Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 3 de julio de 2022

                                                     Hay futuro si hay verdad

Pintado en la Pared No. 256.

 

Este título encabeza el informe final de la Comisión de la Verdad que está dividido en dos grandes partes: hallazgos y recomendaciones. Es un denso volumen de 892 páginas, sin contar la bibliografía. El mamotreto será difícil de leer por lo extenso y por lo complejo, porque desgarra y porque indigna. En un país tan mediocre como el nuestro, con tan bajo nivel de lectura, no podemos creer que será leído masiva y juiciosamente. Como muchos de estos informes elaborados por científicos sociales, generosos en testimonios de toda índole, nutrido en narraciones, explicaciones y conjeturas, será acaso leído por algunos periodistas, por académicos extranjeros interesados en este país violento y exótico y por algunos profesores y profesoras universitarios en Colombia.

Los políticos que han despreciado el acuerdo de Paz de 2016 y sus compromisos han apurado su dictamen acerca de algo que no han leído y que, seguramente, nunca leerán. Su actitud es irresponsable y temeraria, porque han apurado juicios que ponen en duda el rigor con que trabajaron los comisionados y nos han hecho creer que el informe es “sesgado”. Si hubiesen leído y entendido al menos las primeras cincuenta páginas, habrían tenido la capacidad de decir cosas en público con algún matiz o con alguna precaución. Un buen político debería dar ejemplo a la sociedad y demostrar que está dispuesto a leer algo que no agrada a nadie y que no fue escrito para satisfacer un interés en particular. Pero lamentablemente estamos rodeados de políticos de mala calidad que viven de alimentar odios y resentimientos entre colombianos. Por eso, la ausencia del presidente de la república, Iván Duque, en la ceremonia de la entrega del informe es un mal ejemplo, es un acto irresponsable de un jefe de Estado y de aquellos políticos que han estado empecinados en la solución violenta de nuestros conflictos.

A mi se me ocurre solamente sugerir que lo leamos y que luego de la lectura iniciemos cualquier crítica; pero, insisto, eso va a ser muy difícil en un país emocionalmente mediocre, poco instruido para sentarse a meditar y leer, para intentar entender lo que somos o lo que hemos venido siendo.

La puerta de entrada del informe, y en concordancia con los acuerdos de paz con las Farc-EP, es la tentativa de definir el lugar de las víctimas del conflicto armado colombiano. El informe es primordialmente por y para las víctimas, aunque repitamos que un libro de semejante dimensión no será fácilmente leído, hoy, por los sobrevivientes de nuestro prolongado y cruento conflicto. Sin duda, la Comisión de la Verdad, el Centro Nacional de Memoria Histórica tienen el reto de encontrar los medios didácticos más eficaces para divulgar estos informes y, sobre todo, para lograr que su comprensión contribuya a la convivencia, a la reparación y a la no repetición.

La Comisión de la Verdad realizó durante cuatro años 14 000 entrevistas y conversó con cerca de 30 000 personas de “todos los sectores sociales, regiones, identidades étnicas, experiencias de vida” (Informe final, 2022, p. 11). La plural visión que buscaron los comisionados es, según el volumen y variedad de testimonios, irreprochable y ayuda a desmentir que se trata de un “informe sesgado”. Además, como lo advierte el mismo informe, lo entregado a la sociedad en la ceremonia del 28 de junio de 2022 es un “conjunto de verdades históricas, extrajudiciales, complejas y centradas en las víctimas” (p.12). Eso se logró con una voluntad o, mejor, con un método de búsqueda que intentó evitar “las lecturas simplistas y binarias” (p.13). Dicho de otro modo, el informe demuestra –hasta donde yo he podido leer- que el conflicto armado colombiano ha estado compuesto de factores y agentes muy diversos. Ha sido un conflicto muy difícil de caracterizar por alguna procedencia específica o por una motivación particular o un grupo definido de responsables. Al contrario, el conflicto colombiano ha tenido un conjunto profuso y difuso de variantes, de justificaciones, de modalidades de acción y de agentes sociales involucrados.

Este primer volumen de 892 páginas anuncia que es el primero de diez. Yo voy leyendo en la página 200 cuando escribo este articulejo. Me temo que esos volúmenes van a ser un bonito y engorroso adorno de bibliotecas y oficinas estatales. El desafío es poner a rodar el informe en las mentes de todos los colombianos y no ser inferiores a la tarea colosal cumplida por la Comisión de la Verdad.     

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