Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

lunes, 17 de mayo de 2021

Memoria de la peste


La protesta social en Colombia.

 

Desde el 28 de abril, Colombia está sumida en la protesta social. El detonante fue un proyecto de reforma tributaria que no se compadecía con el aumento de la pobreza monetaria en Colombia que llegó hasta el 42.5% (21 millones de habitantes); un ministro de Hacienda empeñado en respetar la ortodoxia neoliberal y desconectado de las angustias diarias de la población quiso imponer nuevos impuestos a los alimentos básicos. A eso se agregaba el descontento social acumulado desde antes de la pandemia; a fines de 2019 hubo movilizaciones que expresaban el rechazo a las medidas económicas del gobierno Duque y la pandemia se convirtió en un mal disimulado paréntesis de la protesta social.

Las manifestaciones han sido multitudinarias y persistentes durante casi veinte días; al lado de las marchas pacíficas ha habido toma y bloqueo de vías nacionales, calles en las ciudades. También ha habido saqueos de almacenes y bancos, incendios de bienes públicos y privados. La policía ha cometido excesos en el uso de la fuerza y ha sido responsable de asesinatos, de agresiones sexuales a mujeres, de lesiones. Según las cifras más conservadoras, hasta el 10 de mayo se acumulan 47 muertes (46 civiles y 1 agente de policía); de las 46 muertes de civiles, por lo menos 39 han sido responsabilidad de miembros de la policía nacional. Hay 28 personas con heridas oculares, 12 víctimas de agresiones sexuales, un centenar de casos de uso de armas de fuego que incluye episodios de civiles sin identificar armados que han disparado contra los manifestantes.

Las protestas han decantado una masiva movilización de jóvenes que se han empobrecido, que no tienen oportunidades de empleo, ni de acceso a la educación universitaria. Además, la juventud no se siente representada ni por los partidos políticos, ni por los líderes sindicales; los jóvenes en los barrios han sido los principales protagonistas de los bloqueos de vías y han sido baluartes de una explosión de lucha digna contra la pobreza, en búsqueda de políticas públicas que los incluyan y en la creación de mecanismos de participación ciudadana. Ellos han sido, además, las principales víctimas de los excesos de la fuerza pública.

A medida que pasan los días, las movilizaciones masivas se mantienen, pero también han irrumpido protagonistas de muy diverso tipo que han provocado confusión y desasosiego en algunos lugares del país. Civiles armados han lanzado ráfagas contra los manifestantes, han disparado contra miembros de la minga indígena; también han intervenido grupos delincuenciales que cobran dinero por dejar pasar vehículos o que destruyen o incendian estaciones de gasolina.

En los primeros días, el gobierno Duque reaccionó con la renuncia de su ministro de Hacienda y con el retiro del proyecto de reforma tributaria; sin embargo, el descontento no se detuvo y, al contrario, parece incontenible en sus demandas que son tan diversas como los agentes sociales comprometidos en las movilizaciones cotidianas. La represión armada no bastó para contener la protesta social y ahora, con cierta tardanza, el presidente y su gabinete se han sentado a negociar con un comité del paro nacional cuya representatividad está, ahora, en entredicho.

La protesta social ha sido tan arrasadora que ha provocado dificultades en el desplazamiento de los habitantes y en el abastecimiento de medicamentos y de alimentos; pero, sobre todo, hizo olvidar las altas cifras de contagios y muertes por la Covid-19. Mientras se ha protestado diariamente, Colombia se ha estacionado en el cuarto lugar en el mundo en muertes diarias por el coronavirus; en promedio, en las dos últimas semanas, han muerto diariamente 480 personas y ha habido días que superan las 500 muertes.

La solución al conflicto social parece lenta, lejana y traumática. El país no va a ser el mismo después de esta situación desastrosa provocada, en muy buena medida, por un gobierno que no supo percibir la creciente inconformidad de una sociedad que la estaba pasando muy mal a causa de la pandemia y a la que el presidente Duque le iba a agregar el fardo de una reforma tributaria que exacerbaba las desigualdades en el país que tiene el índice de desigualdad más alto en América latina. Esta protesta social habla de hambre, de pobreza, de democracia, del futuro de nuestros jóvenes y de lo que será o no será Colombia en su difícil tránsito a la sociedad posterior a los acuerdos de paz con la guerrilla.

Pintado en la Pared No. 228.        

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores