El
misterio del problema
Parece claro que los
problemas de investigación surgen en medio de una tensión y que el investigador
es un sujeto situado en ese cruce de tensiones. Al formular su problema de
investigación revela una decisión importante porque es una adhesión a algo,
porque ha elegido situarse en algún lugar. Y decíamos que lo ideal es la
búsqueda de un punto de equilibrio, de
una especie de síntesis. Sin embargo, hallar esa síntesis no es sencillo porque exige auto-consciencia. Entre otras cosas,
no es sencillo porque esa introspección no se enseña o practica de modo
sistemático, pertenece a una órbita de formación individual o a una excepcional
relación con uno o varios maestros. En los talleres o seminarios de
investigación no debería hablarse de inmediato de métodos o prácticas o
procedimientos; quizás sea mejor empezar por descifrar cuál lugar ocupamos y
cuál pretendemos ocupar en nuestros campos de conocimiento.
La investigación no es
un acumulado de técnicas de pesquisa; la investigación retrata actitudes
nuestras ante la vida, delata adhesiones y hasta intransigencias. Múltiples
fuerzas externas nos moldean. Los debates, las modas temáticas, los autores
canónico son, en buena medida, sucesos disciplinares en que intervienen
instituciones, grupos sociales, organizaciones políticas. Cada uno de esos
agentes quiere tener algún control de los campos de saber, quiere imponer
agendas y prioridades; además luchan por recursos para la investigación.
Nuestras disciplinas no santuarios ni lugares asépticos; la pureza disciplinar
no existe y, en consecuencia, los sujetos investigadores estamos hechos por
nudos de interferencias. Eso sí, un sujeto investigador que sea reflexivo sabrá
buscar una solución, así sea provisoria, en ese universo de tensiones e
intereses.
Ser reflexivo significa
saber situarse, saber decidir en cuál lugar ha decidido situarse según el
problema de investigación que ha escogido. Visto así, un problema de
investigación es toda una revelación, para sí mismo y para los demás. Pero
llegar a ese momento crucial, tan determinante, merece un ejercicio de
auto-análisis que, insisto, no suele ser el principal ejercicio formativo de
los investigadores.
Pierre Bourdieu
hablaba, al respecto, de la vigilancia epistemológica y le daba importancia a
un ejercicio auto-biográfico. En todo caso, la reflexividad del sujeto que
investiga es una premisa formativa. Aprender a situarse no es la búsqueda de
una solución personal, casi íntima al modo de situarse en la vida de una u otra
forma de conocimiento en las ciencias humanas; no se trata simplemente de eso.
Se trata, mejor, de entender el pasado, el presente y el futuro de nuestras
disciplinas y el lugar que nos ha correspondido en ese amplio paisaje; es el
esfuerzo por entender cuál es el margen de maniobra que tenemos para movernos
en un campo de saber. Situarnos significa saber, por ejemplo, cuáles han sido
las corrientes y tendencias fundacionales de un saber; cuáles han sido los
hallazgos y vacíos; cuáles han sido y son las agendas de investigación de las
instituciones, los grupos sociales y organizaciones políticas que nos rodean y
cuáles son los grados de interferencia de todo eso sobre nosotros.
Ese examen dilucida,
pone ante nosotros un panorama de posibilidades, estrecheces y hasta mezquindades;
nos informa acerca de rivalidades, obstáculos y aliados estratégicos. Y ese
examen no puede ser solitario; es una conversación, como si fuese un acto
terapéutico. Es un pensamiento en voz alta en que intervienen nuestros
compañeros de generación, nuestros condiscípulos, nuestros tutores o maestros.
Es una conversación con ese microcosmos reproductor de influencias y
tendencias. Esa actividad debería ser premisa en el proceso de elección de un
asunto de investigación; supone que ayuda a darle fundamento existencial a lo
que va ser nuestro problema de investigación. Elegir un objeto de estudio es
una elección que vincula algún grado de pasión, de amor por algo. Un objeto no
se elige por un simple procedimiento atado a la letra menuda de un manual de investigación.
Un objeto es nuestro objeto de estudio por una razón que hay que saber
explicar. Ese objeto nos acompañará por un buen tiempo, ayudará a definirnos,
nos pondrá en un lugar del universo disciplinar; así que no se trata de una
elección baladí. Tiene el encanto de un misterio.
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