Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

jueves, 23 de mayo de 2013

PINTADO EN LA PARED No. 87 Colciencias es un fraude (3)



Por un modelo diferenciado para las ciencias humanas
Quizás lo más chocante de la propuesta de modelo de medición de grupos de investigación de Colciencias es su falta de matices; igual viene sucediendo en algunas vicerrectorías de investigación de nuestras universidades. Ellos no entienden que lo que escribimos en las ciencias humanas no pasa necesariamente por las mismas bases bibliográficas válidas o vigentes en las ciencias de la salud o en las ciencias exactas. Tampoco entienden que las normas de citación útiles para las informes de investigación de los médicos o de los ingenieros no pueden ser las mismas para historiadores, filólogos o sociólogos. Tampoco han querido o podido entender que la producción de libros sigue siendo, para nosotros, en las ciencias humanas, mucho más tangible y valiosa que la publicación de artículos en revistas especializadas. Para decirlo rápido, Colciencias y sus seguidores obedientes no han entendido que los paradigmas de validación son mucho más diversos y que no pueden imponer una regla universal que suprime posibilidades.
No sé si algunos de Ustedes se han tomado la molestia de hacer una aplicación simulada del modelo de medición que nos han inventado, yo sí lo he hecho con lo que me interesa, con lo que escribo, con las revistas que leo, con las revistas en que me gusta escribir, con los libros que solemos preparar entre nuestra comunidad científica. ¿Y qué hallo? Que muchas revistas importantes en el mundo, dentro de mi ámbito de conocimiento, ni siquiera aparecen en el listado  de la propuesta de medición de Colciencias, que tampoco aparecen en las bases bibliográficas indicadas para un “artículo de investigación clase A” ni para un “artículo de investigación B”.
Ahora bien, los investigadores de las ciencias humanas nos sentimos mejor realizados cuando terminamos nuestra investigación en forma de libro  y, de manera más bien subsidiaria o derivada, dejamos alguna huella en artículos para revistas. ¿Y dónde fueron a parar los libros según el tal modelo? A la exclusiva publicación en algunas editoriales universitarias reconocidas o registradas por Colciencias. Parece bien, si se mira como una oportunidad para que esas editoriales mejoren en su capacidad y calidad de producción y de distribución. Pero parece una condena si nos basamos en la cruda actualidad de esas editoriales: muy pocas saben hacer un libro de calidad, muy pocas saben vender, muy pocas saben reconocer el pago de regalías a los autores. Algo peor si nos fijamos en lo que tenemos al frente en algunas universidades públicas; salvo el salto evidente en todos los sentidos de la Universidad Nacional de Colombia (a mi modo de ver, la Universidad de Antioquia padece un estancamiento en ese aspecto), las demás tienen departamentos de publicaciones o programas editoriales muy poco alentadores para un investigador en las ciencias humanas. No saben o no pueden garantizar un sello distintivo para nuestros libros; editan un libro de historia con las mismas asperezas de un libro de cocina o de matemáticas. Someten al eventual comprador de un libro a hacer filas en ventanillas, a coleccionar sellos y firmas antes de recibir un ejemplar sin mayores descuentos.   
Ni hablar de los libros de autoría colectiva. Los artículos en esos libros están condenados a una valoración pírrica según el decreto 1279 que rige a los profesores de las universidades públicas. Esos libros, que son resultados de procesos colectivos de investigación, de unión de grupos o de redes, terminan infravalorados y hasta sometidos a toda sospecha porque, según arbitraria creencia, no estuvieron precedidos de estrictos criterios de selección, como se cree que sí sucede con las revistas especializadas.
Y el mundo de las revistas especializadas, en nuestro panorama, es casi desértico. ¿Cuántas revistas de ciencias sociales y humanas están en los más altos niveles de Colciencias? Poquísimas, su número y periodicidad no corresponden con una comunidad científica que se ha expandido. Esa expansión de las ciencias humanas, que va más allá del artículo especializado, del informe de investigación, es lo que Colciencias y muchos colegas nuestros no pueden o no quieren ver. O tal vez precisamente por eso es que pretenden anularnos o reducirnos al pobre universo del modelo que nos ofrecen.




  

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