Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 24 de octubre de 2010

Pintado en la Pared No. 41- Historia de Cali del siglo XX


Historia de Cali del siglo XX

Por: Gilberto Loaiza Cano

Cali es una ciudad fea, sucia y peligrosa, como casi todas las ciudades colombianas y latinoamericanas. Estas palabras hieren el amor propio de los que se desvelan por su terruño. Pero, curioso, en los desvelos no habían incluido construir conciencia histórica. Cali es un conglomerado urbano reciente, su sistema universitario es casi incipiente. Aunque en pocos metros cuadrados del sur de la ciudad se acumula casi una decena de campus universitarios, de allí todavía no surge una idea colectiva generosa que ponga a funcionar un sistema interdisciplinario de examen del devenir de la ciudad. Algunas comunidades académicas y algunas figuras fundadoras han dejado legados pioneros que, ahora, son imprescindibles para escribir la historia de los últimos cien años de la ciudad.

Hoy, de algún modo, la coyuntura conmemorativa ha servido para remover fuerzas de inercia; para hacer balances y establecer prioridades. Cali ha cumplido 100 años como capital de un departamento y ese simple dato ya haría pensar en un necesario examen histórico de esa condición. La Universidad del Valle, la principal universidad de la región, cumple 65 años. Es decir, puede suponerse que hay un acumulado que justifica, de un lado, evaluar qué tanto sabemos y qué tanto ignoramos de la ciudad; cuáles han sido los aciertos, vacíos y omisiones de las disciplinas científicas y sus oficiantes; y, de otro, cuáles han sido las virtudes y perversiones de las élites que han sido responsables de las transformaciones de Cali.

El proyecto editorial de una historia colectiva de Cali del siglo XX es un modo de rendirle homenaje a la ciudad y al mundo académico que ha vivido cerca de ella. Es un modo de exaltar la labor de pioneros como Jacques Aprile-Gniset, Gilma Mosquera, Edgar Vásquez. Pero también sirve para presentar una nueva generación de estudiosos de problemas urbanos propios de las convulsas selvas de cemento latinoamericanas, como las violencias de diverso orden, las segregaciones socio-raciales, las incoherencias o ausencias en la planificación urbana, la débil estructura real y simbólica del Estado, la formación de una clase media y sus proyectos de civilidad, la creación desigual de una institucionalidad artística.

Algunos hechos crasos demuestran, de entrada, que estamos ante retos organizativos que obligan a la comunidad académica a asumir un liderazgo que no han podido y, quizás, no podrán tener los miembros de la clase política caleña. El tamaño y el lugar estratégico económico y político de la ciudad no concuerda con su pobre conciencia histórica, con la débil tradición archivística, con la poca consistencia –y el poco apoyo- a las instituciones que debían servir de garantía para la conservación del patrimonio cultural. El fondo histórico-cartográfico de la ciudad está incompleto; la Academia de Historia ha sido más bien un club de lagartos que de acuciosos investigadores. Algunas familias de artistas fallecidos han preferido exiliar el legado documental a instituciones de otras ciudades porque en Cali nadie garantiza seguridad y confianza para depositar y administrar una colección pictórica o un archivo fotográfico, por ejemplo.

Nuestro grupo de investigación Nación/Cultura/Memoria ha emprendido el proyecto editorial de preparar, en tres tomos, la historia de Cali del siglo XX. El primer tomo estará dedicado a examinar la evolución de su espacio urbano, de los conflictos en la constitución del espacio físico, de la relación que ha establecido la sociedad con los recursos naturales, de las mutaciones de su población, de la mentalidad que subyace en los proyectos de construcción de avenidas o de un sistema de transportes; el segundo tomo estará consagrado a su historia política, a los tensos orígenes de la formación como ciudad capital, a la formación de una élite, a la creación de una esfera de participación en la vida pública, a una peculiar nomenclatura de partidos políticos; el último tomo hablará de lo que ha sido su historia cultural, sus movimientos artísticos, su institucionalidad educativa, la riqueza simbólica y, a la vez, los conflictos de una ciudad esencialmente multicultural.

Son 45 ensayos en que cada uno de sus autores hará una generosa síntesis de lo que ha investigado acerca de la ciudad, con tal de llegar a un público amplio. El proyecto es ambicioso y complejo. Poner en sintonía a tantos sabios con sus resabios es muy complicado, pero hasta ahora nos hemos encontrado con colegas entusiastas que quieren participar de un proyecto que hace confluir investigación y divulgación, que une el acumulado riguroso de cada investigador con la necesidad de cumplir una función educativa para la ciudad y el país. Son 45 autores que representan tanto lo que han podido ser y hacer las universidades de la región, pero también hay presencia significativa de investigadores provenientes de universidades de otros lugares del país. Algunos autores están preparados para aportar visiones sintéticas; otros, más jóvenes, podrán aportar su conocimiento en asuntos puntuales. Al final, es seguro, tendremos el mejor aporte colectivo a la historia de una ciudad en Colombia.

Hasta ahora, el área cultural del Banco de la República y el Archivo Histórico de Cali han sido los dos principales pilares divulgativos del proyecto con la realización de un seminario permanente cuyas próximas jornadas tendrán lugar el 28 de octubre y el 25 de noviembre. Pero sigue faltando, como es costumbre, dolientes institucionales de proyectos de esta envergadura. La sociedad académica a veces funciona como el país real que se mueve a desprecio del país formal. La sociedad académica es como una sociedad civil que a veces le toca imponer en los hechos una realidad que el burócrata, rector o político de turno tendrá que aceptar a regañadientes. Muchas veces, los proyectos académicos quedan sometidos a los ires y venires de las agendas políticas de nuestros directivos universitarios y líderes de la clase política regional. Confiamos en que, en el 2011, la sociedad colombiana pueda conocer los tres tomos de una obra que ha convocado esfuerzos múltiples de varias generaciones intelectuales en torno a la historia de una ciudad.

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