Un amigo y colega de la Universidad Nacional, sede Bogotá, ha enviado sus opiniones sobre la vida universitaria en este retorno a los campus de las universidades públicas colombianas.
EL FUNERAL DEL MAESTRO
Por: César Ayala Diago, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia
Desdibujado el
día del maestro en Colombia. Perdido en el mal llamado mes de las madres. Nadie
habla del maestro como es sino como debería ser. En algún lugar se enredó la
pita. Los gobiernos lo consideran enemigo, lo emplazan y desafían, le imponen
directrices; los padres lo creen su sirviente y los alumnos lo ven con
desconfianza. Es un bicho raro en la sociedad. Sobre él recae la culpa de la
mala educación. Es correctamente político una vana y vacía alusión en su parco
día, pero nada estimula el porvenir del maestro. Pudo haber una época de
maestros, en unos lugares más que en otros, menos en Colombia. No porque no
haya habido maestros de juventudes sino porque nunca el maestro ha ocupado
reconocido lugar.
Mal remunerado y
siempre trabajando en solitario, haciendo de tripas corazón, el maestro devino
en profe, una manera de decir lo poco que vale. Hace 30 años al docente
universitario se le decía reverencialmente maestro, hoy se le dice profe, ni
siquiera profesor, simplemente profe, así lo llaman los estudiantes y las
secretarias, no importa que haya hecho maestría o doctorado, que haya escrito
artículos y libros. Es lo mismo el profe que entrena deportistas que el docente;
¡claro: gana más el que entrena deportistas! La universidad era profesoral, era un lugar de
profesores que lideraban procesos educativos; la institución seguía por la
brecha que los profesores abrían. Hoy la universidad no tiene profesores sino
funcionarios que deben obediencia a directrices obtusas. Ya no son
deliberantes, simplemente funcionarios. El
profesor ni quita ni pone, da lo mismo, solo debe cumplir directrices. Cuando
se lo convoca a la deliberación es para que legitime lo ya establecido. Tan
solo una ficha es el maestro en el siniestro juego de la educación sometida a
la tiranía de la economía de mercado. Así, no hay nada que celebrar, al
contrario: doblan las campanas anunciando el funeral de los maestros.
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