Hoja suelta de opinión del profesor Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología, Master en Historia y Doctor en Sociología. Profesor titular del Departamento de Filosofía, Universidad del Valle. Premio Ciencias Sociales y Humanas, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012. Línea de investigación: Historia intelectual de Colombia.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Pintado en la Pared No. 324

Centenario de Luis Tejada

 

El joven comunista

El 17 de septiembre de 1924 murió el escritor colombiano Luis Tejada Cano. Algunos han recordado el centenario de su muerte. El caso del periodista antioqueño es interesante. Luis Tejada nació en 1898 y murió en 1924; vivió apenas 26 años; escribió muy poco en la prensa de su época, desde 1917 hasta su muerte. Y lo hizo en un género de escritura aparentemente efímero y endeble: la crónica. Por tanto, hay muchas más razones para olvidarlo que recordarlo. Sin embargo, aquí estamos conmemorando su centenario.

¿Por qué seguimos hablando de Luis Tejada? Porque fue un individuo excepcional, dijo cosas interesantes y supo decirlas. Porque vivió una época interesante, la de la transición modernizadora en Colombia, la de intensos cambios materiales en las incipientes urbes. Por eso hay que destacar que fue un fascinante narrador urbano, fue uno de los más juiciosos narradores del cambio. Empleó un método que le permitió ver esas “pequeñas cosas” aparentemente desprovistas de importancia. El vagabundeo, andar por la calle sin propósito, simplemente abandonado al ritmo de las circunstancias, le sirvió para descubrir que “la ciudad tiene hondos encantos”. Esa actitud ante las cosas le valió el mote de “pequeño filósofo de lo cotidiano”.

Otro rasgo singular de Tejada fue su lucidez, su consciencia de vivir un tiempo de mutaciones muy fuertes en muchos aspectos de la vida. Y a eso le agregó una capacidad de auto-definirse. Cuando apenas frisaba los veinte años, el joven escritor hacía este examen:

“Los partidos políticos no acendran ya el suficiente dinamismo que pudiera sugestionarnos. Nos debatimos dentro de ellos, miserablemente, sin encontrar lo que ansiamos […] los que nos hemos levantado en ambientes radicales, ¿qué haremos, amigos míos, para sustituir ese derrumbamiento de ídolos y de creencias que se efectúa constantemente en nuestras conciencias?” (“El Problema”, El Universal, Barranquilla, 8 de julio de 1918).

La búsqueda de nuevos ideales lo alejó, como a muchos de su generación, de los partidos políticos en que militaron sus maestros y sus padres. Luis Tejada escogió la novedad triunfante del comunismo y emprendió con fervor casi místico la tarea de organizar una célula comunista en Bogotá bajo la égida de su admirado Lenin. Yo sé que esta es, para muchos, hoy, la faceta repudiable del joven escritor; sin embargo, estamos ante alguien que buscaba separarse de las pesadas tradiciones políticas y morales del siglo XIX y que halló en un incipiente comunismo el mejor modo de mirar el porvenir. Precisamente, su última crónica titulaba “Partidos del porvenir” y allí decía que los nuevos partidos tenían que ser definidamente anti-clericales; en tiempos de Tejada, la Iglesia católica y Estado seguían caminando juntos; el sistema escolar lo controlaba el clero y nuestro escritor creía que un nuevo partido, el comunista, podía ofrecer una alternativa a la cuestión religiosa. Algo que no podían hacer, según su juicio, los partidos liberal y conservador.

Tejada murió tan joven que apenas comenzaba a comprender lo que podía significar su entusiasta alineamiento comunista. Insinuaba que el programa político de un partido nuevo debía tener un fundamento esencialmente económico y de clase:

“Realmente, hoy no son explicables y no son perdurables sino los partidos de clase, que se ponen al servicio de su instinto de lucha y de su necesidad natural de defensa. Sólo así se logra dentro del partido la uniformidad de interés que sugiere la uniformidad de ideal y que posibilita la uniformidad de acción”. (“La crisis de los partidos”, El Espectador, Bogotá, 26 de abril de 1924).

Por supuesto, hoy podemos pensar muy distinto acerca de la índole de un partido político; pero esto era lo que pensaba un joven pensador y dirigente comunista de veintiséis años hace un siglo. Eso es lo maravilloso del asunto.

(Sigue: Tejada y la paradoja) 

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