Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

sábado, 15 de julio de 2023

Pintado en la Pared No. 293

 

El derrumbe francés

 

La era del presidente Emmanuel Macron, en Francia, parece inclinarse al declive de los valores republicanos que eran el pilar de la convivencia política en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Macron asumió la presidencia como el más joven gobernante, con apenas 39 años de edad. Su juventud sirvió de imagen refrescante, pero pronto sus propuestas de primer quinquenio marcaron un derrotero contrario a los logros sociales que los franceses habían obtenido en los decenios precedentes.

Macron ha ido desmontando lo que había de un Estado de bienestar en función de imponer las consignas del capitalismo global. Durante su primer quinquenio mostró sus intenciones de debilitar el sistema de transporte ferroviario y modificó regresivamente el código laboral. Se hizo acompañar por primeros ministros de derecha que contribuyeron a exacerbar desigualdades económicas y sociales. En lo poco que lleva de su segundo mandato, el presidente francés impuso una reforma pensional que solo beneficia a la banca mundial; aumentó la edad de jubilación y el número de años para conseguir "la retraite". Y peor aún, pasó por encima de la Asamblea Nacional, eludió su voto porque temìa que su impopular reforma no la aprobaran los senadores.

Lejos de mitigar las fracturas sociales y los conflictos urbanos, durante sus mandatos el gobierno Macron ha conocido un aumento creciente de las tensiones sociales. Las masivas protestas de fines de junio y comienzos de julio han mostrado que las diferencias entre ricos y pobres, privilegiados y abandonados, franceses de pura cepa e inmigrantes se han profundizado. Quienes votaron el año anterior por Macron para frenar a la ultraderechista Marine Le Pen, ahora hallan que entre el joven presidente y la ultraderecha no hay distancia y en la práctica conviven en el gobierno francés.

En las vísperas de los juegos olímpicos, París y otras ciudades se ven ensombrecidas por el estallido social, por un transporte publico deficiente y costoso, por problemas básicos de higiene en las calles, por edificaciones vetustas que colapsan debido a omisiones graves en su mantenimiento. Y a eso se agrega una fuerza policial mal preparada, reproductora de prejuicios raciales. Ciudades escindidas entre privilegiados que viven muy bien y aquellos sin acceso al empleo, al transporte, a la salud, a la educación.

Con Macron, la aporofobia de los dirigentes políticos de la ultra-derecha ha tomado fuerza. Hacen creer que el Estado francés está despilfarrando millones de euros en subsidiar a grupos sociales que, según ellos, ni siquiera deberían vivir en Francia. Otros, al contrario, constatan una acumulada política del abandono estatal de la Francia periférica, de la Francia mestiza. Según los expertos, un cuarto de la población joven (entre 16 y 25 años) de esa Francia abandonada no tiene empleo ni está escolarizado; es decir, no tiene acceso a la educación universitaria.

Por esas razones es que Paris y buena parte del territorio francés han ardido en llamas en este verano de 2023. En Francia no arde la llama de los próximos juegos olímpicos, arden las llamas de un descontento social que no podrá ocultarlo el autoritario gobierno del joven presidente Macron. La repùblica francesa se derrumba.

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