Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

martes, 25 de abril de 2023

Pintado en la Pared No. 287

 

Preámbulo de una lectura olvidada

A propósito de El tonel de Diógenes. Manual del cínico perfecto (1925), por: Enrique Restrepo.

 

Hacer historia del pensamiento colombiano es una tarea olvidada; no ha estado en las prioridades de la investigación en ciencias humanas hace mucho tiempo. Podrá decirse que algunos aportes provienen de preocupaciones colaterales. Algunos destellos de la historia de la filosofía provenientes de un Santiago Castro-Gómez, de un Damián Pachón Soto. También contribuciones puntuales de Juan Guillermo Gómez y Rafael Rubiano, concentrados en algunos autores del siglo XX. Algunos ejercicios biográficos contienen examen de las ideas del biografiado. Sin embargo, todavía nada que vislumbre estudios de largos periodos, de etapas o de momentos. Nada que parezca visión de conjunto sobre, por ejemplo, los dos siglos de vida republicana. La historia conceptual, ya sea inspirada en Pierre Rosanvallon, ya sea bajo la égida de Reinhart Koselleck, podría ser muy útil, pero sus aplicaciones todavía son muy incipientes. Por supuesto, la historia intelectual debería servir para una mirada transversal que atraviese la literatura, la política, la filosofía, incluso las artes plásticas. Sin embargo, en el terreno concreto de hallazgos y estudios culminados hay poca cosa para reseñar.

Eso es malo y es bueno. Es malo, porque delata descuidos, olvidos en la enseñanza de la historia, desvíos en las prioridades. Es malo, porque revela vacíos de nuestra vida intelectual y cierta desconexión primordial de las ciencias humanas colombianas. Es bueno, porque paradójicamente tanta carencia ayuda a señalar que todo está por hacer; porque se vuelve una oportunidad para ser originales, porque no hay una autoridad o un canon al que debamos seguir con devoción. La tarea que tenemos por delante es crear un campo de estudios acudiendo a lo poco que tenemos como legado o tradición.

Esta reflexión surge en el preámbulo del análisis e interpretación o, si eso es mucho pedir, de al menos la lectura curiosa de un libro de Enrique Restrepo publicado en 1925 con el título El tonel de Diógenes. Manual del cínico perfecto. ¿Quién ha hecho, después de casi un siglo, un estudio monográfico de ese librejo y su autor? ¿Sabemos algo concienzudo de la vida y la obra de ese señor? Tal vez algunos datos anecdóticos y dispersos mezclados con algo de leyenda. ¿Alguien, entre oficiantes de la historia o de la filosofía, se ha detenido a averiguar cómo se leyó, se adoptó y se adaptó entre los escritores colombianos de comienzos del siglo XX el pensamiento cínico? Menos aún sabemos de las posibles conexiones del pensamiento cínico con el anarquismo individualista, con las filosofías irracionales de un Henri Bergson, Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer.

Volvamos a lo malo y a lo bueno del asunto. Lo malo es constatar el vacío largamente acumulado, la ausencia de un campo de estudio precedente que haga superfluos los interrogantes anteriores. Lo bueno es que hay un archivo por rescatar, un corpus documental que es necesario sacudirlo del desprecio. Lo bueno es saber que el autor y la obra están ahí para ponernos a prueba. ¿Sabremos decir algo acerca del señor Restrepo y su obra olvidada?

 

 

 

 

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores