Pintado en la Pared
No. 253
Un pequeño avance
Hoy, 20 de junio, despertamos con el triunfo de
Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia. Su victoria puede
ser un pequeño y significativo avance en un país atrabiliario y conservador. Su
derrota habría sido un gran retroceso y habría catapultado a una cosa peligrosa
inventada por publicistas. La victoria fue por estrecho margen y deja al país
partido en dos mitades, por eso la principal tarea del nuevo presidente será
tratar de unificar, de conciliar. En su discurso triunfal, Petro adelantó que
iba a abrirle la puerta a la oposición política y que la relación con sus
rivales políticos se fundará en el respeto. Ojalá logre su cometido y ojalá sea
una actitud auténtica, porque Colombia necesita superar muchos conflictos y moderar el lenguaje de la discusión política cotidiana.
En mi modesta opinión, lo mejor del triunfo del
exguerrillero Petro es que haya ascendido al poder, como su fórmula
vicepresidencial, la dirigente afrodescendiente Francia Márquez. Ese es un
cambio verdadero en la vida pública colombiana, demuestra que muy buena parte
de la sociedad colombiana admira a mujeres luchadoras que vienen del hostil
mundo rural. Ella es el gran hecho político, la gran novedad del momento, el
anuncio de una transformación trascendental si se compara con la ya larga y
sinuosa trayectoria del presidente Petro.
Con Francia Márquez, primera mujer afro que
llega a la vicepresidencia de Colombia, toma relieve una población marginada y
maltratada que vive en las costas del suroccidente y del norte del territorio.
Sin la alta votación conquistada en el Pacífico colombiano, Petro no sería hoy
el nuevo presidente. Por tanto, esa zona del país merece estar en las
prioridades de los planes del gobierno que empezará en los próximos días.
El nuevo presidente debe saber que la mitad del país lo odia o le teme. El anti-petrismo alcanzó más de 10 millones de votantes, de modo que necesita ser muy pedagógico para persuadir a esa mitad de Colombia que cree que se va a perpetuar en el poder y que nos va a llevar a un socialismo ruinoso en cuatro años. Gustavo Petro y Francia Márquez tendrán que entender que protagonizan una inflexión importante, pero que el momento exige prudencia. Necesitan definir bien las prioridades y dejar un camino desbrozado para quienes les sucedan en el poder. En fin, el momento demanda humildad.
Los más entusiastas dicen hoy que comienza una nueva era para Colombia. Tanta expectativa no es buena porque eso puede mutar en una rápida decepción. El nuevo gobierno tiene que tomar decisiones responsables que logren, primero, reconciliar y, luego, persuadir sobre la necesidad de unos cambios fundamentales en el modelo económico neoliberal que nos ha dominado y empobrecido durante más de tres décadas. Gustavo Petro tiende a desvanecerse en un discurso difuso y confuso sobre las reformas económicas y sociales más inmediatas; sino sabe rodearse de un equipo de especialistas y si no sabe escuchar los clamores de la gente, entonces estaremos ante una oportunidad desperdiciada.
La tarea inmediata y más sensata es vigilar a
los líderes políticos y hacerles cumplir lo que prometieron durante la campaña
electoral.
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