Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

jueves, 6 de abril de 2023

Pintado en la Pared No. 283

 

Leer Ariel de Rodó

 

Para los jóvenes universitarios de hoy no es fácil leer un libro publicado en 1900, así fuese escrito en lengua española. El ensayo solemne del uruguayo Rodó está revestido, para esos jóvenes, de una escritura alambicada, estrafalaria. Por eso, leer hoy Ariel exige una edición preparada con esmero por un investigador que haga las notas y glosas oportunas que ayuden a salvar la distancia intelectual entre los tiempos escriturarios de Rodó y los jóvenes lectores de nuestros días. Y, a propósito, debemos advertir que la edición que Ángel Rama preparó para la colección de la Biblioteca Ayacucho es, precisamente, una edición descuidada, puesta ahí sin mayores criterios de selección de la mejor versión, sin comentarios orientadores del editor y, peor, con errores de grafía. El estudio preliminar de Carlos Real de Azúa es un lugar común en las interpretaciones de la obra. Al contrario, la edición que circula en Ediciones Cátedra está muy bien sustentada en la consulta de manuscritos y en el cotejo de las primeras ediciones de la obra; la investigadora Belén de Castro respalda cada nombre propio, cada obra, cada autor, cada palabreja, con una explicación al pie de la página.

A pesar de los escollos retóricos para la lectura, Ariel representa un momento muy interesante del pensamiento y de la escritura en América latina. Es un momento de balance de siglo, de incertidumbre por la derrota de España ante Estados Unidos, de expectativa acerca de lo que podían ser y hacer los intelectuales latinoamericanos. El ropaje simbólico de Ariel, otra carga pesada para un joven intérprete contemporáneo, sugiere el mundo exclusivo de la gente letrada; un maestro, Próspero, que ha iniciado a una nueva generación y que le encomienda una misión. Elitismo y profetismo al que algunos le endilgan, con razón, una visión patriarcal, por no decir que machista, de la vida intelectual; sólo hombres cultos y decididos pueden emprender la tarea inspirada en el espíritu regenerador de Ariel.

Detrás de las alegorías, de los símbolos, del disfraz ficcional del ensayo hay una cuidada elaboración de las ideas. Rodó quiso dotar de trascendencia su mensaje y acudió, además, a un repertorio de autoridades. Su pensamiento no sale de la nada, es el resultado de una conversación con una tradición y, sobre todo, con aquellos autores que le ayudaban a exaltar su programa de una educación estética y ética patrocinada por el Estado y por una intelectualidad imbuida de una misión modeladora. Entre esos autores destaco dos aportes que juzgo centrales en el libro de Rodó; se trata de las obras de Friedrich Schiller y Ernest Renan. El apoyo en ellos es explícito, sobre todo en el caso del pensador francés. Sobre el influjo del pensador alemán hay una aproximación interpretativa muy sugestiva en Santiago Castro-Gómez, en alguna parte de su Crítica la razón latinoamericana.

Para muchos, Renan le ofreció a Rodó una reinterpretación del mito de Calibán para adecuarlo a la encrucijada de cambio de siglo en América latina y para revitalizar el papel civilizador de las élites intelectuales. Sin embargo, quizás no sea tan importante el Renán como autor de un drama filosófico que revive el enfrentamiento entre la civilización (Ariel) y la barbarie (Calibán). Me inclino, más bien, por el posible influjo de su famosa conferencia de 1882 titulada Qu´est-ce qu´une Nation?  Allí, Renan presenta a la nación como “un alma, un principio espiritual”. La reflexión de Renan expresa una idea de nación que condensa el pasado, el presente y una voluntad de construir un porvenir común. En Ariel hay esa condensación de legados con el propósito de construir una vida colectiva en el ámbito latinoamericano. Tal vez allí se halle una clave interpretativa de la obra de Rodó.

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