Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Eduque, señor presidente Duque




Muchos en Colombia creemos que se cerró la página de la guerra del Estado contra la subversión armada y que empezamos a escribir las primeras líneas de una redefinición de prioridades en las políticas de gobierno. Por lo menos parece claro que ya no existe el pretexto de un conflicto armado para justificar la prelación del gasto militar. Estamos, se supone, en una transición repleta de ambigüedades, de indefiniciones en que muy buena parte de la sociedad colombiana clama por un cambio sustancial en la fijación de nuevas prioridades estatales. Muchos creemos que debe columbrarse el momento de la educación universitaria pública, porque por mucho tiempo fueron aplazados los necesarios proyectos de la democratización del acceso a las universidades públicas colombianas. A eso le hemos llamado, en los últimos días, la gran deuda histórica que el Estado colombiano tiene con la educación pública y, principalmente, con las universidades estatales que han padecido en las últimas décadas un evidente deterioro en su funcionamiento.
La mezquindad ha sido el sello distintivo de la educación pública en Colombia; pocos recursos para la infraestructura de las instituciones, bajas asignaciones presupuestales para la investigación, para la formación de doctores en todas las áreas, para capacitar maestros de la educación básica. En los últimos cuarenta años ha crecido, bajo la sombra de un Estado complaciente, el sistema de universidades privadas y eso ha implicado que la lógica del lucro se haya impuesto sobre las necesidades formar generaciones de investigadores y profesionales de alto nivel. El sistema de universidades del Estado ha dejado de ser competitivo y suficiente en muchos aspectos y eso evidencia una asimetría entre el tratamiento preferencial a las universidades privadas en desmedro de la promoción de una educación universitaria liderada por un Estado simbólica y financieramente fuerte.
El Estado ha ido tergiversando sus funciones; y en vez de ser garante de un sistema universitario público, ha enajenado su misión en el patrocinio y subsidio de universidades privadas que terminaron siendo bastiones del poder ejecutivo. Por tanto, se ha impuesto una doble discriminación: en la asignación de recursos y en el reclutamiento de profesionales para las acciones gubernamentales. Las universidades privadas bogotanas se han vuelto en las únicas aparentemente disponibles y capacitadas para proveer los miembros de los gabinetes ministeriales. Y aquí viene, en consecuencia, la discriminación siguiente: se ha establecido una cesura regional, una disimetría entre universidades privadas bogotanas y las universidades públicas regionales. Las universidades Externado, Andes, El Rosario, Javeriana (ancladas principalmente en Bogotá) usufructúan los grandes cargos en la dirección del Estado y proveen una mirada centralista y miope sobre los problemas nacionales. Las universidades regionales han ido quedando reducidas al recortado juego de las disputas locales por proyectos gubernamentales de bajo alcance.
El Estado ha sido, pues, acaparado por el centralismo de unas cuantas instituciones universitarias privadas que, con mucha dificultad, perciben la complejidad y variedad del país. De ahí que una de las tareas inmediatas consista en redefinir las prioridades de financiación del Estado y en la creación de una política de fomento de la educación universitaria según un sistema nacional de universidades públicas. Volver a poner el acento en lo público hace parte de la nueva agenda de un país que ha volteado la página del conflicto armado y que puede, por fin, pensar en políticas públicas de educación en todos los niveles.
El presidente Duque tiene la oportunidad histórica de anunciar una etapa nueva en la organización de un sistema estatal de enseñanza universitaria. Poner la educación superior en la agenda de prioridades organizativas del Estado colombiano puede guiarnos hacia una voluntad de otorgarle a la juventud las posibilidades de formación que no ha tenido; de permitirles a los artistas, a los escritores, a los humanistas, a los científicos sociales un ambiente propicio para la creación, el pensamiento, la investigación y la escritura.
Eduque, señor presidente Duque, eduque.  
Pintado en la Pared No. 181

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores