National Museum of African American History and Culture
Estados Unidos vive sus
paradojas; el gobierno del racialmente híbrido Barack Obama parecía la mejor
esperanza para la golpeada población afroamericana. Sin embargo, durante su
lapso presidencial se incrementó el crimen policial contra la gente negra. En
el exterior, el alicaído imperio norteamericano ha sido varias veces burlado
por el cinismo de Vladimir Putin, todopoderoso en el este de Europa y con
influjo perverso sobre zonas geoestratégicas de África y Asia. Obama se despide
dejando la impronta de un gobierno internamente muy débil, a pesar de la
voluntad risueña y democratizadora del presidente mulato.
En estos días
pre-electorales se han juntado vida y muerte, eros y tanatos, en la
convulsa vida pública de Estados Unidos. Los intelectuales afroamericanos se
regocijan de un sueño hecho realidad institucional, acaba de inaugurarse el National Museum of African American History and
Culture. La tierra de Franklin Frazier, Louis Armstrong, George Gershwin, Martin
Luther King, Claude Colvin, Nina Simone, Angela Davies, Aretha Flanklin y de tantos otros activistas,
pensadores, artistas y deportistas con vínculos afrodescendientes que han
dejado huella universal, esa tierra que ha expoliado, masacrado y discriminado
la sociedad negra esclavizada celebra hoy la inauguración de un museo. No es
solamente el triunfo de la perseverancia intelectual de las comunidades
afrodescendientes y sus organizaciones, es cierto. También ha participado en
este logro las demás diversidades étnicas, sociales y religiosas de ese país.
Buena parte de la historia
cruenta, segregacionista y racista del Estados Unidos contemporáneo está
encerrada en piezas, instrumentos, dispositivos que evocan los tiempos lúgubres
del Ku Klux Klan o las confrontaciones callejeras en la lucha por los derechos
civiles. Al lado de eso están aquellos elementos que informan de las
tradiciones y legados africanos que le han dado colorido al continente americano:
músicas, creencias, bailes, pinturas, palabras, todo ese inmenso repertorio de
símbolos que han hecho, no sólo de Estados Unidos, un paisaje multi-étnico.
La historia larga y
dolorosa que va desde la humillante esclavización, pasando por los hitos
emancipadores, hasta la contradictoria consolidación de la población afro-descendiente
en el esquema del capitalismo avanzado. Todo eso está relatado o, mejor,
representado paso a paso en el naciente museo cuya construcción comenzó hace
algo más de una década, en el gobierno de George W. Bush, y que hoy hace parte del corazón de Washington.
Sin embargo, esa
celebración lleva su luto; otras muertes violentas de jóvenes negros
perseguidos por agentes de la policía. Nuevos disturbios y las cifras de
excesos policiales con la población negra se acrecienta como un dato vergonzoso
de la historia reciente del país del norte. Regocijo y dolor, celebración y
muerte. El museo de la historia y cultura afroamericanas tendrá que narrar,
desde hoy, 24 de septiembre de 2016, el triste recuerdo del racismo
institucional contemporáneo, a pesar de la buena voluntad del mulato Obama, el presidente
que acaba de inaugurar el majestuoso edificio, “un sueño hecho realidad” para
la gente negra de Estados Unidos.
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