Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Pintado en la Pared No. 272

 

La peor versión de Publindex

 

Lo que era una conjetura ahora parece una certeza; el Ministerio de Ciencia y Tecnología comienza mal. Lo poco que ha hecho en lo que va de la presidencia de Gustavo Petro es la presentación, ojalá como simple propuesta, de un nuevo modelo de medición de las revistas especializadas colombianas. Se supone que ese modelo está amparado en una genuina discusión entre universitarios que hicieron parte de una mesa técnica y que tiene en cuenta algunas de las sugerencias de una Comisión de Sabios. Leyendo el modelo, plasmado en 40 páginas, la primera pregunta que nos hacemos es cuál es la verdadera intención de esta propuesta de medición: ¿Reducir el número de revistas, hacer más difícil el ascenso de las publicaciones, evitar que colaboremos en las revistas nacionales, evitar que escribamos en nuestras propias revistas, buscar un auditorio anglosajón, alejarnos de cualquier comunicación entre estudiosos latinoamericanos, impedir que las revistas especializadas sigan sirviendo para otorgar puntaje salarial en las universidades públicas de Colombia? Alguien dirá con gracia que la respuesta es todas las anteriores.

Es cierto que algunas de nuestras universidades hacen muy mal la tarea de volver competitivas nuestras revistas académicas (como sucede desde hace muchos años en mi universidad), pero también es cierto que Publindex se volvió un matorral de requisitos con ecuaciones incluidas para medir citaciones, impactos. Pero olvida cosas muy elementales que no entiendo por qué los delegados de la tal mesa técnica no pudieron proponer; me refiero a la necesaria distinción entre áreas científicas. Habrá que insistir que las ciencias humanas y sociales, las artes y las humanidades investigan y escriben muy distinto a otras ciencias y, en consecuencia, su impacto y sus citaciones no pueden volverse equivalentes al de otras ciencias. Y habrá que insistir que las ciencias humanas y sociales, principalmente, necesitan un diálogo fluido primordialmente en lenguas española y portuguesa con publicaciones afines del ámbito íbero-americano, de modo que la exigencia de un porcentaje anual de artículos en inglés tiene un matiz muy arbitrario. En Francia y Alemania, mal que bien, hay centros de estudios iberoamericanos que, según esta exigencia, quedan excluidos como autores y también como auditorio de nuestras revistas. Y, por supuesto, aún más cerca de nosotros, Brasil con su lengua portuguesa queda rotundamente al margen de este áspero esquema de medición.

Tampoco contempla el modelo de Publindex alguna solución, ni siquiera una perspectiva peor que la actual, a las escasas homologaciones de revistas extranjeras de las ciencias humanas y sociales. A mis colegas les sugiero el ejercicio de revisar cuántas revistas de nuestras áreas de interés están clasificadas en el cortísimo abecedario de Publindex. En mi área de interés no hallo ninguna, de modo que estoy inhibido de enviar artículos a varias revistas latinoamericanas de extraordinaria importancia para mis pesquisas que, claro, para Publindex no tienen ningún valor porque no se ajustan al difícil cálculo de cuartiles. Si uno de los propósitos de esta medición fuese contribuir a crear una comunidad científica iberoamericana que discuta activamente sus hallazgos, sus creaciones en cualquier ámbito de las ciencias humanas y sociales, el modelo tendría que ser consecuentemente otro. Pero, por lo visto, esa no es una prioridad de nuestro Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Este modelo de medición contiene una tácita prohibición de escribir y publicar en un conjunto de revistas de tradición en el ámbito hispanoamericano; establece una especie de cordón sanitario con la comunidad científica de nuestro sub-continente. Ante semejante desastre, ese Ministerio debería hablarnos con más franqueza; si su propósito es acabar con la vida de las revistas especializadas y catapultarnos a algo mejor o peor debería decirlo de una vez. Si hubiese una sólida cultura del libro universitario, nos decidiríamos por investigar y escribir de tal manera que el resultado más inmediato fuese un grueso volumen en la estantería de una feria del libro; pero, para mayor desgracia, nuestras universidades (y en especial la mía) no saben editar libros, no saben distribuirlos y menos saben financiar investigaciones de envergadura que culminen en el relativo honor de un libro de 300 o más páginas.

Ahora bien, si el modelo de medición de Publindex está sometido genuinamente a una “consulta pública”, el formulario para responder y opinar ha debido ser más generoso y no limitar nuestros comentarios al mezquino límite de 300 caracteres. Incluso me atrevo a sugerir que la mesa técnica académica tiene que ser más plural, allí veo un solo nombre femenino y, de entrada, debe haber una neta separación en mesas técnicas según áreas científicas. Las ciencias humanas y sociales no pueden seguir siendo sometidas al ritmo neoliberal de nuestros colegas médicos e ingenieros. Ellos tienen otros afanes y otros auditorios. Si el mismo Ministerio de Ciencia y Tecnología no sabe captar las diferencias sustanciales en la producción y circulación de conocimiento, seguiremos en este inatajable descenso de la cantidad y la calidad de la investigación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores