El cambio no es fácil
En Colombia, cambiar
no es fácil y menos si implica cambiar las costumbres y los valores de una
sociedad. Hemos vivido durante tres décadas según las consignas, los
procedimientos, las actitudes del neoliberalismo. La glorificación del mercado,
de las lógicas del lucro, y la exaltación de la competencia y
de las capacidades de adaptación y superación individuales moldearon a por lo
menos dos generaciones de colombianos. Las costumbres, los valores y las
actitudes no se modifican de la noche a la mañana con leyes, decretos o
resoluciones.
Teresita
Valencia tiene 82 años, fue promotora de salud en las veredas El Castillo y El
Gigante del municipio de Montenegro, departamento del Quindío. Todo su tiempo
de jubilación y más ha estado afiliada a la Nueva EPS y ha sabido soportar las
precariedades del servicio de salud en un departamento pobre y corrupto. Cada
vez que tiene una dolencia, cada vez que necesita un examen especializado, debe
esperar casi un mes la autorización para pasar del médico general a un
especialista y para que le aprueben el examen. Cuando le aprueban el examen o
un procedimiento de cierta complejidad, por ejemplo un cateterismo, la han llevado
a Pereira, a una hora de Armenia. En el año de pandemia, ni siquiera pudo ser
atendida en Pereira, la llevaron a Manizales, a casi tres horas de Armenia. De
manera que Teresita Valencia ha estado acostumbrada, durante tres décadas, a
viajar de su vereda a la cabecera municipal de Montenegro, allí ha tomado un
transporte público hasta Armenia y luego otro de Armenia a Pereira o a
Manizales. Esos paseos por los hospitales del eje cafetero han salido de su
bolsillo, de su mesada pensional que apenas llega a un salario mínimo.
Ella
cuenta que una vez la llevaron en una ambulancia a exámenes médicos al hospital
universitario de Caldas, en Manizales; la primera noche la pasó sentada en una
silla, porque no había camas ni camillas disponibles. Cuando le hicieron los exámenes,
la dejaron por fin en una cama durante tres días y tres noches. Teresita
preguntó si podía regresar a su vereda en el municipio de Montenegro. Le dijeron
que sí, claro que podía regresar a su casa, pero le advirtieron que nadie iba a
venir a recogerla; ella debía resolver por su cuenta cómo regresaba de Manizales
a Armenia y finalmente a su casa en la zona rural de Montenegro. Teresita tuvo
que acudir a parientes con automóvil para que fuese literalmente recuperada del
trasteo involuntario que la había dejado en una cama de un hospital a tres
horas de su hogar.
Si
le preguntamos a Teresita por la reforma a la salud promovida por el gobierno
de Petro, ella responderá, palabras más o menos: “Yo me he sentido muy bien
tratada por los médicos y enfermeras de Armenia, Pereira y Manizales; yo no le
cambiaría nada al servicio de mi EPS”. A Teresita sólo le entusiasmó que en el actual proyecto de reforma renazca el oficio de promotora de salud que ella desempeñó con tanto esmero.
Los colombianos, individualistas y clasistas, no vamos a transigir fácilmente con los designios de un empadronamiento que nos afiliará al centro de atención primaria más cercano de nuestra residencia. Eso lo veremos como una conculcación de nuestras libertades y, peor, como una peligrosa igualación comunista, entonces en nuestro interior resonará con fuerza una voz que nos repetirá hasta el cansancio: "no te juntes con esa chusma".
Persuadir acerca de las bondades de una reforma de la salud en Colombia va mucho más allá de las discusiones entre expertos o de las polémicas con los directivos de las EPS. Entraña demostrar que el Estado, históricamente insuficiente e incapaz en asuntos elementales, está en capacidad de asumir rápidamente responsabilidades de enorme magnitud; y eso, en Colombia, es muy dudoso. Exige, además, desempeñar una labor didáctica que contribuya a modificar comportamientos de una ciudadanía muy pasiva, poco conocedora de sus derechos. Cambiar el sistema de salud colombiano, después de tres decenios de primacía de la privatización de lo público, demanda pensar en un proceso de transición. Precisamente, las críticas a la reforma de la salud propuesta por el gobierno Petro se concentran en la ausencia de una explícita descripción de un proceso tranquilo y gradual de transición de un modelo a otro. Si hubiese una planeada transición, tendríamos hoy más certezas que inquietudes con lo que propone reformar el gobierno colombiano.
Es posible que de tanto afán sólo quede el cansancio.
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