Entre la muerte rápida
y la muerte lenta
Dicen los que saben de filosofía
que el escepticismo es de aquellos que aman tanto la verdad que no pueden
alcanzarla. Los escépticos saben que la verdad es inalcanzable y que lo único
que podemos hacer es buscarla. Por eso su situación es de permanente duda; la
credulidad para ellos es una condición imposible. En Colombia, país de
extremos, que pasa tan fácilmente de la gloria al ridículo, de lo sublime a lo
trágico, que disfruta tanto de pasiones y excesos, que le gusta aferrarse a
dogmas, es bueno caminar con una buena dosis de dudas. Hoy nos debatimos entre
el sí y el no; decirle sí o no a los acuerdos entre el gobierno de Juan Manuel
Santos y las FARC-EP.
En un plebiscito convocado de
manera innecesaria y que fue mal calculado por nuestro presidente –hoy con
premio Nobel de paz- el sí y el no se debatieron; con un margen diminuto
ganaron los opositores del acuerdo y hemos entrado en una dimensión aún más
incierta de la que avizoramos con el triunfo del sí. La victoria del no ha
prolongado el estancamiento de una situación que ofrecía un salto a un futuro
que hacía ruptura con un cruento acumulado de conflicto armado interno. El no
ha triunfado porque ha impuesto las lógicas del miedo: el miedo al cambio, a un
nuevo paisaje político, a procesos de justicia y reparación, el miedo a perder
poder territorial, en fin.
Esta encrucijada tendrá solución,
posiblemente, en la puja de una renegociación en que está comprometida la
campaña presidencial del 2018. La mezquindad de la clase política colombiana ha
sido puesta en evidencia. Hay que reclamar coautoría y protagonismo en el
proceso de negociación con la guerrilla para poder buscar dividendos en unas
próximas elecciones; administrar, además, las bases de cualquier acuerdo es la
perspectiva más inmediata. La posibilidad del engaño y la traición ante lo que
se pacte también ha quedado en evidencia.
Diciendo sí o diciendo o no nos
espera lo mismo: una tensa línea de futuro, un hilo delgadísimo que puede
romperse. Caminaremos mucho tiempo por el filo de la navaja. Si logramos pasar
al otro lado de los acuerdos, no veremos en el horizonte inmediato nada
parecido a un paraíso; habrá triunfado un proyecto económico neoliberal de un
gobierno de centro-derecha, vendrá inversión extranjera, destrucciones
ambientales a nombre de la libre iniciativa empresarial, saqueo a gran escala
de nuestros recursos. Si triunfa el no, tendremos negocios untados de mucha
sangre. Con el sí la muerte es lenta,
con el no la muerte es rápida.
Los acuerdos con la guerrilla nos
aligeran el peso de la carga, ya no caminaremos con un conflicto armado tan
degradado; lo que vendrá nos corresponde construirlo con mucho esfuerzo y
muchas decepciones. Hará falta una izquierda muy amplia, muy organizada y muy
activa que logre amortiguar los embates del saqueo global. Un acuerdo de paz no
transforma ambiciones, no transforma seres humanos ni las costumbres de nuestra
dirigencia política. Trataremos de vivir de otro modo; sólo eso, lo
intentaremos. Y en ese intento también se muere.
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