Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

sábado, 27 de junio de 2020

Ciencia y política en tiempos de pandemia (1)



La Covid-19 ha sido una pandemia poderosa; un virus potente nos ha arrinconado en una cuarentena global acompañada de hambruna, ruina empresarial, mortandad, vileza política, desigualdad crónica; muerte, pobreza, marginalidad, corrupción se han juntado como amalgama en basurero. Este virus potente, se dice, será pasajero y vendrán otros. Muy curioso, desde fines del siglo 20 los científicos lanzaron alertas, iban a venir tiempos pandémicos y era necesario aumentar presupuestos de investigación para prevenirnos ante la multiplicación y mutación de los virus. Sin embargo, en las ciencias mismas habían despreciado el tema; los Estados concentraron sus presupuestos en otras prioridades: armamento, transporte, tecnología de comunicaciones. Las advertencias de la ciencia quedaron a un lado. Quienes advirtieron hace más de veinte años han tenido la razón, pero tenerla, ahora, es insuficiente.

Los políticos han venido equivocándose de varias maneras. Al no atender los llamados apremiantes de los científicos; al no dedicar recursos a la educación en salud preventiva; al no asesorarse adecuadamente para diagnosticar, pronosticar y calcular; al concentrarse en la depredación de recursos naturales, Desde los tiempos de Sócrates, Platón y Aristóteles se exhortaba a que los pueblos supiesen escoger a los más sabios para las tareas de gobierno. La experiencia y la sabiduría eran premisas reclamadas para garantizar bienestar, justicia, libertad, igualdad, en fin. Los políticos debían ser individuos que supiesen de aritmética, geometría, astronomía, conocedores de las bellas artes, de la reflexión filosófica; experimentados en la retórica argumentativa, en la persuasión pública. Hoy hemos retrocedido en los ideales de liderazgo político; en vez de aquello, nos hemos prosternado ante hampones con recorrido de “empresarios” (¿o al revés?). Nuestros líderes son aliados de fanatismos religiosos, xenófobos, mitómanos; la política, que en los tiempos modernos ha pretendido ser ciencia, ha sido reducida a una práctica despiadada en favor de intereses muy particulares, nada de convicciones acerca del bien común.

El neoliberalismo formó la masa de los consumidores compulsivos, de los competidores feroces; los ciudadanos responsables, autónomos, altruistas siguen siendo una ilusión. El Estado dejó de cumplir el papel modelador de ciudadanía, Algunas omisiones muy graves hemos tenido en las ciencias y en la política para que prevalezcan, en la contingencia pandémica de estos días, supersticiones, erróneas interpretaciones, teorías conspirativas, desestima del riesgo de contagio. Peor quizás, la dirigencia política desmanteló el sistema hospitalario; volvió precarias la formación, la práctica y la ética médicas; impuso la lógica del lucro sobre el principio del servicio público de salud.

Si hay ánimo para arrancarle una moraleja a la encrucijada presente, el Estado tiene que recuperar funciones que nunca debió haber perdido; entre ellas la modelación de la salud pública, la dirección y administración de un sistema de salud universal, la formación de una ciudadanía activa, capacitada para reclamar y ejercer derechos y deberes. Eso entraña que la escuela y las universidades asuman un magisterio basado en una modificación sustancial de los vínculos con la sociedad.        

Pintado en la Pared No. 212.

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