Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

sábado, 2 de julio de 2022

 

 

Nada de ilusiones

Pintado en la Pared No. 255.

 

Para no desilusionarse lo mejor es no ilusionarse. El triunfo de la izquierda en las elecciones presidenciales de Colombia es un pequeño triunfo. Significativo, pero pequeño. Los primeros pasos del presidente electo demuestran cómo es de angosto y de efímero el triunfo y cómo es de amargo el poder. Una cosa fue ganar con algo más de 11 millones y con la alianza de los diversos movimientos que aglutinan la izquierda y otra cosa va a ser gobernar. No se puede gobernar con lo que ganó; parece que tendrá que gobernar con aquellos que perdieron. Terrible paradoja.

Ni los entusiasmos de los ganadores ni los delirios paranoicos de los perdedores. Los primeros ya empiezan a sentir las fricciones de un poder que hay compartirlo con demasiados socios indeseados y hasta inesperados. Los otros tendrán que admitir que sus aprensiones fueron invenciones exageradas que sirvieron para animar la contienda electoral.

Los hechos de las primeras dos semanas del nuevo presidente electo demuestran que Colombia no se convertirá en otra Venezuela simplemente porque hay pocas similitudes entre ambos países. Colombia es un país altamente fragmentado, la aprobación de cualquier reforma pasa por la negociación truculenta con variados y dispersos poderes regionales, corporativos, gremiales. Todos tienen intereses y todos reclaman el control de pedazos de poder. A eso se añadirá un proceso históricamente demostrado, todos los movimientos políticos que llegan al poder se desmoronan desde el primer día de celebración de la victoria. El poder pudre, el poder corrompe. Y en estos primeros días se ha notado que la coalición del Pacto Histórico ha tenido sus disputas internas que culminan con el arbitraje de su jefe, el presidente electo. La designación de su candidato a la presidencia del Senado, la designación de miembros de los equipos de empalme, la designación de miembros del gabinete, todo eso ha estado saturado de tensiones e inconformidades que ya no pueden ocultarse.

“Si nos aislamos, nos tumban”, advirtió rápidamente el propio presidente Petro. Y así puede ser; a la ultraderecha, al empresariado, a las cúpulas corruptas de la policía y del ejército no les gustó esta derrota. La alternativa que les ha quedado es sabotear al ganador, incomodarlo, fastidiarlo, hacerle sentir que no podrá hacer todo lo que desea hacer. Petro podrá hacer muy poco. Las fórmulas originales de cambio proclamadas en su campaña van a enredarse en el camino mientras intenta complacer a los partidos liberal y conservador, a los de Cambio Radical y del Partido de la U. De modo que lo que aprobará el Congreso será unas reformitas, cosas muy pequeñas. En fin, haber ganado unas elecciones para ser presidente no es la conquista del poder, porque el poder está distribuido en otras partes, lo tienen y lo seguirán teniendo otros. Constatar eso será una tragedia para unos y un alivio para otros. 

Nada de ilusiones. Tendremos que contentarnos con algunos alivios momentáneos, unos tibios cambios, unas gotitas de igualdad económica, unos pequeños y “patrióticos” sacrificios de los más ricos y poderosos. Tendremos que conformarnos con este pequeño triunfo electoral y nada de ilusiones con lo que pueda suceder durante el gobierno. Tendremos unos primeros días, quizás un año, muy coloridos. No podemos negar que ver a Francia Márquez como vicepresidenta es un gran paso en un país tan reaccionario. Luego tendremos que adaptarnos a la pequeñez del cambio y quizás sea necesario volver a las calles a recordar algunas cosas que habrán empezado a olvidarse.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores