Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

martes, 18 de junio de 2024

Pintado en la Pared No. 316

 

Una lección de una elección

 

La traumática elección del rector de la Universidad Nacional de Colombia ha puesto en evidencia muchas cosas. Primero, quizás lo más notorio, es que hay poderes internos enfrentados que consideran un gran botín la dirección de la principal universidad pública colombiana. Segundo, demuestra que la composición del Consejo Superior es, de entrada, un atentado a la soberanía institucional de la universidad pública; hay demasiada participación de los representantes del gobierno y de elementos externos a la comunidad universitaria. Tercero, no son suficientes ni los ejercicios democráticos de las consultas a los estudiantes y profesores y tampoco convencen los criterios meritocráticos; en últimas, ni la democracia ni la meritocracia tienen aplicación plena en la elección de un rector. Y cuarto, el asunto que más me interesa destacar ahora: no funcionan los mecanismos de representación de los estudiantes y de los profesores.

En las universidades públicas colombianas hay procesos de elección de los representantes de los profesores y de los estudiantes para hacer parte de los consejos de facultades y para los consejos académico y superior. La pregunta es si ejercen con autenticidad el compromiso de representar a las comunidades que los eligieron. En la elección del rector de la Universidad Nacional, los votos de la representante estudiantil y del representante de los profesores eran decisivos; sin embargo, los representantes no cumplieron con representar el dictamen mayoritario de las consultas entre estudiantes y profesores. ¿Por qué? Tal parece -eso se rumora- que la estudiante y el profesor prefirieron escuchar a políticos que son enemigos acérrimos del presidente Petro desde tiempo atrás; es decir, actuaron al revés, no como los voceros de las comunidades que los eligieron, sino como representantes de intereses políticos externos. En consecuencia, en vez de ser los primeros baluartes de la escasa autonomía universitaria, fueron los primeros en despreciarla.  

Nosotros, aquí, en la Universidad del Valle, deberíamos aprender algo de esa experiencia que no es tan lejana. Hemos estado demasiado acostumbrados a tener representantes profesorales y estudiantiles que participan de decisiones contrarias a las aspiraciones de las comunidades que representan. Muchas veces, cuando buscamos información o apoyo de aquellos que nos representan, nos encontramos con unos “representantes” de muy dudosa índole, hablan como funcionarios, reproducen el lenguaje de la dirección universitaria y su espíritu crítico de lo que sucede en la institución anda por debajo de los talones. Yo, por ejemplo, quedé recientemente muy sorprendido por la respuesta que me dieron los representantes profesorales ante el servicio de salud de la Universidad del Valle; parecían los impasibles directores de ese mal servicio.

Los representantes estudiantiles y profesorales deberían ser nuestros ojos y nuestras voces en los organismos de dirección de la universidad; deberían ser los primeros en advertirnos sobre decisiones que pueden perjudicarnos. Hoy se habla de la amenaza de una nueva crisis financiera de la Universidad del Valle y, sin embargo, nadie nos suministra información confiable, sustentada en cifras y documentos, que confirme o descarte las amenazas de una crisis. Sabemos, como simples pacientes del servicio de salud y como simples profesores, que hay una especie de nómina paralela, que hay gastos superfluos, que hay contrataciones innecesarias en que actividades propias de la universidad les han sido adjudicadas a agentes externos. Pero eso lo percibimos porque son hechos ostensibles, no tanto porque haya una representación profesoral que nos sirva de guía.

A nuestros representantes profesorales hay que preguntarles, con más frecuencia de la deseada, a quién representan. Ojalá no sean otros representantes al revés, como los de la Universidad Nacional, que, en vez de representar a la comunidad que los eligió, estén dedicados a representar a los dueños de la política lugareña.

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