Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 24 de noviembre de 2019

América latina: modelo para armar




2019 ha sido año movedizo en el subcontinente latinoamericano. El balance merece espíritu crítico si queremos extraer una moraleja útil para el futuro. Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia Chile y Colombia han vivido días, meses, de agitación en las calles; en casi todos los países, de México hacia abajo, hay ejemplos de altos niveles de corrupción de la clase dirigente. En todas partes han fallado los modelos económicos; ni el socialismo bolivariano, ni el populismo ecuatoriano, ni el recetario neoliberal, ni el autoritarismo político mezclado con libre mercado, ni los tintes de socialdemocracia, ni el izquierdismo sindical de Brasil, ni el populismo argentino, ni el sandinismo en Nicaragua. Todo eso ha producido más desigualdad económica, más distancia entre ricos y pobres, entre grupos dirigentes y sociedad civil. Ni la dirigencia de izquierda ni la derecha ni los aparentemente moderados; todos provocan desconfianza. Es una crisis de los liderazgos y de los modelos que promovían.

América latina está sin brújula política y parece que necesita reinventarse; reinventarse ella misma, sin apoyarse en muletas importadas. Necesita crear un modelo autóctono, basado en su propia experiencia, y para eso hay que empezar por fijarse un derrotero. Ese derrotero no puede salir de las experiencias fallidas de los últimos dos decenios. Todo eso ha producido demasiada política mezquina, enfrentamientos entre facciones, disputas internas por el botín estatal, una clase política mercenaria, dispuesta a vender los recursos de cada país al mejor postor internacional; los socialismos terminaron siendo nepotismos, mediocres interpretaciones del papel del Estado y ambiciones por perpetuarse en el poder.

La búsqueda de la brújula hace más incierta y precaria la situación de nuestro presente; la salida de las gentes a las calles y, sobre todo, la ferviente multitud juvenil son un reclamo de un diseño urgente de un futuro esperanzador. Parece que hay que abrir la puerta de las oportunidades a una generación que siente que el capitalismo solo ofrece inestabilidad laboral, empleos precarios. La juventud latinoamericana reclama acceso a educación de calidad, reclama garantías de ascenso económico y social, reclama justicia para las víctimas de todo tipo de violencia, reclama gobernantes que sepan escuchar las necesidades de la gente común, reclama dirigentes comprometidos con sus deberes de representación política.

Un modo de empezar esta búsqueda es por el camino de la reflexión y la enmienda; muchas cosas han sido mal hechas en América y han provocado esta situación de protesta generalizada que, aunque sea pasajera, contiene mensajes contundentes acerca de lo que ha sido la actuación de nuestros supuestos líderes. Crisis de modelo y crisis de liderazgos que señalan otra crisis, la crisis intelectual de América latina. No tener ahora alternativas claras, la sorpresa que nos causa las movilizaciones callejeras hacen parte del desconcierto por no haber tenido sintonía con las realidades concretas de cada lugar.    


Pintado en la Pared No. 204.

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