Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

jueves, 24 de octubre de 2019

El biógrafo Gerhard Masur



Fue en 2006, en la estación de tren de Karlsruhe, Alemania, cuando un señor en un perfecto español con acento caribeño, se me acercó y me propuso una conversación entrecortada por el ruido de las máquinas veloces que se acercaban y alejaban. Se llamaba Ernst Muller y nos había estado escuchando a mi esposa y a mí antes de atreverse a saludar. Nos dijo que le recordábamos su infancia en Venezuela, era hijo de un diplomático alemán y creció en varios países del Caribe. Cuando llegó nuestro tren y era apremiante despedirse, el hombre, que frisaba quizás la quinta década, apeló a mi autoridad de historiador y alcanzó a preguntarme: “Quiero leer una buena biografía de Simón Bolívar, ¿puede recomendarme una?”. Y le respondí rápido, casi gritándole, mientras subía al tren: “La biografía de Gerhard Masur es la mejor, el autor es un historiador alemán”. No sé si alcanzó a comprender mi respuesta en medio del tumulto y el cierre de la puerta del vagón. Durante el viaje me quedé pensando si me había apresurado o no con la recomendación.

Hoy, 2019, me afirmo en aquella sugerencia. Son varias las buenas biografías sobre Bolívar, muchas escritas por escritores o científicos sociales europeos o norteamericanos; pero a la hora de una decisión, me inclino por aquella que publicó el historiador alemán en 1948. Puede ser que hoy le hallemos muchos defectos y es cierto que fue por muchos años la versión oficial de Simón Bolívar repartida por los funcionarios venezolanos; al menos así era antes del advenimiento del chavismo. Sin embargo, Masur dejó allí un modelo de escritura biográfica que juzgo imperturbable.

El historiador alemán nació en Berlín en 1901 y llegó a Colombia en 1938, huyendo del nazismo; enseñó en la Escuela Normal Superior entre 1941 y 1943. Allí impartió, parece, clases de alemán, latín, historia del arte y filosofía. Había sido discípulo de Friedrich Meinecke, continuador del legado de Wilhelm Dilthey. Sobra decir que el joven Masur, mientras vivió en Alemania, no tenía en sus propósitos escribir una biografía de Simón Bolívar. Fueron las circunstancias de su refugio en América que le incitaron a escribir la biografía. También debió incidir su formación en el modelo biográfico proveniente de Dilthey. Masur reflexionó sobre el asunto en 1952 y afirmó que el autor de la Introducción a las ciencias del espíritu había enseñado a establecer la necesaria conexión entre vida individual y mundo, entre las vivencias íntimas y singulares de un individuo y sus experiencias compartidas con otros seres humanos. El individuo está hecho de relaciones, de conversación entre un yo y toda esa trama exterior que lo asedia y determina.

El legado de Masur en Colombia es borroso. Hace poco, Gonzalo Cataño recuperó algunos de sus ensayos y reseñas. Los historiadores y escritores colombianos no hemos recurrido con sistema a la biografía histórica; nos hemos dejado seducir por las licencias de la ficción. Las biografías, que dan cuenta de una vida y sus relaciones con una época de modo exhaustivo, documentado, con voluntad de decir toda la verdad posible sobre el individuo y sus conexiones, son raras en nuestro medio. Puede ser Bolívar, Santander, un campesino boyacense, un artesano, una mujer escritora; en cualquier caso, la biografía no parece un recurso ni un método, ni una forma de escritura dignos de provecho. La investigación y la escritura biográficas exigen recursos, paciencia y formación. Nuestras instituciones universitarias carecen de todos esos atributos y las instituciones que supuestamente deben financiar la investigación en ciencias humanas no apoyan la aventura de estudiar una vida. En estos tiempos de conmemoraciones podemos intentar enderezar el camino al recomendar, de nuevo, la lectura de biografías como la del alemán Masur.


Pintado en la Pared No. 202.





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