COLCIENCIAS ES UN FRAUDE
Si no es porque ya
nos hemos ido acostumbrando a las malas noticias relacionadas con los
incentivos a la investigación en las ciencias humanas y sociales, tendríamos
que decir que los últimos mensajes que nos envía Colciencias son un mazazo que
hiere profundamente a la comunidad científica colombiana. La que hasta ahora ha
sido la principal entidad estatal en la regulación de la actividad investigativa
en Colombia, ha ido definiendo en los últimos años su perfil; es cada vez más
claro que se trata de una institución muy raquítica que ya no sabe responder a
lo que cotidianamente deseamos y hacemos; es muy evidente que no le interesa,
para nada, fomentar la investigación en los ámbitos propios de las ciencias
humanas; también ha dejado en claro que perdió liderazgo en la promoción de la
formación doctoral tanto dentro como fuera del país. Su presupuesto es magro y
sus convocatorias para financiación de proyectos tienen ahora un reducido
espectro temático y se decidió por desterrar del todo cualquier inquietud
propia de esas disciplinas científicas que son problemáticas e impertinentes,
que ponen en tela de juicio esos afanes modernizadores concentrados en la
innovación tecnológica.
El actual régimen
presidencial sólo quiere ver investigación aplicada que contribuya a las
prioridades productivas de las regiones, a las empresas ligadas con el mercado
mundial. Investigar para producir, producir para vender, vender para ganar. En
ese modelo no caben ni sociólogos ni historiadores ni psicólogos ni lingüistas.
A no ser que tengan que cumplir un papel demasiado funcional y subordinado en
la preparación de una receta para hacer crecer plantíos de caña de azúcar o de
palma africana.
Su última
propuesta de modelo de medición de los grupos de investigación no tiene en
cuenta las especificidades de ciertos universos disciplinares ni los ritmos ni
tradiciones de escritura y creación intelectual de determinadas comunidades
científicas. La producción individual y colectiva de libros ha quedado casi
estigmatizada y es inversamente proporcional a la importancia excesiva que se
le ha otorgado a la publicación de artículos en revistas especializadas. La
escritura en revistas especializadas encierra el pensamiento de las ciencias
humanas en paredes muy estrechas, en un mundo lector muy reducido y determina
un muy débil impacto social del nuevo conocimiento. Para llegar a y permanecer
en la categoría de investigador senior hay que publicar en revistas que
estén cercanas al cielo, y en el cielo ya no hay lectores, solamente “pares
evaluadores” y quizás algún curioso de un pomposo comité editorial.
Colciencias nos ha
puesto a mirar para otro lado. Ahora el problema es cómo una comunidad
científica tan disgregada, tan individualista, logra ponerse de acuerdo para
inventarse algo menos fraudulento. En cierta medida es un alivio saber que es
mejor no seguir dependiendo de los ires y venires, confusos y arbitrarios, de
una entidad que ha sido más talanquera que estímulo. ¿Pero, entonces, qué vemos
en el horizonte? Yo veo a médicos e ingenieros repartiéndose en las universidades
la torta de la financiación de la investigación y auto-adjudicándose generosos
puntajes que les sirven para mejorar sus sueldos.
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