Hay futuro si hay verdad
Pintado en la Pared No. 256.
Este título
encabeza el informe final de la Comisión de la Verdad que está dividido en dos
grandes partes: hallazgos y recomendaciones. Es un denso volumen de 892
páginas, sin contar la bibliografía. El mamotreto será difícil de leer por lo
extenso y por lo complejo, porque desgarra y porque indigna. En un país tan
mediocre como el nuestro, con tan bajo nivel de lectura, no podemos creer que
será leído masiva y juiciosamente. Como muchos de estos informes elaborados por
científicos sociales, generosos en testimonios de toda índole, nutrido en
narraciones, explicaciones y conjeturas, será acaso leído por algunos
periodistas, por académicos extranjeros interesados en este país violento y
exótico y por algunos profesores y profesoras universitarios en Colombia.
Los políticos que
han despreciado el acuerdo de Paz de 2016 y sus compromisos han apurado su
dictamen acerca de algo que no han leído y que, seguramente, nunca leerán. Su
actitud es irresponsable y temeraria, porque han apurado juicios que ponen en
duda el rigor con que trabajaron los comisionados y nos han hecho creer que el
informe es “sesgado”. Si hubiesen leído y entendido al menos las primeras
cincuenta páginas, habrían tenido la capacidad de decir cosas en público con
algún matiz o con alguna precaución. Un buen político debería dar ejemplo a la
sociedad y demostrar que está dispuesto a leer algo que no agrada a nadie y que
no fue escrito para satisfacer un interés en particular. Pero lamentablemente
estamos rodeados de políticos de mala calidad que viven de alimentar odios y
resentimientos entre colombianos. Por eso, la ausencia del presidente de la
república, Iván Duque, en la ceremonia de la entrega del informe es un mal
ejemplo, es un acto irresponsable de un jefe de Estado y de aquellos políticos que han
estado empecinados en la solución violenta de nuestros conflictos.
A mi se me
ocurre solamente sugerir que lo leamos y que luego de la lectura iniciemos
cualquier crítica; pero, insisto, eso va a ser muy difícil en un país
emocionalmente mediocre, poco instruido para sentarse a meditar y leer, para intentar
entender lo que somos o lo que hemos venido siendo.
La puerta de
entrada del informe, y en concordancia con los acuerdos de paz con las Farc-EP,
es la tentativa de definir el lugar de las víctimas del conflicto armado
colombiano. El informe es primordialmente por y para las víctimas, aunque
repitamos que un libro de semejante dimensión no será fácilmente leído, hoy,
por los sobrevivientes de nuestro prolongado y cruento conflicto. Sin duda, la
Comisión de la Verdad, el Centro Nacional de Memoria Histórica tienen el reto
de encontrar los medios didácticos más eficaces para divulgar estos informes y,
sobre todo, para lograr que su comprensión contribuya a la convivencia, a
la reparación y a la no repetición.
La Comisión de
la Verdad realizó durante cuatro años 14 000 entrevistas y conversó con cerca
de 30 000 personas de “todos los sectores sociales, regiones, identidades
étnicas, experiencias de vida” (Informe final, 2022, p. 11). La plural visión
que buscaron los comisionados es, según el volumen y variedad de testimonios,
irreprochable y ayuda a desmentir que se trata de un “informe sesgado”. Además,
como lo advierte el mismo informe, lo entregado a la sociedad en la ceremonia
del 28 de junio de 2022 es un “conjunto de verdades históricas,
extrajudiciales, complejas y centradas en las víctimas” (p.12). Eso se logró con una
voluntad o, mejor, con un método de búsqueda que intentó evitar “las lecturas
simplistas y binarias” (p.13). Dicho de otro modo, el informe demuestra –hasta donde
yo he podido leer- que el conflicto armado colombiano ha estado compuesto de
factores y agentes muy diversos. Ha sido un conflicto muy difícil de caracterizar
por alguna procedencia específica o por una motivación particular o un grupo
definido de responsables. Al contrario, el conflicto colombiano ha tenido
un conjunto profuso y difuso de variantes, de justificaciones, de modalidades
de acción y de agentes sociales involucrados.
Este primer
volumen de 892 páginas anuncia que es el primero de diez. Yo voy leyendo en la página 200 cuando escribo este articulejo. Me temo que esos
volúmenes van a ser un bonito y engorroso adorno de bibliotecas y oficinas
estatales. El desafío es poner a rodar el informe en las mentes de todos los
colombianos y no ser inferiores a la tarea colosal cumplida por la Comisión de
la Verdad.
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