Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

lunes, 31 de mayo de 2010

Pintado en la Pared, No. 31: Lecciones de una Elección



Un país dividido.
La elección presidencial del domingo 30 de mayo de 2010 le brindó un triunfo contundente al candidato favorito del régimen del actual presidente Álvaro Uribe Vélez. Pero, a pesar de haber obtenido el 45% de la votación y haber aventajado a su rival más cercano en más de un 20%, habrá una segunda vuelta. Los resultados electorales pueden leerse fácilmente del modo siguiente: hay cerca de 7 millones de colombianos (podrían ser más) que creen que la gestión de Uribe Vélez ha sido exitosa y que debe prolongarse en quien fuera su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Hay cerca de 4 millones de colombianos (la votación de los candidatos del Partido Verde y del Polo Democrático) que cuestionan los éxitos del régimen uribista. Eso quiere decir que vivimos en un país dividido, con una ostensible fractura entre quienes aprueban los métodos y prioridades de gobierno del uribismo y quienes cuestionan sus métodos y prioridades. No puede negarse el mayoritario apoyo al candidato Santos y tampoco puede negarse la importante votación de quienes han representado una oposición política en esta elección presidencial. El mismo candidato triunfador ha reconocido la situación y en sus últimos discursos ha propuesto un gobierno de unidad nacional.

Una oposición política.
Aunque la segunda vuelta parece definida a favor de Juan Manuel Santos, el Partido Verde y el Polo Democrático podrían constituirse en una oposición política. Eso depende, de una parte, del examen auto-crítico del partido de Antanas Mockus y, de otra, de la lucidez y responsabilidad de la izquierda que se reunió alrededor de Gustavo Petro. En vez de paralizarse ante los obstáculos de las diferencias programáticas, ambos partidos deberían concentrarse en perfeccionar las afinidades en una alianza que podría ir más allá de la próxima jornada electoral. El discurso errático y vacilante de Mockus podría hallar buen complemento en la firmeza conceptual de Petro; la dirigencia del Polo Democrático debería ponderar la validez de los principales lemas agitados por la campaña de los verdes: el respeto a la legalidad y el rechazo al “todo vale” en la actuación política. Si la izquierda colombiana se encierra en la intransigencia y se dedica más a hurgar en los defectos –que serán muchos- del profesor Mockus, cometerá los mismos errores que, en la historia política del siglo XX, la arrastró a despreciar a quienes podían ser sus mejores aliados ( el caso de Jorge Eliécer Gaitan fue ejemplarizante). La izquierda reunida en el Polo Democrático debería pensar que se presenta ahora la gran oportunidad de construir una fuerte y abigarrada oposición política civilista a un fuerte, compacto y triunfante uribismo. Es la oportunidad y la necesidad vital de demostrar que nuestra sociedad no es unánime.

Los variados errores en las intervenciones del candidato Mockus demuestran que aún no está preparado para ser presidente de Colombia; pero también demuestra que es muy difícil construir una oposición política y que la manera más eficaz de construirla es sumando y no restando; aprendiendo y corrigiendo. Y demuestra algo más importante: que a pesar del discurso errático y decepcionante del candidato verde, hay y puede seguir existiendo una amplia franja de la sociedad colombiana que busca otra expresión política, por fuera de los códigos autoritarios e inescrupulosos que han prevalecido. Otra vez cabe la frase: “el pueblo es superior a sus dirigentes”.

La abstención es cómplice del régimen.
Por tanto, el comportamiento más nocivo en el porvenir inmediato es el abstencionismo o el voto en blanco. El 51% de la población apta para votar se abstuvo; eso quiere decir que cerca de 14 millones de votantes podrían inquietar el panorama político inmediato y harían impredecible, si participaran, los resultados electorales. En ese 51% puede estar parte de ese pueblo profundo, rural y tradicional que no cabe en nuestros ojos urbanos e internautas. La parálisis abstencionista sólo lograría darle tranquilidad a quien tenga prevista una holgada victoria según los resultados de la primera vuelta. La abstención electoral no constituye una fuerza política innovadora; al contrario, le brinda firmeza al statu quo. Votar también es luchar.

jueves, 27 de mayo de 2010

Pintado en la Pared No 30- La Crónica de Roland Pfefferkorn

Viva el feminismo

(publicada originalmente en el periódico La Marseillaise,
11 de marzo de 2010, traducida al castellano por Pintado en la Pared)

Cuarenta años después del inicio de la última gran ola de feminismo, puede palparse ahora los signos de una nueva toma de conciencia feminista en las jóvenes generaciones, debido a que las conquistas obtenidas por el movimiento de mujeres siguen siendo frágiles. Renacen publicaciones feministas como Osez le feminisme. Los manuales consagrados a las relaciones hombres-mujeres conocen un verdadero éxito, como es el caso de Féminins-Masculins. Sociologie du genre, de Christine Guionnet y Erik Neveu (Armand Colin, 2009) que está ya en su segunda edición. Una impresionante Nouvelle encyclopédie politique et historique des femmes (con más de 2000 páginas), dirigida por Christine Fauré, acaba de salir. Las revistas especializadas sobre género recogen cada vez más artículos escritos por jóvenes investigadoras. Y los temas abordados por la investigación feminista parecen interesar a un público cada vez más amplio.
El número 22 (2009) de Travail, Genre et sociétés (La Découverte), cuyo rico dossier está consagrado a las « Domésticas de aquí y otras partes », publica una entrevista apasionante con una de las pioneras de la sociología de las mujeres: Andrée Michel. Nouvelles Questions Féministes (Editions Antipodes), libro con dos volúmenes novedosos consagrados a las relaciones entre el derecho y el feminismo: n° 2, 2009 y n° 1, 2010. El último número de los Cahiers du genre (L’Harmattan) está concentrado en las ambigüedades y contradicciones del trabajo mixto en las empresas. Los autores muestran el beneficio que la dirección de una empresa puede obtener del éxito profesional de las mujeres, algo que puede constituir una nueva forma de dominación.
La ex-periodista Martina Storti nos presenta un bello retorno sobre la segunda parte de la « revolución feminista » de los años 1969-1976, publicando nuevamente y poniendo en perspectiva los artículos que ella había redactado entre 1974 y 1979 para el periódico Libération (Je suis une femme, pourquoi pas vous?, Michel de Maule, 2010). Las nuevas generaciones de mujeres, aquellas que tienen 20 o 30 años hoy, pueden inspirarse en estos artículos para sus combates actuales. Sus vívidos relatos cuentan los conflictos y debates de esos años tumultuosos que contribuyeron ampliamente a los cambios reales, pero frágiles y parciales, en las relaciones sociales de sexo. Allí se hallan ecos de las luchas por la igualdad en el trabajo, contra la violación o por el aborto. Aquella era la época en que lo privado se volvió un asunto político. Eric Fassin precisa y radicaliza este gran descubrimiento de los años feministas mostrando justamente que el sexo es un tema de debate político: Le sexe politique. Genre et sexualité au miroir transatlantique, Editions de l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 2009.
Aunque los hombres han sido regularmente los más opuestos –o al menos reticentes al movimiento de liberación femenina- algunos precursores asumieron tempranamente, al menos de manera parcial, este combate por la emancipación; se piensa, entonces, en Friedrich Engels o August Bebel, en el sociólogo y filósofo Georg Simmel o en los pioneros británicos presentados en la obra de Martine Monacelli y Michel Prum, Ces hommes qui épousèrent la cause des femmes (Les éditions de l’Atelier, 2010).
Destaquemos tambien el libro colectivo Chemins de l’émancipation et rapports sociaux de sexe (La Dispute, 2009, que hemos dirigido junto a Philippe Cardon y Danièle Kergoat) que busca dar cuenta de las crecientes aspiraciones a la autonomía y la emancipación, así como de las lógicas de dominación que las obstaculizan en el conjunto de las relaciones sociales: de sexo, de clase, de etnia, de generación.

domingo, 2 de mayo de 2010

UN DESPOTISMO ILUSTRADO

Pintado en la Pared No. 29

Son días decisivos en Colombia, son días de elegir presidente del país. Las últimas encuestas indican –al momento de escribir esto- que el profesor Antanas Mockus, representante del Partido Verde, supera en la intención de voto al más seguro continuador del régimen del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien fuera hasta hace poco su ministro de Defensa: Juan Manuel Santos. El uribismo dejó un legado difícil de sacudir: autoritarismo, arbitrariedad, un estilo público arrogante y pendenciero, irrespetuoso de los demás poderes propios de un régimen de democracia representativa. Escándalos de corrupción; relaciones sinuosas con el paramilitarismo; poca voluntad para ejercer una verdadera política de reparación de aquellos que han sido víctimas de expropiación violenta de sus tierras; estigmatización sobre aquellos que ejercieron oposición, así esa oposición haya sido débil y vacilante; una cadena de violaciones de derechos humanos; el desmoronamiento del ya golpeado sistema de seguridad social; la ansiedad de implantar un modelo mercantil en la educación pública. Algunos triunfos pírricos sobre una legendaria guerrilla pueden ser exhibidos; algunas zonas del país podemos visitarlas tranquilamente los fines de semana. Pero esos logros han tenido costos internacionales e internos; malas relaciones con los países vecinos, asesinatos indiscriminados de gentes inermes que luego eran exhibidas como miembros de la guerrilla (“falsos positivos”); la interceptación ilegal de las comunicaciones telefónicas (“chuzadas”); acoso sistemático a la Corte Suprema de Justicia.

La prolongación del modelo uribista parece garantizada por el miembro de una familia muy acostumbrada a las delicias del poder, propietaria de importantes medios de comunicación. Sin embargo, se atravesó el ascenso vertiginoso e inesperado del candidato Antanas Mockus. Hijo de inmigrantes lituanos, Mockus es un político salido de los claustros universitarios, exrector de la Universidad Nacional de Colombia y exalcalde de Bogotá; tiene a su favor un aura de honestidad irreprochable en la vida pública, y tiene en su contra antecedentes autoritarios y neoliberales. En la Universidad Nacional hizo reformas académicas y económicas; en la alcaldía de Bogotá expandió un modelo de cultura ciudadana y lleva algunos años intentando consolidar un nuevo partido político. Su incapacidad verbal es espantosa y no concuerda con sus antecedentes de un hombre estudioso de la “teoría de la acción comunicativa” del filósofo Jurgen Habermas. Apegado a un didactismo que desconcierta y con frecuencia ofende; sus comportamientos estrambóticos –alguna vez se vistió de Superman- y su argumentación confusa evocan una versión sofisticada de Cantinflas; aun así, parece augurar un estilo de ejercicio del poder menos perverso y arbitrario. Podemos suponer que el profesor Mockus -un señor que camina como un niño- se concentre en enseñarnos mejores modales ciudadanos, mayor respeto a la pluralidad cultural y política del país, mayor aprecio por los métodos basados en la legalidad. Lo único claro y rotundo que ha dicho es que le va a apostar más a la “legalidad democrática” y al fortalecimiento del aparato de justicia.

La inclinación por Mockus señala el cansancio y hasta la decepción de ocho años que, en el balance, dejan pocas cosas para recordar con alegría y gratitud. Pero parece más fuerte el simple deseo colectivo de evitar la figura del candidato Santos. Los colombianos votamos emocionalmente. La gente votará más por fatiga del material que por tener al frente una gran ilusión; más por la revancha que significa rechazar a un político inescrupuloso que por las certezas que brinda el oponente. Una muestra de esa ascendente y casi ciega emoción colectiva es lo poco que hemos indagado y conocido acerca de las propuestas de los candidatos presidenciales en el plano económico; qué nos dicen acerca de la reforma laboral o del futuro de las universidades públicas; cómo vamos a salir del callejón de la debacle del sistema de salud. En estos temas, el candidato del Partido Verde ha sido, precisamente, el expositor menos brillante en los últimos debates. Además, ha dado pruebas, muy paradójicas, de no interesarle mucho los asuntos ecológicos y ha exhibido ignorancias elementales durante los debates en televisión.

El triunfo de Mockus sería otro de esos extraños fenómenos mediáticos, de expansión de una ola de comunicación virtual que difunde una imagen cándida de un personaje; lo que deseamos que alguien sea pero que no lo es. Al profesor Mockus puede abonársele que no lograría ser tan perverso como lo que hemos conocido en los últimos ocho años. Algunos concluyen que es preferible descansar de tanto uribismo montado a caballo, de tanto despotismo ramplón y que, al menos, pasemos la página de nuestra triste historia reciente aceptando una dosis de otro despotismo, un despotismo ilustrado, elegante, con bicicletas, cuadros sinópticos, dibujitos en el aire y contabilidad minuciosa que se avizora con el ciudadano colombo-lituano cuyo historial privado y público es muy pintoresco.

Como dijo un eminente periodista, tendremos que escoger entre la peste y el cólera. No se nos ha ocurrido mirar un poco hacia la izquierda; la claridad y agudeza del candidato Gustavo Petro, del Polo Democrático, por ejemplo, ha conmovido a muy pocos. Despreciar el lado izquierdo fue algo que nos enseñó, de manera despiadada, nuestro padre Álvaro Uribe Vélez. Y nosotros, los colombianos, seguimos siendo unos niños muy obedientes.






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