Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

sábado, 3 de septiembre de 2022

El joven que soñaba (parte 2)

Según la experiencia de sus amigos, la excursión podía tardar unas seis jornadas de caminatas diurnas. Cuatro jornadas para el ascenso y dos para descender y retornar al punto de inicio. La primera jornada fue exultante para el joven soñador. Estaba descubriendo las maravillas de un mundo hasta entonces desconocido. La caminata fue lenta porque él se detenía con frecuencia a admirar pequeñeces que para otros eran un suceso corriente y conocido. Aun así, lograron cumplir el objetivo de llegar al punto deseado, descansaron, tuvieron una cena ligera y durmieron plácidamente. Al otro día, nuestro joven fue el primero en despertar, su ánimo era casi festivo, ansiaba iniciar la jornada con las primeras luces del amanecer.

La segunda jornada fue más serena, el joven comprendía que estaba iniciando un aprendizaje de la vida. Aunque seguía deteniéndose con frecuencia a contemplar cualquier detalle que lo atraía, guardaba silencio y seguía la marcha con mucha decisión. Además, su compañera de excursión se volvió su confidente. Ambos comentaban cada hallazgo con entusiasmo; ella le explicaba o le señalaba algo, él observaba y le preguntaba. Esa noche, luego del descanso, ella y él buscaron un sitio que los separase discretamente de los otros caminantes, durmieron juntos.

Al día siguiente, el joven y su amigo marcharon adelante, guiando al grupo. Los demás habían comprendido que la noche anterior se había sellado una relación estrecha entre aquella pareja. Ella y él caminaban plácidos. Él se sentía seguro y protegido por ella que, con su experiencia, le mostraba el camino. La tercera jornada fue la más rápida, acompañada por un día luminoso que les permitió contemplar el valle que se prolongaba inmenso a sus pies. Estaban muy cerca de la cima que estaba sobre los tres mil metros del nivel del mar. Se aprestaron a descansar y a preparar la última jornada.

Esa noche, los más expertos decidieron dar algunas instrucciones. Esa jornada era la decisiva y la que exigía más cuidado en la marcha. Era necesario partir muy temprano, con las primeras luces del amanecer y escalar cuidadosamente a la pequeña planicie de la cima y estar allí máximo un par de horas porque era muy importante descender con la luz del día. El descenso debía hacerse despacio, sabiendo medir cada movimiento, prácticamente eran casi treinta metros verticales tanto para subir como para descender. Esa noche prepararon sogas, poleas, cascos, guantes. El joven, intranquilo por el preparativo, sugirió esperarlos abajo para evitarles demoras, pero los más aventajados lo calmaron diciéndole que no se trataba de una escalada de gran dificultad y que iba a tener la colaboración no solamente de su amiga. Luego de las explicaciones finales, todos fueron a dormir. 

Pintado en la Pared No. 261.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores