Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 2 de mayo de 2010

UN DESPOTISMO ILUSTRADO

Pintado en la Pared No. 29

Son días decisivos en Colombia, son días de elegir presidente del país. Las últimas encuestas indican –al momento de escribir esto- que el profesor Antanas Mockus, representante del Partido Verde, supera en la intención de voto al más seguro continuador del régimen del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien fuera hasta hace poco su ministro de Defensa: Juan Manuel Santos. El uribismo dejó un legado difícil de sacudir: autoritarismo, arbitrariedad, un estilo público arrogante y pendenciero, irrespetuoso de los demás poderes propios de un régimen de democracia representativa. Escándalos de corrupción; relaciones sinuosas con el paramilitarismo; poca voluntad para ejercer una verdadera política de reparación de aquellos que han sido víctimas de expropiación violenta de sus tierras; estigmatización sobre aquellos que ejercieron oposición, así esa oposición haya sido débil y vacilante; una cadena de violaciones de derechos humanos; el desmoronamiento del ya golpeado sistema de seguridad social; la ansiedad de implantar un modelo mercantil en la educación pública. Algunos triunfos pírricos sobre una legendaria guerrilla pueden ser exhibidos; algunas zonas del país podemos visitarlas tranquilamente los fines de semana. Pero esos logros han tenido costos internacionales e internos; malas relaciones con los países vecinos, asesinatos indiscriminados de gentes inermes que luego eran exhibidas como miembros de la guerrilla (“falsos positivos”); la interceptación ilegal de las comunicaciones telefónicas (“chuzadas”); acoso sistemático a la Corte Suprema de Justicia.

La prolongación del modelo uribista parece garantizada por el miembro de una familia muy acostumbrada a las delicias del poder, propietaria de importantes medios de comunicación. Sin embargo, se atravesó el ascenso vertiginoso e inesperado del candidato Antanas Mockus. Hijo de inmigrantes lituanos, Mockus es un político salido de los claustros universitarios, exrector de la Universidad Nacional de Colombia y exalcalde de Bogotá; tiene a su favor un aura de honestidad irreprochable en la vida pública, y tiene en su contra antecedentes autoritarios y neoliberales. En la Universidad Nacional hizo reformas académicas y económicas; en la alcaldía de Bogotá expandió un modelo de cultura ciudadana y lleva algunos años intentando consolidar un nuevo partido político. Su incapacidad verbal es espantosa y no concuerda con sus antecedentes de un hombre estudioso de la “teoría de la acción comunicativa” del filósofo Jurgen Habermas. Apegado a un didactismo que desconcierta y con frecuencia ofende; sus comportamientos estrambóticos –alguna vez se vistió de Superman- y su argumentación confusa evocan una versión sofisticada de Cantinflas; aun así, parece augurar un estilo de ejercicio del poder menos perverso y arbitrario. Podemos suponer que el profesor Mockus -un señor que camina como un niño- se concentre en enseñarnos mejores modales ciudadanos, mayor respeto a la pluralidad cultural y política del país, mayor aprecio por los métodos basados en la legalidad. Lo único claro y rotundo que ha dicho es que le va a apostar más a la “legalidad democrática” y al fortalecimiento del aparato de justicia.

La inclinación por Mockus señala el cansancio y hasta la decepción de ocho años que, en el balance, dejan pocas cosas para recordar con alegría y gratitud. Pero parece más fuerte el simple deseo colectivo de evitar la figura del candidato Santos. Los colombianos votamos emocionalmente. La gente votará más por fatiga del material que por tener al frente una gran ilusión; más por la revancha que significa rechazar a un político inescrupuloso que por las certezas que brinda el oponente. Una muestra de esa ascendente y casi ciega emoción colectiva es lo poco que hemos indagado y conocido acerca de las propuestas de los candidatos presidenciales en el plano económico; qué nos dicen acerca de la reforma laboral o del futuro de las universidades públicas; cómo vamos a salir del callejón de la debacle del sistema de salud. En estos temas, el candidato del Partido Verde ha sido, precisamente, el expositor menos brillante en los últimos debates. Además, ha dado pruebas, muy paradójicas, de no interesarle mucho los asuntos ecológicos y ha exhibido ignorancias elementales durante los debates en televisión.

El triunfo de Mockus sería otro de esos extraños fenómenos mediáticos, de expansión de una ola de comunicación virtual que difunde una imagen cándida de un personaje; lo que deseamos que alguien sea pero que no lo es. Al profesor Mockus puede abonársele que no lograría ser tan perverso como lo que hemos conocido en los últimos ocho años. Algunos concluyen que es preferible descansar de tanto uribismo montado a caballo, de tanto despotismo ramplón y que, al menos, pasemos la página de nuestra triste historia reciente aceptando una dosis de otro despotismo, un despotismo ilustrado, elegante, con bicicletas, cuadros sinópticos, dibujitos en el aire y contabilidad minuciosa que se avizora con el ciudadano colombo-lituano cuyo historial privado y público es muy pintoresco.

Como dijo un eminente periodista, tendremos que escoger entre la peste y el cólera. No se nos ha ocurrido mirar un poco hacia la izquierda; la claridad y agudeza del candidato Gustavo Petro, del Polo Democrático, por ejemplo, ha conmovido a muy pocos. Despreciar el lado izquierdo fue algo que nos enseñó, de manera despiadada, nuestro padre Álvaro Uribe Vélez. Y nosotros, los colombianos, seguimos siendo unos niños muy obedientes.






5 comentarios:

  1. Gilberto, Antanas nunca ha sido un estudioso de la Teoría de la Acción comunicativa. En su tesis de maestría aborda tangencialmente las ideas de Habermas sobre epistemología, pero su mayor influencia son Husserl y Heidegger.

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  2. Es desconcertante que las brillantes actuaciones de Petro hayan pasado desapercibidas. No voy a ser abogado de Petro, porque de hecho creo que ha tenido paradas muy deschavetadas, pero definitivamente es el menos malo entre el ramillete de candidatos. Mi voto será por el menos malo, el mejor se quedó por fuera de la contienda.

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  3. Porque todo se resume en mirar a la izquierda, es que siempre traen cosas buenas los gobiernos izquierdistas? Las ideas de Petro me gustan y mucho...lo que no me gusta es él, su esencia, no me gusta la persona que representa esas ideas. en síntesis: ideas e 'ideador' no son coherentes.

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  4. Profe, y si gana el Polo, no habrá posibilidad de que se rearmen los paras? Digo, pues si gana la derecha son las FARC las que se levantan sino, pos los otros. Como que siempre se va a estar en ese circulito vicioso. Porqué no intentar una posición neutra que, aunque sea, traiga menos conflicto. Si así son las cosas, yo prefiero ese despotismo ilustrado y no un despotismo armado. Saludos!

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  5. Talvez no importe, pero declaro que en las dos últimas elecciones presidenciales he votado por los candidatos del Polo, pero, en ésta voy a hacerlo por el Partido Verde, por Mockus.

    Más allá de que Petro sea el mejor candidato, algo que comparto sin duda, estas elecciones se las están peleando un loco y un lobo... sinceramente, no soportaría al lobo de presidente, y soy consciente que el loco no será tan divertido, sin embargo, veo en él algunas garantías.

    No busco justificar la forma en la que votamos los colombianos, y derivar de ahí una explicación sobre por qué Petro no es una opción, pero en episodios como estos parecería como si se nos cruzaran los elementos de una tragedia: votamos con libertad o por necesidad. Esto no esclarece nada, pero al menos puede ayudar a armar un contexto más digno. De otra parte, hay que mirar si el problema de la poca aceptación que ha tenido un candidato como Petro, somos sólo los colombianos, o si el Polo, como partido ha puesto también de su parte para que esto pase.

    Para terminar, no ha sido Uribe el que nos enseñó a despreciar la izquierda, eso fue algo sistemático a lo largo del siglo XX, por el contrario, fue la radicalización a la que nos llevó este señor oscuro que tenemos de presidente, la que creo ayudó a ampliar los espacios de la izquierda en los últimos años, finalmente, lo que más ha podido fortalecer a un político como Petro es la figura de Uribe, la cual el ha desenmascarado con mucha agudeza haciéndole una acertada e inteligente oposición.

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