Pintado en la pared

Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Pintado en la Pared No. 335

Los tiempos difíciles de las ciencias humanas y

las ciencias humanas de los tiempos difíciles (1)

 

En la década de 1980 y en la actualidad nos reunimos distintas generaciones de colombianas y colombianos que hemos conocido, en distintos puntos de la cronología, la crisis de nuestro sistema de  universidades públicas. La generación joven de hoy, con la lucidez de la auto-conciencia, eso que el sociólogo alemán Karl Mannheim llamó la “preocupación por nosotros mismos”, percibe el deterioro de los campus de las universidades, la ruindad de la infraestructura, la disminución de estudiantes que pueden y quieren ingresar a los estudios universitarios. Hace cuarenta años, en 1984, los jóvenes estudiantes de entonces conocimos la mutación violenta y tremenda de la Universidad Nacional; el cierre de aquel año implicó la desaparición de las cafeterías y residencias estudiantiles. Eso fue un retroceso muy grande en la fisionomía de una verdadera universidad nacional, de una universidad abierta a los sectores populares y a la gran riqueza regional de Colombia. Desde entonces y hasta hoy tenemos un acumulado de adversidades.

Ahora bien, a esa crisis local de la universidad pública colombiana se le une hoy la crisis de las universidades privadas que padecen también un bajonazo en las matrículas y, por tanto, en sus ingresos económicos. Por encima de esta situación hay un contexto global muy adverso para las universidades en el mundo, al menos en el mundo de Occidente. Son crisis superpuestas que empujan a una debacle: crisis del capitalismo, crisis de la democracia liberal, crisis de los sistemas universitarios, caída demográfica. En suma, un contexto muy adverso que involucra agentes políticos y económicos que son enemigos de las universidades públicas; autoritarismos políticos y sus censuras que arrinconan a las universidades. Así ha sucedido en Brasil durante la presidencia de Jair Bolsonaro, así sucede ahora en Argentina con el presidente Milei; así viene sucediendo con Donald Trump en Estados Unidos y así ha sucedido en Nicaragua y Venezuela con los perpetuados Ortega y Maduro. Del lado europeo las cifras hablan de Estados que cada vez pueden o quieren financiar menos y de universidades que cada vez necesitan más.

Pero regresemos al sistema universitario público colombiano. Intentemos una síntesis del complejo panorama:

Crisis in crescendo. La crisis de la universidad pública es un acumulado histórico de fuerzas adversas; llevamos varias décadas de desfinanciación estatal que ha vuelto muy visible el deterioro de los campus universitarios. Esa mengua en la infraestructura la ha debilitado ante el segmento de universidades privadas. Cada vez tenemos menos universidad pública y cada vez tenemos menos sociedad, porque según las estadísticas del DANE hay una disminución ostensible de la población joven; también hay menos interés o vocación por la formación universitaria. En resumen, llevamos varias décadas acumuladas de pérdida de convicción por parte del Estado y por parte de la sociedad.

Pérdida de hegemonía. La universidad pública ha sido relativizada no solamente por el peso adquirido por las universidades privadas. Otras competencias han surgido en la producción y circulación de conocimiento; las nuevas tecnologías han hecho ver obsoletas y desactualizadas a universidades que tardan o se resisten a integrar nuevas formas de comunicación. Agreguemos a eso la desvalorización, por múltiples causas, de la vida universitaria en el campus, plasmada en la erosión de la sociabilidad intelectual, a la pobre oferta cultural de museos, conciertos, cine-clubes, tertulias. Antes, si comparamos con varias décadas atrás, podía vivirse en el campus. Sin duda, la idea de ciudad universitaria se ha degradado.

Rezagada en la competencia con las universidades privadas, empobrecida en su oferta cultural y con estructuras físicas vetustas, la universidad pública colombiana difícilmente puede mantener el estatus protagónico que históricamente le había pertenecido.

(Sigue).

sábado, 10 de mayo de 2025

Pintado en la Pared No. 334

                           Nuestros pobres archivos y bibliotecas (4)


Algunas propuestas de solución.

Estamos ante una BNC y una AGN que funcionan a medias; y tenemos una BLAA que ha descuidado el servicio a los investigadores. Y podemos decir más generalmente que las bibliotecas y los archivos del país no están preparados para atender las exigencias de la investigación en las ciencias humanas. Sus “protocolos” de atención son, en algunos, rígidos; en otros, absurdos y, en todo caso, expresan el desprecio o el desconocimiento de las necesidades de quienes investigamos. Como solía sucedernos en las décadas de 1980 y 1990, los funcionarios que atienden en esos lugares se incomodan con la presencia de las y los investigadores. Todavía somos bichos raros que ponemos a prueba las buenas maneras de funcionarios que prefieren imponer las rigideces de sus protocolos sobre las situaciones particulares de cada investigador o investigadora. Nuestros archivos y bibliotecas necesitan, primero, mayor inversión en equipos para la consulta; segundo, más recursos para ampliar y fortalecer los catálogos digitales; tercero, un aumento en el personal que atiende en las salas y, unido a esto, una educación de ese personal de tal modo que sepa atender nuestras necesidades y exigencias.

Yo lamento profundamente que estudiantes que contribuí a formar como historiadores ahora sean unos estirados funcionarios de archivos y bibliotecas que quieren imponer sus criterios muy estrechos de acceso a la documentación. ¿En qué momento y por qué perdieron la sensibilidad o la empatía sobre algo que ellos alguna vez aprendieron o trataron de hacer en los seminarios de investigación que les impartimos? ¿Dónde aprendieron el nefasto principio según el cual el funcionario de la biblioteca y su reglamento son más importantes que las necesidades de la investigación?

Creo que una urgente redefinición de nuestras universidades y de nuestros sistemas de educación e investigación debe incluir un cambio de lugar y una nueva caracterización de nuestras bibliotecas y archivos. En lo que concierne a la BNC y el AGN, considero que deben estar adscritos a un sistema nacional de investigación que no puede depender del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes (aunque deploro la confusa diversificación de ministerios que incluyen al Ministerio de Educación y al Ministerio de las Ciencias en unas funciones y unos proyectos que pueden reunirse en una sola institución bien dotada).  Esa nueva caracterización debería contribuir a la redefinición de sus prioridades y a un cambio en sus estructuras de dirección. A mí no me ha producido ningún entusiasmo los gastos en que ha incurrido la BNC en la adecuación de la sala Samper para organizar exposiciones, algo que ha implicado borrar una sala de consulta y gastar muchos recursos que debieron concentrarse en recuperar el catálogo perdido en el robo cibernético. Esa ha debido ser su prioridad.

Las universidades públicas, y en particular las facultades de ciencias humanas y sociales, deberíamos tener participación en los consejos directivos del AGN y del BNC para incidir en la definición de derroteros, en la elaboración de planes de trabajo, en la vigilancia de los recursos públicos y en la reglamentación de la atención al público. Las y los investigadores de las ciencias humanas no podemos seguir siendo los destinatarios ocasionales de las decisiones que toman en las direcciones de esas instituciones, muchas de ellas plasmadas en impedimentos cotidianos para la consulta y, peor aún, para el desarrollo de la actividad de investigación.

Por último, hay una responsabilidad inherente a las comunidades de investigación. La escasa profesionalización de la actividad investigativa ha mal acostumbrado a los funcionarios de nuestros archivos y bibliotecas. Es indispensable que nos volquemos masiva y sistemáticamente a visitar esos lugares y demostremos que somos una franja de la sociedad que pide acceso a nuestro patrimonio documental, que está capacitada para consultar responsablemente ese patrimonio e interesada en producir nuevo conocimiento. Esos archivos y bibliotecas, no lo olvidemos, son instituciones públicas que nos pertenecen; nosotros, como ciudadanos, hemos contribuido a que sean parte inherente –con sus virtudes y defectos- de los proyectos de la nación colombiana.

lunes, 28 de abril de 2025

Pintado en la Pared No. 333

Nuestros pobres archivos y bibliotecas (3) 

Un AGN precario.

El Archivo General de la Nación (AGN) es hermano de la Biblioteca Nacional (BNC) en pobreza y en dificultades de atención en su sala. El AGN tiene unas atribuciones institucionales muy serias, pero su capacidad para cumplirlas es muy limitada. Con la dirección del profesor Jorge Palacios Preciado sufrió cambios ostensibles a inicios de la década 1990. Un nuevo edificio y nuevas atribuciones presagiaban una institución muy influyente en las políticas nacionales de creación de un sistema nacional de archivos; a él le corresponde, por ejemplo, dirigir el sistema nacional de archivos, conservar el patrimonio documental y, en general, tiene el deber de guiar “la política archivística del país”. A eso se une “la organización, descripción, digitalización, preservación, acceso y uso eficaz de las tecnologías de la información y las comunicaciones para la gestión de los archivos y la difusión del patrimonio documental de la nación”. Todo esto, tan importante, está consignado en la visión institucional de nuestro AGN.

Podemos decir que ese liderazgo lo ha cumplido con insuficiencia desde inicios de la década de 1990 hasta ahora; no ha tenido influencia benéfica en la muy dispar composición de los archivos públicos regionales, muchos de ellos abandonados a las veleidades locales y sumidos en el ostracismo. Tampoco le ha servido tener tan importantes atribuciones para ser garante de la preservación de múltiples archivos dispersos. A inicios de esa década, recuerdo que debía consultar el antiguo archivo diplomático en una casa desvencijada de la carrera décima, entre calles séptima y octava; algo semejante sucedía con la consulta del archivo de la academia colombiana de historia (ACdeH), una preciosa documentación paradójicamente descuidada por los “eminentes” miembros de esa institución. Pues bien, esos archivos fueron llevados al AGN. Ese suceso, en principio, garantizaba una preservación mucho más responsable. Pero he tenido que constatar, sobre todo en lo que atañe al archivo de la ACdeH, que varios documentos desaparecieron en el trasteo o en la catalogación. Ahora nadie puede explicar qué sucedió con la documentación perdida.

Ahora bien, la fría sala de consulta del AGN siempre ha padecido por tener muy pocos equipos lectores de microfilmes y de documentación en formato digital; más pobre es aún en equipos y recursos que permitan reproducir los documentos. Recuerdo que hubo un tiempo en que me decían que, si quería “ganarme” la posibilidad de sentarme ante el único equipo disponible y en buen estado, tenía que alojarme al lado del AGN para ser el primer investigador que llegase ese día a la sala. Por las quejas que escucho hoy de mis colegas, sospecho que esos tiempos no han mejorado. Han pasado por lo menos cinco directores distintos –todos muy prestigiosos- y ninguno ha podido gestionar la adquisición de un buen número de equipos que solvente esa carencia tan elemental. Esa precariedad constante de la atención en la sala pretendió morigerarla con un sistema digital de consulta llamado plataforma Archidoc.

Esa plataforma fue muy útil mientras existió; permitía conocer sus colecciones y tener acceso a muchos documentos. Sin embargo, las plataformas digitales de consulta del AGN y de la BNC sufrieron un ataque y desaparecieron en 2022; desde entonces, estudiantes e investigadores que no estamos domiciliados en Bogotá volvimos a padecer las dificultades de acceso que esas plataformas habían solventado. Hoy, en 2025, parece que estamos lejos de tener nuevos sistemas digitales tan eficientes como fueron el Archidoc (en el AGN) y el catálogo OPAC (en BNC). Algunos colegas han hecho denuncias sobre las implicaciones de este robo de información que ha debilitado aún más el muy deficiente funcionamiento de estas instituciones. Alguien se ha llevado la información contenida en esas plataformas y no sabemos con qué propósitos. No es fácil entender que esos sistemas digitales no tuviesen algún tipo de salvaguarda. Me pregunto, incluso, si esa pérdida de información no está siendo aprovechada para un usufructo soterrado y particular de las existencias documentales de nuestro AGN y nuestra BNC. ¿Alguien o algunos están lucrándose con el robo de esas plataformas?

Mientras tanto, la investigación en ciencias humanas sigue en la penumbra; con archivos y bibliotecas pobres, con deficientes por no decir hostiles salas de consulta y con plataformas digitales robadas. Necesitamos, entonces, hablar de soluciones o, al menos, sugerirlas.

Sigue: los bichos raros de la investigación en ciencias humanas.

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