Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

martes, 20 de noviembre de 2018

Francia cierra sus puertas




El gobierno de Macron sigue dando los golpes necesarios para unirse al espíritu retrogrado de la Unión Europea. Francia era el patito feo de la comunidad europea por su disposición libertaria e igualitaria. Macron se ha encargado, sin mucho bullicio, pero con eficacia, de ir destruyendo viejas conquistas sociales. Francia ha sido para América latina un referente en muchos sentidos y seguirá siendo un paradigma en su sistema de educación, en su capacidad de institucionalización de la vida científica y, en particular, por la muy rica tradición de sus ciencias humanas y sociales.
Sin embargo, con el presidente Macron, Francia ha empezado a cerrar sus puertas. Las inscripciones de pregrado en las universidades francesas eran de las más baratas de Europa y del mundo; una licencia, equivalente a un pregrado nuestro, tenía un costo de inscripción anual de 170 euros y un master, equivalente a una maestría nuestra, 243 euros por año. A partir del próximo verano esos costos se dispararán; una licencia será de 2770 euros y un master de 3770 euros. Si convertimos esas cifras en pesos colombianos podremos decir que aún sigue siendo mucho más barato de lo que cuesta, en cualquier universidad pública colombiana, la matrícula semestral en una maestría o en un doctorado. Pero, sin duda, ese aumento vuelve mucho menos atractivo para los jóvenes colombianos intentar estudiar en Francia.
Nuestro sistema de formación en posgrados es tan malo, tan ruinoso para un joven de bajos recursos que, muy posiblemente, si no hay cambios rotundos en nuestro destartalado sistema educativo, la juventud colombiana seguirá volviéndose esa “ola amarilla” que viaja por México, Argentina, Brasil y que se atreve a buscar algunas oportunidades, cada vez más reducidas, en Europa. Francia había sido, hasta hoy, uno de esos lugares posibles para obtener una formación de alto nivel.
Francia solía ofrecerles a los estudiantes extranjeros el acceso a subsidios para el pago de arriendo, cupos en residencias universitarias, acceso al sistema de salud; además de la disposición muy generosa de los servicios de documentación. Ojalá eso no sea incluido en el cierre de puertas que ha ido implementando el presidente Macron, un presidente que parece más empecinado y eficaz que cualquier personaje de la ultra-derecha francesa. El aumento en los pagos de inscripción es una patada a las aspiraciones del estudiantado latinoamericano y una afrenta a las muy bien intencionadas políticas de intercambio que hemos tratado de consolidar en las universidades de este lado del Atlántico.
Tomemos este fiasco francés como acicate para pensar, ojalá por fin, en una necesaria reforma del sistema de posgrados en Colombia. Estos golpes pueden ayudarnos a estimar mejor lo poco y bien que hemos hecho con tanta dificultad en esta Colombia mezquina. Con Francia hay que ser agradecidos porque a muchos intelectuales colombianos les dio aquello que nunca hubiésemos tenido en Colombia. Pero hay que constatarlo: la decisión del gobierno de Macron es una pérdida lamentable y vuelve muy complicado que aquí, en Colombia, promovamos vínculos académicos con ciudadanos, colegas e instituciones de ese país.

Pintado en la Pared No. 185


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