Colciencias: ¿ser
o no ser?
Los
profesores universitarios no sabemos qué hacer ante Colciencias, la entidad estatal
que, supuestamente, orienta y promueve la investigación en ciencia y tecnología
en Colombia. Nuestra relación con esa institución es vergonzante y ambigua.
Sabemos que es una entidad precaria, equívoca, por no decir que mediocre, pero
aun así nos sometemos a sus dictámenes, a sus pautas de medición y nos afanamos
por participar en sus pobres convocatorias. Unas veces queremos confiar en
ella, en otras ocasiones nos exaspera y creemos que lo mejor es que
desaparezca. Investigar apoyados por el Estado o investigar a pesar del Estado
parece ser el dilema. El Estado también envía información ambigua hacia
nosotros, a veces hace notar que no le interesa fomentar la investigación de
alto nivel, en otras ocasiones trata de sacudirse de su mezquindad. De un lado,
tenemos una comunidad académica dispersa que actúa atomizada. Del otro, un
Estado incapaz de proponer una estrategia de investigación a todo nivel, en
todas las áreas y con un presupuesto generoso.
Quizás
sea más ambivalente la situación en las ciencias humanas y sociales. Colciencias
no se cansa de mostrar su desprecio por la investigación en esas ciencias que
las considera las cenicientas del mundo académico; mientras tanto, el gobierno
del presidente Santos les da un espaldarazo a los científicos sociales cuando
crea una comisión relatora, en el proceso de negociación con la guerrilla, conformada por distinguidos representantes de las ciencias
sociales en Colombia. Los científicos sociales creemos, unos, que la mejor
investigación se hace de modo independiente, sin las trabas de la burocracia
estatal; y otros consideran que es necesario exigirle al Estado que cumpla sus obligaciones
de financiación digna de la educación y la investigación. Queremos y odiamos el
Estado; pedimos su apoyo y al mismo tiempo desconfiamos de él. El Estado colombiano
necesita investigadores sociales y, al mismo tiempo, envía señales de
desprecio. Para unos, separarse de Colciencias puede entenderse como una
liberación; para otros, la ausencia de apoyo de esa entidad se asemeja a una
situación de orfandad.
La
Colciencias que hoy tenemos es un organismo errático y la comunidad académica
es inane. Más importante que tener una entidad estatal seria y poderosa que
rija los destinos de la investigación, es contar con una comunidad de
investigadores que constituya un grupo social crítico capaz de fijarse derrotero
propio. La investigación social en Colombia necesita salir de la reclusión
esotérica de revistas especializadas que casi nadie lee; necesita romper el
molde del lenguaje empobrecido que ha impuesto la llamada “producción académica”.
Los profesores e investigadores universitarios necesitamos conversar cotidianamente
con la sociedad colombiana. Más de cinco decenios de institucionalización de
las ciencias sociales en Colombia indican algún grado de madurez, la suficiente
madurez para caminar solos y saber decirle a la gente lo que ha sido y lo que
podría ser la sociedad colombiana. Las ciencias sociales tienen unas
prioridades que no tienen que ser, necesariamente, las del Estado, y viceversa.
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