Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

domingo, 29 de octubre de 2023

Pintado en la Pared No. 301

Dos intelectuales auto-didactas

Reseña del libro escrito por Sandra Jaramillo Restrepo, Hombres de ideas, entre la revolución y la democracia. Los itinerarios cruzados de Mario Arrubla y Estanislao Zuleta: los años 60 y la izquierda colombiana (Bogotá, Editorial Planeta Colombiana, 2023).

Sabemos muy poco de nuestros intelectuales y de nuestra vida intelectual. En un país en que los intelectuales constituimos una pequeña comunidad, parece raro que no seamos un fácil objeto de estudio. El asunto tiene que ver, quizás, con la muy débil constitución de ese mundo, con su poco impacto en la vida pública colombiana. El libro de la investigadora Sandra Jaramillo Restrepo, acerca de la “afinidad electiva” que hubo alguna vez entre Estanislao Zuleta y Mario Arrubla, se vuelve una buena oportunidad para ser de nuevo sujetos y objetos de una reflexión. Una joven investigadora ha querido mostrarnos cómo se forjaron, especialmente en los decenios 1950 y 1960, este par de intelectuales.

Son cuatro capítulos que revelan una lectura inteligente. Jaramillo Restrepo quiso hacer una mezcla fructífera de estudio sociológico con escritura biográfica. Los dos primeros capítulos dan cuenta de las condiciones que hicieron posible el protagonismo público de dos jóvenes intelectuales auto-didactas que contribuyeron a la formación de sociabilidad intelectual en que se conectaron la fundación de revistas, la reunión en tertulias y la creación de librerías. La juventud de Zuleta y Arrubla trasegó por la militancia problemática en el comunismo, la lectura apasionada del existencialismo sartreano, la animación de revistas críticas cuyo alcance local o nacional -esa es una deficiencia del estudio- no quedó bien examinado. Algo interesante que nos muestra este libro es cómo dos jóvenes que no tenían títulos ni de bachillerato ni de universidad terminaron siendo funcionarios de ministerios. Eso dice mucho acerca de lo que era el Estado colombiano para entonces y de lo que era la formación de una tecno-burocracia. Las trayectorias de los dos intelectuales nacidos en Medellín ayudan a comprender la muy incipiente institucionalización de las ciencias humanas y, en compensación, la importancia casi heroica de intelectuales que escogieron caminos autónomos para su formación en unos saberes necesarios para las tareas de gobierno.

En la primera parte de su obra, la autora insiste mucho en una perspectiva que le otorga mucha importancia al estudio de las revistas como si las publicaciones periódicas fuesen, casi, sujetos dignos de biografía. Ellas son condensadoras de una vida colectiva, de una sociabilidad que, como la autora lo dice, las revistas con sus largas o cortas vidas, con su capacidad de aglutinar transitoriamente esfuerzos, “permiten ver la intelectualidad en movimiento” (p. 131). Sin embargo, un pequeño reproche de método merece el estudio de las revistas críticas de aquellos decenios en las que Zuleta y Arrubla tuvieron protagonismo; hizo falta examinar, con ayuda de la letra menuda de la documentación, cuál fue su impacto en un mundo lector, en el mercado fluctuante de la opinión. ¿Las revistas Estrategia, Mito, Tierra Firme, Esquemas tuvieron un auditorio nacional o su alcance fue muy limitado? El seguimiento a los listados de suscriptores, a la información sobre el tiraje, a los eventuales o sistemáticos mensajes de los lectores podrían haber brindado indicios para tener una idea más próxima del impacto de aquellas revistas críticas.

Los dos capítulos siguientes prolongan esta tentativa de “biografía cruzada”. Luego de la primera parte sostenida en el contrapunteo de los nombres, en esta otra parte toma a cada uno para hacer un perfil biográfico que le deja al lector la tarea de hacer comparaciones, de establecer analogías. Aquí es donde la doble semblanza asume mayores riesgos y creo que la investigadora Jaramillo sale airosa. Aun así, hay algo inevitable en el balance. De entrada, estamos ante una figura revisitada como la de Zuleta, mientras que la de Arrubla es historiográficamente más descuidada, pero eso no es culpa de la investigadora, es un bache propio de nuestra pobre tradición. Estanislao Zuleta ha tenido un devenir más generoso como objeto de estudio y de crítica; Mario Arrubla ayudó a fabricar su propio olvido y señala una ruta de silencio difícil todavía de explicar.

Hombres de ideas, entre la revolución y la democracia (y sigue un prolijo subtítulo) es un libro que nos permite y permitirá pensar en la importancia fundacional de la década de 1960. Mucho de lo que se ha producido en las ciencias humanas en los últimos cincuenta años proviene de los hechos intelectuales de esa década; precisamente, de esos años datan los cimientos de la historia intelectual. El llamado “giro lingüístico” que entrelazó, principalmente, estructuralismo con marxismo, ha sido desde entonces el fundamento de los modos de interpretar los textos. Precisamente, mucho de la apuesta interpretativa de Jaramillo Restrepo viene de obras determinantes aparecidas entre 1965 y 1970. Arrubla y Zuleta vivieron ese estertor de las ciencias humanas. Por eso, volver a este binomio intelectual delata, tal vez, un modo oblicuo de interpretar nuestra propia situación presente. Como todo buen libro, esta obra es una inteligente invitación a discutir lo que ha venido siendo en Colombia el mundo de los intelectuales.

  

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