Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

miércoles, 24 de julio de 2024

Pintado en la Pared No. 320

La formación doctoral en Colombia (4)

La tipología que hemos esbozado de los estudiantes que llegan a nuestros doctorados condiciona enormemente la calidad. No podrá decirse que un doctorado en ciencias humanas, en Colombia, es el momento cumbre de la actividad investigativa en cada disciplina; tampoco podrá asegurarse un nivel de profesionalización que imponga un ritmo apreciable de producción bibliográfica y de pensamiento crítico. Nada o muy poco de eso. Muchas veces vemos mejores investigaciones entre estudiantes de pregrado que entre doctorandos. Con tan asimétricos niveles de formación previa, con tantas dificultades para dedicarse de tiempo completo a las exigencias de un verdadero doctorado, los seminarios son breves sesiones de un viernes en la noche y un sábado en la mañana. Con mucha dificultad, los estudiantes habrán leído un libro durante la semana y habrán escrito una muy modesta e incorrecta reseña crítica. ¿Cuándo podrán hacer un acopio documental, cuándo y cómo podrán hacer un minucioso estado del arte, cuándo y cómo redactarán el proyecto de investigación para su tesis? En suma, los resultados en investigación de nuestros doctorados son mediocres.

A la condición predominante de los estudiantes que llegan a nuestros doctorados debe añadirse la condición del personal docente que ofrece un programa doctoral. Aquí se impone un debate entre colegas y un cuestionamiento al Ministerio de Educación y al Consejo Nacional de Acreditación. Ha habido laxitud en la apertura de programas doctorales donde ni siquiera hay tradición en formación de estudiantes de pregrado y maestría, donde no hay una planta profesoral con suficientes doctores y suficientes líneas de investigación que plasmen fuertes trayectorias investigativas. Hemos permitido el surgimiento de doctorados donde no hay pregrados y maestrías en la misma disciplina y ni siquiera en otras ciencias humanas. Y esos doctorados les han establecido una rara competencia a viejos programas doctorales que llevan años intentando consolidarse y que tienen un número apreciable de profesoras y profesores con título de doctorado. A esa competencia interna le han agregado otra externa de doctorados vía on-line, expeditivos, autorizados también por nuestro Ministerio de Educación. De ese modo hemos ido cayendo en la banalización de la formación doctoral en Colombia.

Ahora hablemos de las condiciones institucionales: bibliotecas precarias que no garantizan los ejemplares básicos que deben leer estudiantes de pregrado y mucho menos los ejemplares que deben consultar los estudiantes de un doctorado. Casi siempre es el profesor o la profesora que ofrece el seminario el mismo prestador de los ejemplares. Reglamentaciones arbitrarias y poco previsivas de los procesos de evaluación y de sustentación de tesis. Universidades sin recursos para pagar a co-directores de tesis y a miembros del jurado evaluador. Tesistas que cambian fácilmente de tema de investigación, de director de la tesis y que cuestionan o amenazan con códigos administrativos o penales en mano las decisiones de un director o de un evaluador. Con frecuencia aflora una sospecha de discriminación de etnia, de género o de clase para invalidar el fallo adverso de un jurado o la exigencia de rigor de un director.

En la Universidad del Valle hubo un errático método de financiación de tesistas de doctorado en que el director de la tesis quedaba convertido, legalmente, en fiador; en caso de que el estudiante no sustentase y aprobase la tesis, el director quedaba obligado no solamente a devolver el dinero que gastó su dirigido, sino a escribir una tesis que quién sabe cómo y quién iba a sustentar y aprobar. Directores de tesis inmersos en líos con todas las asustadurías (procuraduría, contraloría, fiscalía) por una política de financiación absurda.

Todo lo dicho hasta aquí me permite concluir que aún no sabemos muy bien en Colombia cómo formar verdaderos doctores; es decir, como formar investigadores profesionales en ámbitos especializados del conocimiento de las ciencias humanas. Por eso, en las entregas siguientes me dedicaré a sugerir soluciones. Algunos colegas han enviado comentarios y apuntes que merecen ser conocidos y trataré de incluirlos.

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