Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

sábado, 14 de agosto de 2021

Memoria de la peste

 

Una experiencia histórica

Pintado en la Pared No. 236

En Colombia hemos vivido, desde marzo de 2020 y hasta lo que va de 2021, una experiencia inédita que no tiene registro en los antecedentes históricos y que muy difícilmente hallará parangón en el futuro. Como todos los habitantes del planeta, los colombianos compartimos las mutaciones abruptas en nuestras vidas provocadas por una pandemia, algo que el mundo había vivido de modo semejante con la pandemia de 1918. Pero los colombianos no solamente hemos vivido la experiencia singular de una pandemia, también hemos tenido que padecer el peor gobierno de un presidente del país de, por lo menos, los últimos cincuenta años y a eso debemos agregarle la protesta social prolongada que inició como un paro nacional el 28 de abril de este año. Esos tres hechos juntos nos vuelven, a los colombianos, una comunidad que ha compartido y debatido una experiencia histórica en que han confluido unos factores que muy difícilmente volveremos a vivir en la historia pública de Colombia.

Los científicos sociales y ciudadanos en general nos preguntábamos si la violenta protesta social que abarcó a por lo menos 700 municipios tuvo en el pasado algún caso análogo; varios se esforzaron en hallar semejanzas con las protestas estudiantiles y urbanas del siglo XX y yo considero que los momentos de protesta de ese siglo no contienen nada que tenga similitud. Más lejos, en las revueltas comuneras de la segunda mitad del siglo XVIII, hay un remoto antecedente; sobre todo en la década de 1780 hubo protestas que se expandieron desde lo que hoy es Venezuela hasta lo que hoy es Chile; en las posesiones españolas del sur de América hubo, en esos años, protestas cuya violencia y cuya extensión en el tiempo y en el territorio sugieren un estallido social de envergadura, un descontento contra las autoridades virreinales que, en algunos lugares, se plasmó en agresiones a funcionarios locales. Nada de esto hallaremos en los siglos XIX y XX hasta llegar a esta irrupción masiva de indignación que se prolongó, muy asimétricamente, en el tiempo y en el territorio durante poco más de dos meses.

Pero insistiré en la confluencia de tres elementos que constituyen, para nosotros, en Colombia, una experiencia histórica de difícil repetición, de una complejidad desafiante que merece ser analizada, así sea preliminar y provisionalmente, en la contribución de cada uno de esos elementos.

La pandemia del coronavirus.

La llegada de la pandemia por un nuevo virus que afecta principalmente las vías respiratorias anunció la inminencia global de la muerte; puso en el mismo rasero a la humanidad, la hizo compartir las mismas incertidumbres y puso a prueba la capacidad de liderazgo de los dirigentes políticos. La pandemia impuso una sincronización fatal de tal modo que todos los humanos estábamos expuestos al mismo enigma, hemos estado pensando, sintiendo y experimentando en torno a un virus que obligó a una cuarentena casi mundial en simultáneo.

La pandemia puso a prueba los sistemas nacionales de salud pública, los logros científicos de la medicina y de la industria farmacéutica; obligó a tomar medidas económicas y sociales excepcionales con tal de morigerar las consecuencias de los cierres intempestivos de los ciclos de producción a gran escala. El frenético intercambio de humanos, de bienes y mercancías quedó interrumpido con el prolongado cierre de aeropuertos. La crisis de la pandemia desafió a países ricos y pobres, unos afrontaron mejor que otros los estragos de la pandemia; también desafió la sensatez y los grados de generosidad y altruismo de los gobiernos. Unos tomaron decisiones acertadas y excepcionales, a la altura de las circunstancias inéditas, para evitar ruinas y hambrunas masivas; otros gobiernos no supieron ni quisieron asumir la compleja situación y se enfrentaron a caídas brutales en los niveles de desempleo y al empobrecimiento general de la población.

Colombia fue de los países que no supo asumir los desafíos de la pandemia por varias razones: por la fragilidad de su sistema de salud pública y de protección social, por el atraso científico de las facultades de medicina, por la tardanza con que adoptó las medidas de cierre de fronteras y aeropuertos, porque también tardó –en comparación con otros países de América latina- en iniciar las etapas de vacunación. Colombia fue de aquellos países que prefirió regirse por “la ortodoxia del mercado” y no recurrió a la medida excepcional, pero posible, de solicitar como gobierno un crédito al banco emisor. Preocupados por los riesgos inflacionarios de la circulación de la moneda, nuestros “ortodoxos” ministros de Hacienda optaron por medidas paliativas de muy corto alcance. Las ayudas sociales que ofreció el gobierno colombiano durante la pandemia no lograron la cobertura ni frenaron los estragos sobre la capacidad adquisitiva de las gentes. Colombia, un país acostumbrado a la mediocridad, se comportó mediocremente en la gestión de la pandemia.  

La pandemia de Covid 19 ha implicado hasta hoy una prolongada crisis sanitaria; un cuestionamiento de los logros de la ciencia médica; competición y debates en torno a la eficacia de las vacunas; discusiones sobre las libertades individuales en aquellos países donde la vacunación fue impuesta como requisito obligatorio de acceso a determinadas actividades públicas; según algunos informes científicos que parecen parte de una campaña comercial, algunas vacunas pierden su capacidad inmunitaria a los seis meses y sugieren la aplicación de una tercera dosis. Ahora, en agosto de 2021, algunos países pueden proclamar el logro de la llamada inmunidad de rebaño; en otros, la sociedad se ha resistido a los programas de vacunación; en otros, nuevas variantes del virus (especialmente la variante Delta) han obligado a nuevas cuarentenas. Colombia ha llegado a 13 millones de habitantes con sus dosis completas, cifra que se acerca a un tercio de la población.   

Colombia ha compartido con el resto del mundo la experiencia de una pandemia; pero a eso le ha agregado elementos de su propia historia reciente, principalmente aquellos relacionados con su conflicto armado, con el complejo proceso de transición luego de los acuerdos de paz con la vieja guerrilla FARC.

(sigue: El peor de los gobiernos.)  

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores