Nada de ilusiones
Pintado en la Pared No. 255.
Para no
desilusionarse lo mejor es no ilusionarse. El triunfo de la izquierda en las
elecciones presidenciales de Colombia es un pequeño triunfo. Significativo,
pero pequeño. Los primeros pasos del presidente electo demuestran cómo es de
angosto y de efímero el triunfo y cómo es de amargo el poder. Una cosa fue
ganar con algo más de 11 millones y con la alianza de los diversos movimientos que
aglutinan la izquierda y otra cosa va a ser gobernar. No se puede gobernar con
lo que ganó; parece que tendrá que gobernar con aquellos que perdieron. Terrible
paradoja.
Ni los
entusiasmos de los ganadores ni los delirios paranoicos de los perdedores. Los
primeros ya empiezan a sentir las fricciones de un poder que hay compartirlo
con demasiados socios indeseados y hasta inesperados. Los otros tendrán que
admitir que sus aprensiones fueron invenciones exageradas que sirvieron para animar la contienda electoral.
Los
hechos de las primeras dos semanas del nuevo presidente electo demuestran que
Colombia no se convertirá en otra Venezuela simplemente porque hay pocas similitudes
entre ambos países. Colombia es un país altamente fragmentado, la aprobación de
cualquier reforma pasa por la negociación truculenta con variados y dispersos
poderes regionales, corporativos, gremiales. Todos tienen intereses y todos
reclaman el control de pedazos de poder. A eso se añadirá un proceso
históricamente demostrado, todos los movimientos políticos que llegan al poder
se desmoronan desde el primer día de celebración de la victoria. El poder pudre,
el poder corrompe. Y en estos primeros días se ha notado que la coalición del
Pacto Histórico ha tenido sus disputas internas que culminan con el arbitraje
de su jefe, el presidente electo. La designación de su candidato a la presidencia
del Senado, la designación de miembros de los equipos de empalme, la
designación de miembros del gabinete, todo eso ha estado saturado de tensiones
e inconformidades que ya no pueden ocultarse.
“Si nos
aislamos, nos tumban”, advirtió rápidamente el propio presidente Petro. Y así
puede ser; a la ultraderecha, al empresariado, a las cúpulas corruptas de la
policía y del ejército no les gustó esta derrota. La alternativa que les ha
quedado es sabotear al ganador, incomodarlo, fastidiarlo, hacerle sentir que no
podrá hacer todo lo que desea hacer. Petro podrá hacer muy poco. Las fórmulas
originales de cambio proclamadas en su campaña van a enredarse en el camino
mientras intenta complacer a los partidos liberal y conservador, a los de
Cambio Radical y del Partido de la U. De modo que lo que aprobará el Congreso
será unas reformitas, cosas muy pequeñas. En fin, haber ganado unas elecciones para ser presidente no es la conquista del poder, porque el poder está distribuido en otras partes, lo tienen y lo seguirán teniendo otros. Constatar eso será una tragedia para unos y un alivio para otros.
Nada de
ilusiones. Tendremos que contentarnos con algunos alivios momentáneos, unos
tibios cambios, unas gotitas de igualdad económica, unos pequeños y “patrióticos”
sacrificios de los más ricos y poderosos. Tendremos que conformarnos con este
pequeño triunfo electoral y nada de ilusiones con lo que pueda suceder durante
el gobierno. Tendremos unos primeros días, quizás un año, muy coloridos. No podemos negar que ver a Francia Márquez como vicepresidenta es un gran paso en un país tan reaccionario. Luego tendremos que adaptarnos a la pequeñez del cambio y quizás sea necesario volver a las calles a recordar algunas cosas que habrán empezado a olvidarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario