Para la ciencia histórica, la biografía es un género de escritura y un recurso metodológico que busca decir toda la verdad posible sobre un sujeto. Como género de escritura es la combinación de narración y explicación; como recurso metodológico es una escala de observación ajustada a una vida individual. Pero a eso hay que sobreponer la intención que determina escribir e investigar en esa perspectiva: es la intención de reconstituir un proceso de existencia individual puesto en situación con la época, con el mundo de relaciones. La biografía histórica relata la vida de un individuo situado, en conexión, puesto en relación. Mientras no sea así, no estamos ante una biografía concebida según un propósito netamente historiográfico.
La complejidad de la biografía histórica estriba en el intento de lograr alguna armonía, algún equilibrio entre la exigencia escrituraria del género y el nivel de complejidad y profundidad de la pesquisa. Por eso hay variantes posibles de la escritura biográfica que no logran ser un hecho cabalmente historiográfico. Y quizás no lo logren porque desde el inicio no tuvieron el propósito de producir una biografía histórica sino, más bien, y por ejemplo, una biografía novelada, una ficción biográfica. Esas son posibilidades y derivaciones que contribuyen a matizar el hecho narrativo y ponernos en los dilemas de un género confuso, liminal, que puede contener grados de pesquisa documentada, grados de fantasía, grados de explicación mezclados con narración. En fin, grados de verdad, niveles de aproximación a un relato y explicación debidamente documentados. No pocas veces estaremos ante nombres propios que concuerdan con sujetos que existieron, pero que sirvieron apenas de buen pretexto para construir un relato que mezcla resultados válidos de una pesquisa con los resultados provenientes de la imaginación creadora.
La biografía es, por tanto, un mundo abierto a las posibilidades, a diferentes apuestas, a diversos niveles de complejidad y profundidad. Mientras tanto, la biografía histórica (el adjetivo no es anodino) implica un gran desafío de exhaustividad, de omni-comprensión de la vida de un individuo. Su ancla es la voluntad de decir toda la verdad posible; con ese punto de partida se vuelve rigurosamente indispensable una documentación prolija, una investigación vasta que dialoga entre el estatuto micro-histórico del individuo biografiado (o biografiable) y el estatuto macro-histórico de la época, de los nudos relacionales. Intentar saber de un individuo es intentar saber de una época, de una o varias generaciones de individuos, de unos grupos de afinidad, de unas prácticas asociativas, de unas creencias colectivas. Esa pretensión de verdad vuelve a la biografía histórica un hecho insatisfactorio, incompleto, una aproximación. Como todo texto pretendidamente historiográfico, su imperfección, su carácter inacabado es su principal propiedad, su sello definitorio y, por supuesto, su más decisiva apertura a las posibilidades de seguir diciendo verdad en la ciencia histórica.
Mientras tanto, cuando la biografía es una apuesta de escritura ficcional, no tiene ninguna obligación de demostrar que dice la verdad o unas verdades acerca del sujeto biografiado. No tiene obligación alguna de exhaustividad, no se le exige referencias documentales ni citaciones documentales puntuales; ha escapado de la famosa servidumbre de las fuentes y le ha concedido algún espacio a la fantasía. Constituye una unidad acabada, completa, un universo que reclama ser una unidad significativa autónoma. Se trata de un hecho estético y no de un hecho historiográfico o, por lo menos, apegado a las reglas de construcción de conocimiento de la ciencia histórica.
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