Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

lunes, 27 de junio de 2022

 

Pintado en la Pared No. 254

El triunfo de la incertidumbre

 

El triunfo de la incertidumbre o la incertidumbre del triunfo, así es la especie de paradoja que encierra la victoria en las elecciones presidenciales de Colombia de Gustavo Petro, antiguo guerrillero y dirigente de izquierda que había intentado en tres ocasiones llegar a la presidencia del país. Ahora, cuando por fin lo logra, está frente a una perspectiva muy hostil, llena de obstáculos que le obligan a dar cada paso con mucha cautela.

Ha pasado apenas una semana de la obtención de su apretado triunfo y parece que hubiese pasado muchísimo más tiempo; el inédito triunfo de la izquierda en Colombia ha sacudido a amigos y enemigos del ganador; toda la clase política, incluido el diverso espectro de la izquierda ganadora, ha movilizado un truculento juego de adhesiones y oposiciones que hace notar la fuerte tensión del cambio político.

Su triunfo fue ante un inusitado contendor, un ingeniero de 77 años de lenguaje procaz pero efectivo; mientras Petro obtuvo 11.281.013 votos, su rival logró 10.580.412. El estrecho margen le obliga a pensar cómo satisfacer la expectativa de quienes votaron por él y cómo persuade, al mismo tiempo, a más de 10 millones de votantes que fueron a las urnas impulsados por un animoso anti-petrismo. El país ha quedado, pues, partido en dos mitades y al nuevo presidente le corresponde saber gobernar para ambos fragmentos aparentemente irreconciliables. Quizás por eso, el ganador llamó casi de inmediato a un acuerdo nacional que, en esta intensa semana, ya cuenta con la adhesión de muchos de los movimientos y partidos que habían lanzado anatemas contra el líder izquierdista.

En esta misma semana, el presidente electo visitó en el palacio de Nariño al presidente saliente; y al día siguiente, el presidente Duque salió a encontrarse con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, el líder natural de la derecha colombiana, como si de la reunión con Petro hubiese salido un mensaje urgente para el jefe del Centro Democrático. Lo cierto es que Petro y su enemigo Uribe han acordado reunirse prontamente. Luego vino la adhesión del partido liberal, en cabeza de su jefe, el expresidente César Gaviria.

Un síntoma de los conflictos internos en la coalición ganadora fue la extraña escogencia del candidato a ser el presidente del Congreso. El miércoles, en entrevista televisada, fue anunciado el nombre del senador Alexander López, dirigente del Polo Democrático; y al día siguiente fue anunciado otro nombre, el de Roy Barreras, un huidizo dirigente político que ha militado en todos los partidos, desde el uribismo en sus orígenes hasta su reciente adhesión a la campaña de Petro. Ese cambio de denominación provocó malestar entre la bancada petrista. Muy curioso que un rival electoral de López en su región haya sido el señalado por el presidente electo para dirigir las alianzas en el Congreso de la república. En todo caso, este primer paso en las designaciones ha sido equívoco y revela las fricciones que pueden conducir a una muy cercana forma de oposición entre quienes fueron los adalides de su triunfo en las presidenciales.

Sin embargo, el proceso de designación de su gabinete ministerial no ha marchado tan rápido. Petro dice que se tomará su tiempo, pero por la entrevista concedida a la revista Cambio, no parece fácil que halle los ministros o ministras para los cruciales ministerios de Hacienda y de Defensa. ¿Quién va a impulsar la reforma tributaria dirigida a gravar a los multimillonarios? ¿Quién va a orientar la reforma a la policía nacional cuya corrupción interna, según el propio Petro, alcanza cifras abismales? ¿Quién va brindarle tranquilidad a un ejército que deberá seguir con convicción a un exguerrillero?

La única designación hasta ahora es la del abogado Alvaro Leyva Durán en el ministerio de Relaciones Exteriores. La trayectoria de este experimentado político lo sitúa como un decidido defensor de los procesos de paz con las guerrillas y muy cercano a las antiguas Farc. Parece que la tarea principal para el nuevo canciller sea propiciar acercamientos con la guerrilla del ELN; pero la pregunta inmediata es si era necesario convertir a este avezado negociador en el titular de ese ministerio; ¿su misión no quedaba mejor inscrita en otro cargo dentro del próximo gobierno?

A muchos les preocupa que el presidente electo cometa los mismos errores de su alcaldía en Bogotá. Allí su gestión fue mediocre y no alcanzó a desarrollar ninguna de sus promesas; en parte por la fuerte oposición a sus reformas y en parte por la soberbia del propio Petro. Si reproduce esa conducta como jefe de Estado, sólo logrará amplificar las dificultades que ya tiene para gobernar.

En la entrevista reciente con la revista Cambio, un mesurado Petro advierte que su gobierno no será fácil, que necesita rodearse pronto y bien. Su acuerdo nacional busca apaciguar una oposición que le impida hacer sus reformas. Aislarse o conformarse con los apoyos de sus aliados más cercanos lo puede volver muy venerable ante una derecha recalcitrante. La derecha colombiana y el empresariado le temen a que este ascenso presidencial de la izquierda afecte sus negocios o resquebraje el dogma del neoliberalismo rampante. Esa derecha con miedo y odio es muy peligrosa.


 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

lunes, 20 de junio de 2022

Memoria de la peste

 

Pintado en la Pared No. 253

Un pequeño avance

 

Hoy, 20 de junio, despertamos con el triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia. Su victoria puede ser un pequeño y significativo avance en un país atrabiliario y conservador. Su derrota habría sido un gran retroceso y habría catapultado a una cosa peligrosa inventada por publicistas. La victoria fue por estrecho margen y deja al país partido en dos mitades, por eso la principal tarea del nuevo presidente será tratar de unificar, de conciliar. En su discurso triunfal, Petro adelantó que iba a abrirle la puerta a la oposición política y que la relación con sus rivales políticos se fundará en el respeto. Ojalá logre su cometido y ojalá sea una actitud auténtica, porque Colombia necesita superar muchos conflictos y moderar el lenguaje de la discusión política cotidiana.

En mi modesta opinión, lo mejor del triunfo del exguerrillero Petro es que haya ascendido al poder, como su fórmula vicepresidencial, la dirigente afrodescendiente Francia Márquez. Ese es un cambio verdadero en la vida pública colombiana, demuestra que muy buena parte de la sociedad colombiana admira a mujeres luchadoras que vienen del hostil mundo rural. Ella es el gran hecho político, la gran novedad del momento, el anuncio de una transformación trascendental si se compara con la ya larga y sinuosa trayectoria del presidente Petro.

Con Francia Márquez, primera mujer afro que llega a la vicepresidencia de Colombia, toma relieve una población marginada y maltratada que vive en las costas del suroccidente y del norte del territorio. Sin la alta votación conquistada en el Pacífico colombiano, Petro no sería hoy el nuevo presidente. Por tanto, esa zona del país merece estar en las prioridades de los planes del gobierno que empezará en los próximos días.

El nuevo presidente debe saber que la mitad del país lo odia o le teme. El anti-petrismo alcanzó más de 10 millones de votantes, de modo que necesita ser muy pedagógico para persuadir a esa mitad de Colombia que cree que se va a perpetuar en el poder y que nos va a llevar a un socialismo ruinoso en cuatro años. Gustavo Petro y Francia Márquez tendrán que entender que protagonizan una inflexión importante, pero que el momento exige prudencia. Necesitan definir bien las prioridades y dejar un camino desbrozado para quienes les sucedan en el poder. En fin, el momento demanda humildad.

Los más entusiastas dicen hoy que comienza una nueva era para Colombia. Tanta expectativa no es buena porque eso puede mutar en una rápida decepción. El nuevo gobierno tiene que tomar decisiones responsables que logren, primero, reconciliar y, luego, persuadir sobre la necesidad de unos cambios fundamentales en el modelo económico neoliberal que nos ha dominado y empobrecido durante más de tres décadas. Gustavo Petro tiende a desvanecerse en un discurso difuso y confuso sobre las reformas económicas y sociales más inmediatas; sino sabe rodearse de un equipo de especialistas y si no sabe escuchar los clamores de la gente, entonces estaremos ante una oportunidad desperdiciada. 

La tarea inmediata y más sensata es vigilar a los líderes políticos y hacerles cumplir lo que prometieron durante la campaña electoral.

 

 

 

domingo, 19 de junio de 2022

Memoria de la peste

 

 

Pintado en la Pared No. 252

Elecciones presidenciales en un país mediocre

 

Hoy es la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. Según mis recuerdos, esta es una de las elecciones presidenciales más turbias y mediocres por la procacidad de los contendientes, por el exceso de competidores, por la relajación de los criterios de selección de quienes deberían ser los mejores candidatos para un país que necesita enderezar su economía, resolver el enorme hueco fiscal, solucionar el dilema pensional, eliminar las barreras que lo hacen uno de los países más inequitativos del mundo, responder por los compromisos del acuerdo de paz firmado en 2016. Ante un país saturado de conflictos, estas elecciones presidenciales no parecen ofrecer soluciones esperanzadoras.

Si las encuestas aciertan, habrá un triunfador por un muy reducido margen de votos. El que gane, ganará muy poco y por muy poco; el que pierda, podrá sentirse autorizado para hacer oposición tenaz. De modo que tendremos un débil gobierno de cuatro años, cuestionado y cuestionable. Cualquier triunfo, en esas condiciones, es una pérdida para Colombia. Tendremos un país escindido en dos mitades que no logran ponerse de acuerdo. Perderemos todos, más de lo que hemos perdido hasta ahora.

Los candidatos enfrentados representan, el uno, un tímido (pero temido) cambio; y el otro, un retroceso en muchos sentidos. El uno es Gustavo Petro que intenta ser presidente por tercera vez y el otro es una cosa inventada por los publicistas que ha servido de comodín para aquellos que creen o hacen creer que Petro es un guerrillero que todavía lo secunda una agrupación armada, que es un comunista que va a cerrar los templos religiosos, que nos va a empobrecer al estilo de la Venezuela de Maduro, que va a cerrar el puerto de Buenaventura, que nos va a dejar sin pensiones, que va a cerrar empresas y banco. Este bajo nivel de discusión ha exhibido la pobreza de la cultura política colombiana. Un país que lee y escribe poco es un país que piensa poco. Hasta ahora ha ido ganando el odio, el miedo y la rabia.

Si gana la cosa inventada por los publicistas, tendremos en el poder una mezcla de Cantinflas, Bolsonaro y Trump. Para el empresariado, para los gringos y para la derecha colombiana sería el presidente perfecto para ser manipulado, para impedir cualquier cambio sustancial en el modelo económico neoliberal, para frenar cualquier reforma radical de instituciones corruptas y cuestionadas como la policía y el ejército. El candidato Rodolfo Hernández llegó a la segunda vuelta sin conocer el país, sin recorrerlo, sin redactar un programa de gobierno y sin ponerlo en debate público.    

Entre las derrotas anticipadas de esta campaña electoral colombiana está la de los intelectuales. Su situación precaria ha quedado expuesta en la tragicomedia de la discusión pública. Nuestras universidades están produciendo o, mejor, reproduciendo unos dudosos oficiantes de las ciencias sociales y humanas. Transformados en “analistas”, “politólogos”, “polemistas” de radio y televisión, muchos de ellos opinaron con sus vísceras y no con los rigores de la academia. Muchos de ellos cayeron en la ramplonería y no se diferenciaron de lo que cualquier ciudadano iletrado podría decir mientras bebe una cerveza en la tienda de la esquina.

Quien gane ahora por un estrecho margen, recibirá un país en alta tensión. Estas elecciones dejan un país crispado, con familias, vecinos y amigos enfrentados porque seguimos sin aprender a compartir y entender nuestros desacuerdos. Seguimos siendo un país incapacitado para ejercer el criterio, incapacitado para formarse un juicio acerca de algo o alguien. Seguimos siendo un país mediocre que toma decisiones mediocremente. Ninguno de los dos candidatos parece tener la lucidez para superar esta situación de Colombia.

   

 

  

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