El gobierno de Macron sigue dando los golpes
necesarios para unirse al espíritu retrogrado de la Unión Europea. Francia era
el patito feo de la comunidad europea por su disposición libertaria e
igualitaria. Macron se ha encargado, sin mucho bullicio, pero con eficacia, de
ir destruyendo viejas conquistas sociales. Francia ha sido para América latina
un referente en muchos sentidos y seguirá siendo un paradigma en su sistema de
educación, en su capacidad de institucionalización de la vida científica y, en
particular, por la muy rica tradición de sus ciencias humanas y sociales.
Sin embargo, con el presidente Macron, Francia ha
empezado a cerrar sus puertas. Las inscripciones de pregrado en las
universidades francesas eran de las más baratas de Europa y del mundo; una
licencia, equivalente a un pregrado nuestro, tenía un costo de inscripción
anual de 170 euros y un master, equivalente a una maestría nuestra, 243 euros
por año. A partir del próximo verano esos costos se dispararán; una licencia
será de 2770 euros y un master de 3770 euros. Si convertimos esas cifras en
pesos colombianos podremos decir que aún sigue siendo mucho más barato de lo
que cuesta, en cualquier universidad pública colombiana, la matrícula semestral
en una maestría o en un doctorado. Pero, sin duda, ese aumento vuelve mucho menos
atractivo para los jóvenes colombianos intentar estudiar en Francia.
Nuestro sistema de formación en posgrados es tan malo,
tan ruinoso para un joven de bajos recursos que, muy posiblemente, si no hay
cambios rotundos en nuestro destartalado sistema educativo, la juventud
colombiana seguirá volviéndose esa “ola amarilla” que viaja por México,
Argentina, Brasil y que se atreve a buscar algunas oportunidades, cada vez más reducidas, en Europa. Francia había sido, hasta hoy, uno de esos lugares
posibles para obtener una formación de alto nivel.
Francia solía ofrecerles a los estudiantes extranjeros
el acceso a subsidios para el pago de arriendo, cupos en residencias universitarias,
acceso al sistema de salud; además de la disposición muy generosa de los
servicios de documentación. Ojalá eso no sea incluido en el cierre de puertas
que ha ido implementando el presidente Macron, un presidente que parece más empecinado y eficaz que
cualquier personaje de la ultra-derecha francesa. El aumento en los pagos de inscripción
es una patada a las aspiraciones del estudiantado latinoamericano y una afrenta a las muy bien
intencionadas políticas de intercambio que hemos tratado de consolidar en las
universidades de este lado del Atlántico.
Tomemos este fiasco francés como acicate para pensar, ojalá por fin, en una necesaria reforma del sistema de
posgrados en Colombia. Estos golpes pueden ayudarnos a estimar mejor lo poco y
bien que hemos hecho con tanta dificultad en esta Colombia mezquina. Con Francia hay que ser agradecidos porque a muchos intelectuales colombianos les dio aquello que nunca hubiésemos tenido en Colombia. Pero hay que constatarlo: la decisión del gobierno de Macron es una pérdida lamentable y vuelve muy complicado que aquí, en Colombia, promovamos vínculos académicos con ciudadanos, colegas e instituciones de ese país.
Pintado en la Pared No. 185
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