómo evitar que los 225 millones de
desempleados de todo el mundo pierdan la fe en el capitalismo y en las
instituciones pública. Con toda seguridad, exclamará: ¡¡Ma c’ubah tahn, ma
c’ubah tahn!!
Sí, las
crisis económicas son tan viejas como los propios mercados, pero pueden traer
consecuencias catastróficas en el terreno político. El 15M español recuerda que
otra política es posible, pero los resultados electorales dijeron que hay un
sistema establecido. Seguiremos, pues, formando todos nosotros (el “99%”) parte de un gran experimento económico
realizado por un “1%” que antes se llamaba “economía de libre mercado” y ahora
se vuelve a llamar “capitalismo”. La crisis ha desenmascarado parte de ese
experimento de excesos movido por el individualismo y el interés propio y hoy
en día sabemos que los flujos financieros de unas nuevas transacciones
digitales mantienen en perpetuo movimiento la totalidad del globo. Todos lo
sabemos, pero nadie lo entiende.
Logroño, 20 de mayo
de 2012
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