Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Pintado en la Pared No. 149



Por un nuevo Congreso Nacional de Historia

En Colombia necesitamos dotar de otro sentido el Congreso Nacional de Historia; el formato que ha prevalecido merece un cambio drástico. Últimamente se ha convertido en una reunión multitudinaria de mini-congresos temáticos, con un alud de ponencias microscópicas, con poco tiempo para conversar y, sobre todo, con poco interés para tratar temas sustanciales y que deberían ser centrales en la comunidad, cada vez más grande, de historiadores profesionales en Colombia. Sí es importante que nos reunamos de modo periódico, pero no para hacer valer nuestros distintivos fronterizos según las especialidades en que nos hemos sumergido.  

Necesitamos encontrarnos para hablar, todos, de temas que nos afectan a todos y que hacen parte de nuestros dilemas cotidianos en cada universidad colombiana. Por ejemplo, todos necesitamos sintonizarnos con el imperativo restablecimiento de la enseñanza de la historia en los diversos niveles de escolaridad y, además, necesitamos hablar acerca de cómo puede o debe enseñarse la historia en un país adiestrado para el olvido. Necesitamos discutir, y muy francamente, acerca de la posición o las posiciones que debemos o podemos asumir ante un sistema nacional de investigación cada vez más alejado de las prioridades de las ciencias humanas. Un encuentro nacional de los historiadores colombianos debería servir, también, para tomar decisiones conjuntas sobre nuestras revistas especializadas y sobre los programas editoriales universitarios. Y otro asunto digno de tratar es el crecimiento de la profesionalización de los historiadores y las escasas oportunidades que ofrece el medio académico colombiano. Nuestros sistemas de posgrados son completamente hostiles para la formación no solamente de historiadores y a eso se agrega que quienes logran el título de doctorado comienzan a no obtener los empleos acordes con su nivel de formación.

Un Congreso Nacional de Historia debe concentrarse en otra cosa más que, en otras partes, ya es tradición, y de la buena. Hay que crear premios nacionales de historia en varios niveles; premios que sean un verdadero estímulo para jóvenes y veteranos investigadores. Acostumbrémonos a tener un fondo para premiar cada par de años a la mejor tesis de pregrado, a la mejor tesis de posgrado y al reconocimiento de la vida y obra de un historiador o una historiadora de nuestro país (premios en dinero y en publicación). En vez de embelesarnos con invitados internacionales (con uno basta para inaugurar alguna cosa importante), destinemos los recursos a crear nuestro propio sistema de estímulos para la investigación de los historiadores colombianos.

Ojalá el Congreso Nacional de Historia que se avecina en el 2017 sea el último según ese esquema que reproduce el individualismo hirsuto en que nos hemos malcriado. Pensemos en un evento que nos incite a ser una comunidad científica que discute y se decide por soluciones colectivas para afrontar los dilemas que rodean nuestro oficio en Colombia.




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