Nuestros pobres archivos y bibliotecas (3)
Un AGN precario.
El Archivo General de la Nación (AGN) es hermano de la Biblioteca Nacional
(BNC) en pobreza y en dificultades de atención en su sala. El AGN tiene unas
atribuciones institucionales muy serias, pero su capacidad para cumplirlas es
muy limitada. Con la dirección del profesor Jorge Palacios Preciado sufrió
cambios ostensibles a inicios de la década 1990. Un nuevo edificio y nuevas
atribuciones presagiaban una institución muy influyente en las políticas
nacionales de creación de un sistema nacional de archivos; a él le corresponde,
por ejemplo, dirigir el sistema nacional de archivos, conservar el patrimonio
documental y, en general, tiene el deber de guiar “la política archivística del
país”. A eso se une “la organización, descripción, digitalización,
preservación, acceso y uso eficaz de las tecnologías de la información y las
comunicaciones para la gestión de los archivos y la difusión del patrimonio
documental de la nación”. Todo esto, tan importante, está consignado en la visión
institucional de nuestro AGN.
Podemos decir que ese liderazgo lo ha cumplido con insuficiencia desde
inicios de la década de 1990 hasta ahora; no ha tenido influencia benéfica en
la muy dispar composición de los archivos públicos regionales, muchos de ellos
abandonados a las veleidades locales y sumidos en el ostracismo. Tampoco le ha
servido tener tan importantes atribuciones para ser garante de la preservación
de múltiples archivos dispersos. A inicios de esa década, recuerdo que debía
consultar el antiguo archivo diplomático en una casa desvencijada de la carrera
décima, entre calles séptima y octava; algo semejante sucedía con la consulta
del archivo de la academia colombiana de historia (ACdeH), una preciosa
documentación paradójicamente descuidada por los “eminentes” miembros de esa
institución. Pues bien, esos archivos fueron llevados al AGN. Ese suceso, en
principio, garantizaba una preservación mucho más responsable. Pero he tenido
que constatar, sobre todo en lo que atañe al archivo de la ACdeH, que varios documentos
desaparecieron en el trasteo o en la catalogación. Ahora nadie puede explicar
qué sucedió con la documentación perdida.
Ahora bien, la fría sala de consulta del AGN siempre ha padecido por tener
muy pocos equipos lectores de microfilmes y de documentación en formato
digital; más pobre es aún en equipos y recursos que permitan reproducir los
documentos. Recuerdo que hubo un tiempo en que me decían que, si quería “ganarme”
la posibilidad de sentarme ante el único equipo disponible y en buen estado,
tenía que alojarme al lado del AGN para ser el primer investigador que llegase ese
día a la sala. Por las quejas que escucho hoy de mis colegas, sospecho que esos
tiempos no han mejorado. Han pasado por lo menos cinco directores distintos –todos
muy prestigiosos- y ninguno ha podido gestionar la adquisición de un buen
número de equipos que solvente esa carencia tan elemental. Esa precariedad
constante de la atención en la sala pretendió morigerarla con un sistema
digital de consulta llamado plataforma Archidoc.
Esa plataforma fue muy útil mientras existió; permitía conocer sus
colecciones y tener acceso a muchos documentos. Sin embargo, las plataformas digitales
de consulta del AGN y de la BNC sufrieron un ataque y desaparecieron en 2022;
desde entonces, estudiantes e investigadores que no estamos domiciliados en
Bogotá volvimos a padecer las dificultades de acceso que esas plataformas
habían solventado. Hoy, en 2025, parece que estamos lejos de tener nuevos
sistemas digitales tan eficientes como fueron el Archidoc (en el AGN) y el catálogo OPAC (en BNC). Algunos colegas han hecho denuncias sobre las
implicaciones de este robo de información que ha debilitado aún más el muy
deficiente funcionamiento de estas instituciones. Alguien se ha llevado la
información contenida en esas plataformas y no sabemos con qué propósitos. No
es fácil entender que esos sistemas digitales no tuviesen algún tipo de
salvaguarda. Me pregunto, incluso, si esa pérdida de información no está siendo
aprovechada para un usufructo soterrado y particular de las existencias
documentales de nuestro AGN y nuestra BNC. ¿Alguien o algunos están lucrándose
con el robo de esas plataformas?
Mientras tanto, la investigación en ciencias humanas sigue en la penumbra;
con archivos y bibliotecas pobres, con deficientes por no decir hostiles salas
de consulta y con plataformas digitales robadas. Necesitamos, entonces, hablar
de soluciones o, al menos, sugerirlas.
Sigue: los bichos raros de la
investigación en ciencias humanas.