Por un nuevo Congreso Nacional de Historia
En
Colombia necesitamos dotar de otro sentido el Congreso Nacional de Historia; el
formato que ha prevalecido merece un cambio drástico. Últimamente se ha
convertido en una reunión multitudinaria de mini-congresos temáticos, con un
alud de ponencias microscópicas, con poco tiempo para conversar y, sobre todo,
con poco interés para tratar temas sustanciales y que deberían ser centrales en
la comunidad, cada vez más grande, de historiadores profesionales en Colombia.
Sí es importante que nos reunamos de modo periódico, pero no para hacer valer
nuestros distintivos fronterizos según las especialidades en que nos hemos
sumergido.
Necesitamos
encontrarnos para hablar, todos, de temas que nos afectan a todos y que hacen
parte de nuestros dilemas cotidianos en cada universidad colombiana. Por
ejemplo, todos necesitamos sintonizarnos con el imperativo restablecimiento
de la enseñanza de la historia en los diversos niveles de escolaridad y,
además, necesitamos hablar acerca de cómo puede o debe enseñarse la historia en
un país adiestrado para el olvido. Necesitamos discutir, y muy francamente,
acerca de la posición o las posiciones que debemos o podemos asumir ante un
sistema nacional de investigación cada vez más alejado de las prioridades de
las ciencias humanas. Un encuentro nacional de los historiadores colombianos
debería servir, también, para tomar decisiones conjuntas sobre nuestras
revistas especializadas y sobre los programas editoriales universitarios. Y
otro asunto digno de tratar es el crecimiento de la profesionalización de los
historiadores y las escasas oportunidades que ofrece el medio académico
colombiano. Nuestros sistemas de posgrados son completamente hostiles para la
formación no solamente de historiadores y a eso se agrega que quienes logran el
título de doctorado comienzan a no obtener los empleos acordes con su nivel de
formación.
Un
Congreso Nacional de Historia debe concentrarse en otra cosa más que, en otras
partes, ya es tradición, y de la buena. Hay que crear premios nacionales de
historia en varios niveles; premios que sean un verdadero estímulo para jóvenes
y veteranos investigadores. Acostumbrémonos a tener un fondo para premiar cada
par de años a la mejor tesis de pregrado, a la mejor tesis de posgrado y al
reconocimiento de la vida y obra de un historiador o una historiadora de
nuestro país (premios en dinero y en publicación). En vez de embelesarnos con
invitados internacionales (con uno basta para inaugurar alguna cosa
importante), destinemos los recursos a crear nuestro propio sistema de
estímulos para la investigación de los historiadores colombianos.
Ojalá el
Congreso Nacional de Historia que se avecina en el 2017 sea el último según ese
esquema que reproduce el individualismo hirsuto en que nos hemos malcriado. Pensemos
en un evento que nos incite a ser una comunidad científica que discute y se
decide por soluciones colectivas para afrontar los dilemas que rodean nuestro
oficio en Colombia.
Gilberto, estupenda columna y muy oportuno el llamado, el cual comparto plenamente. Gracias. Francisco A. Ortega
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