Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

lunes, 1 de agosto de 2022

El joven que soñaba (relato)


Era un joven que soñaba, soñaba mucho, todas las noches soñaba. Todos los días hablaba de lo que soñaba cada noche, contaba sus sueños como si hubiese vivido una gran aventura; recordaba sus sueños como destellos, como imágenes sueltas y caóticas. Otras veces recordaba sus sueños como largas y truculentas historias. Al comienzo, le gustaba relatar sus sueños, le entusiasmaba especular sobre su significado, no perdía el asombro de esas asociaciones extrañas que lograba hacer en sus sueños. Pero ese entusiasmo lo perdió con el tiempo, además ya nadie quería escucharlo. Sus padres, sus parientes cercanos y sus amigos comenzaron a creer que simplemente eran fantasías, pura imaginación, porque no creían que alguien pudiese soñar tanto.  El joven también comenzó a fatigarse, y lo que al inicio le pareció deslumbrante luego se fue volviendo una mortificación. Decidió, entonces, guardar silencio, ser discreto y recurrió a escribir diariamente los recuerdos de sus sueños. En un par de años tenía un baúl repleto de libretas con los relatos de sus sueños. Comenzó haciendo narraciones minuciosas, detenidas en cada detalle que podía recordar; luego, aquella actividad se le tornó agobiante y decidió escribir breves esbozos, casi esquemas de sus sueños.

Mientras se dedicaba a ese ejercicio de escritura cotidiano, comenzó a notar un cambio, casi imperceptible, en los sueños más recientes; en el último año notaba, con desasosiego, que sus sueños ya no eran acumulados caóticos de su vida diurna. Además, su vida diaria se había vuelto monótona, sin grandes sobresaltos, puesto que su dedicación a recordar y describir sus sueños le consumían buena parte de su tiempo; apenas si podía cumplir mediocremente con sus estudios de ingeniería civil en la universidad. De un tiempo para acá, sus sueños contenían elementos anticipatorios o premonitorios; estaba soñando asuntos que luego sucedían con una enorme semejanza. Primero fueron pequeñas sorpresas o contrariedades al saber que eso que acababa de presenciar en la calle le evocaba alguno de sus sueños de alguna noche anterior. Después, la repetición de aquella situación fue tan sistemática que sintió miedo, miedo de dormir y soñar.

Compartió estos temores con una amiga de la universidad que, al parecer, lo apreciaba mucho y que solía escucharlo con atención. Ella mismo le sugirió un cambio en su rutina; lo invitó a una excursión por una de las altas montañas de Colombia. Ella le decía que era importante conocer, vivir la vida, tener experiencias, que no podía seguir soñando vidas de otros, sucesos futuros sin vivir siquiera la vida en el presente. La amiga universitaria le pregunto por su pasado, luego por su rutina diaria durante los últimos años y encontró que el joven había vivido la mayor parte de su vida entre la casa de sus padres y la universidad; de vez en cuando había practicado algún deporte, nunca había salido del país a sus veinticinco años y apenas si conocía un par de ciudades más de su propio país. “¿Cómo puedes soñar tanto si has vivido tan poco?” Le pregunto la joven amiga y él no pudo responderle, sólo atinó a darle razón a la reflexión que ella había promovido. Finalmente, ella lo convenció de salir a caminar, tener un contacto con la naturaleza y lo invito a una excursión que implicaba varios días de caminata, acampar en sitios desconocidos, procurarse un poco de alimento, de calor mientras se caminaba hacia la cima de la montaña.

La excursión fue preparada con otras dos parejas de jóvenes que ya habían tenido la experiencia de escalar montañas y de organizar caminatas por senderos de bosques. La amiga convenció al joven, además, de no llevar libretas de apuntes y le hizo prometer que no relatase sus sueños. Él aceptó con dificultad, porque estaba acostumbrado a hablar diariamente de sus sueños, y prometió guardar silencio.

(Sigue). 

Pintado en la Pared No. 260.

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