Terminó
el Primer Congreso Internacional de Historia Intelectual de América latina
Ha terminado en Medellín
(Colombia) el Primer Congreso Internacional de Historia Intelectual de América
latina, con cuarenta profesores extranjeros, con cerca de 200 ponencias, con más
de 600 asistentes. Pero quizás lo mejor del balance es la amplitud de temas
tratados, la posibilidad de establecer relaciones más firmes entre las
comunidades académicas de este continente. Todas las previsiones fueron
superadas; los organizadores merecen las felicitaciones y los agradecimientos
porque garantizaron un evento de enorme complejidad y porque supieron atender hasta
los más mínimos detalles.
Juan Guillermo Gómez,
Selnich Vivas, Diego Zuluaga y su Grupo de Estudios de Literatura y Cultura
Intelectual latinoamericana (GELCIL), los miembros de la Facultad de Comunicaciones
de la Universidad de Antioquia han abierto la puerta de un campo de estudios
muy diverso en que se combinan tradiciones con novedades, viejos paradigmas con
nuevos retos. La conferencia inaugural del maestro Carlos Altamirano supo
formular los dilemas y posibilidades que encierra la historia intelectual;
tiene que hablarse siempre en plural, porque variados son los puntos de
partida, los caminos metodológicos y los resultados. Pero también señaló
claramente un punto de convergencia, la historia intelectual se preocupa por
las significaciones, por los textos, por los enunciados. El desafío por venir
es entender y aplicar la tesis según la cual la historia intelectual va mucho más
allá de las definiciones clásicas de la cultura y comprende creaciones
intelectuales que superan la supuesta coherencia de los grandes pensadores y
escritores. La ampliación de las fronteras documentales corresponde con la ampliación
de las nociones acerca de qué es un intelectual y qué es lo intelectual.
Una de las
percepciones inmediatas de este Primer Congreso tiene que ver con las
dificultades de comunicación y comunión entre los investigadores sociales y
humanistas del subcontinente latinoamericano. Nuestros fondos editoriales universitarios
siguen siendo precarios, incapaces de atravesar fronteras con las novedades
bibliográficas de cada país; este Congreso de Medellín, como otros encuentros,
subsanan en parte esos vacíos, esas ignorancias en nuestra comunicación y ponen
en la perspectiva inmediata la necesidad de corregir esos olvidos. Volver a
crear sólidos lazos de fraternidad y de investigación mancomunada alrededor de
la historia intelectual de América latina parece ser uno de los desafíos más
inmediatos.
Uno de los grandes
logros de este evento es haber dejado los cimientos del próximo congreso que será
en Buenos Aires, en 2014.
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