Por un modelo
diferenciado para las ciencias humanas
Quizás lo más chocante de la
propuesta de modelo de medición de grupos de investigación de Colciencias es su
falta de matices; igual viene sucediendo en algunas vicerrectorías de
investigación de nuestras universidades. Ellos no entienden que lo que
escribimos en las ciencias humanas no pasa necesariamente por las mismas bases
bibliográficas válidas o vigentes en las ciencias de la salud o en las ciencias
exactas. Tampoco entienden que las normas de citación útiles para las informes
de investigación de los médicos o de los ingenieros no pueden ser las mismas
para historiadores, filólogos o sociólogos. Tampoco han querido o podido
entender que la producción de libros sigue siendo, para nosotros, en las
ciencias humanas, mucho más tangible y valiosa que la publicación de artículos
en revistas especializadas. Para decirlo rápido, Colciencias y sus seguidores
obedientes no han entendido que los paradigmas de validación son mucho más
diversos y que no pueden imponer una regla universal que suprime posibilidades.
No sé si algunos de Ustedes se
han tomado la molestia de hacer una aplicación simulada del modelo de medición
que nos han inventado, yo sí lo he hecho con lo que me interesa, con lo que
escribo, con las revistas que leo, con las revistas en que me gusta escribir,
con los libros que solemos preparar entre nuestra comunidad científica. ¿Y qué
hallo? Que muchas revistas importantes en el mundo, dentro de mi ámbito de
conocimiento, ni siquiera aparecen en el listado de la propuesta de medición de Colciencias,
que tampoco aparecen en las bases bibliográficas indicadas para un “artículo de
investigación clase A” ni para un “artículo de investigación B”.
Ahora bien, los investigadores de
las ciencias humanas nos sentimos mejor realizados cuando terminamos nuestra
investigación en forma de libro y, de
manera más bien subsidiaria o derivada, dejamos alguna huella en artículos para
revistas. ¿Y dónde fueron a parar los libros según el tal modelo? A la
exclusiva publicación en algunas editoriales universitarias reconocidas o
registradas por Colciencias. Parece bien, si se mira como una oportunidad para
que esas editoriales mejoren en su capacidad y calidad de producción y de
distribución. Pero parece una condena si nos basamos en la cruda actualidad de
esas editoriales: muy pocas saben hacer un libro de calidad, muy pocas saben
vender, muy pocas saben reconocer el pago de regalías a los autores. Algo peor
si nos fijamos en lo que tenemos al frente en algunas universidades públicas;
salvo el salto evidente en todos los sentidos de la Universidad Nacional de
Colombia (a mi modo de ver, la Universidad de Antioquia padece un estancamiento
en ese aspecto), las demás tienen departamentos de publicaciones o programas
editoriales muy poco alentadores para un investigador en las ciencias humanas.
No saben o no pueden garantizar un sello distintivo para nuestros libros;
editan un libro de historia con las mismas asperezas de un libro de cocina o de
matemáticas. Someten al eventual comprador de un libro a hacer filas en
ventanillas, a coleccionar sellos y firmas antes de recibir un ejemplar sin
mayores descuentos.
Ni hablar de los libros de
autoría colectiva. Los artículos en esos libros están condenados a una
valoración pírrica según el decreto 1279 que rige a los profesores de las
universidades públicas. Esos libros, que son resultados de procesos colectivos
de investigación, de unión de grupos o de redes, terminan infravalorados y hasta
sometidos a toda sospecha porque, según arbitraria creencia, no estuvieron
precedidos de estrictos criterios de selección, como se cree que sí sucede con
las revistas especializadas.
Y el mundo de las revistas
especializadas, en nuestro panorama, es casi desértico. ¿Cuántas revistas de
ciencias sociales y humanas están en los más altos niveles de Colciencias?
Poquísimas, su número y periodicidad no corresponden con una comunidad científica
que se ha expandido. Esa expansión de las ciencias humanas, que va más allá del
artículo especializado, del informe de investigación, es lo que Colciencias y
muchos colegas nuestros no pueden o no quieren ver. O tal vez precisamente por
eso es que pretenden anularnos o reducirnos al pobre universo del modelo que
nos ofrecen.
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